Je suis politiquement correct

Policías vigilan delante del tribunal donde se prevé que Abdeslam comparezca en Bruselas/Christophe Petit Tesson/EFE

Policías vigilan delante del tribunal donde se prevé que Abdeslam comparezca en Bruselas/Christophe Petit Tesson/EFE

Por Miguel Lázaro Caballero, @miguel_lazaro_

No sería malo, porque peor es imposible, que se dejaran de televisar los minutos de silencio, los homenajes a las víctimas y los tweets con hashtags #JeSuisLoQueSea. Tranquilidad: que nadie se eche las manos a la cabeza… esto no es Corea del Norte, al menos sobre el papel, ni este argumento pretende ser opresivo, ni digno de una dictadura militar, ni pretende despreciar la libertad de expresión o de información: eso jamás.

De igual forma, tampoco sería malo, porque peor vuelve a ser imposible, que los medios de comunicación dejaran de servir como pantalla proyectora al terrorismo. Malditos sean los asesinos, los que salen por TV y los que no, pero cada minuto de silencio les termina por hacer campaña publicitaria. Desde sus cuevas se congratulan, para los asesinos equivale a recoger un Óscar de la Academia. De hecho, es precisamente lo que buscan, tener presencia donde antes no la tenían. Un grupo terrorista parece que solamente existe cuando sale en las noticias.

Que yo sepa, ni una sola de las víctimas de un atentado terrorista en toda la historia reciente de la humanidad ha resucitado después de un minuto de silencio. Ojalá fuera así, pero no lo es. El día que esto suceda, los minutos de silencio tendrán una utilidad práctica. Cada vez que proyectamos estas imágenes, les estamos regalando la ansiada gloria a los que alegan ser protagonistas de una guerra santa. Si bien creen que alcanzarán una recompensa en el más allá por ser mártires, los medios de comunicación y las rrss les hacen un adelanto de gloria, que pueden medir en minutos de TV, visitas y clics. Deberíamos negarles ese galardón: el mayor desprecio es el no aprecio.

SER POLÍTICAMENTE CORRECTO EN LA LUCHA ANTITERRORISTA ES INÚTIL

A estas alturas deberíamos estar escarmentados: con palabras y manos pintadas de blanco levantadas al cielo, no se mete a los terroristas en la cárcel. Tampoco con hashtags, ni con memes melancólicos de homenaje, ni pintándonos lágrimas blancas en el rostro en una manifestación, ni dándonos abrazos en una plaza con un musulmán pacifista, o superponiendo los colores de la bandera francesa en nuestra foto de perfil de Facebook. Ni se consigue que paren de matar, y mucho menos que empaticen con las víctimas o se arrepientan. Así es precisamente como ellos, los asesinos, miden el alcance de sus acciones.

No es fácil escribir esto, porque cualquiera que quiera afilar el lenguaje, o buscarte las vueltas, o pretenda tener algo de protagonismo mediante un argumento muy políticamente correcto y por ende, falso como el beso de Judas, puede acusarte de no respetar la memoria de las víctimas. A la par, te acusarán de racista, fascista, insolidario, etc. Pueden también acusarte con palabras de papel al aire, hasta de ser cómplice o cosas peores. Haciendo daño, ejerciendo el fascismo de lo políticamente correcto, no sé yo con qué interés… pero podrá hacerlo y habrá alguien que siempre le aplaudirá.

HABLAR SIEMPRE ES MÁS FÁCIL QUE ACTUAR

Cambiaría cada minuto de silencio por una acción directa y eficaz contra el terrorismo no televisada, ni anunciada a bombo y platillo en los medios para que nosotros, los borregos occidentales, nos sintamos más tranquilos porque se está haciendo algo, y además “porque lo dicen por TV”. No les demos a los asesinos lo que ellos entienden por gloria. No les hagamos protagonistas en nuestra vida diaria ni un segundo más, porque si lo hacemos, seguiremos engordando sus ansias de popularidad y les daremos inspiración para perseguir un objetivo mayor que después podrán medir en alcance mediático.

La ignorancia nos puede hacer creer que es cuestión de fronteras. Pero hace ya tiempo que esto, si alguna vez lo fue, dejó de ser así: cuando el terrorista puede ser tu vecino de arriba, nacido en tu misma ciudad y con el cerebro lavado y programado, dos manzanas más allá del bar donde te tomas el café a las 11:00 de la mañana… poco queda por alegar. Aun así, la soga políticamente correcta nos sigue atando las manos para poder actuar. No se le puede dar un trato de reciprocidad a quien no se rige por nuestros mismos valores no ya civiles, sino humanos. Si la vida no vale lo mismo para unos que para otros, no se puede usar el mismo patrón de medida.

Esperar que los asesinos tomen nuestros mensajes en serio es como darle las buenas tardes a un cocodrilo que acecha en la rivera de un río, y pedirle por favor que no saque las fauces para morder. El resultado de semejante intento, es que te quedas sin brazo y vas detrás. No caben palabras, ni alegaciones políticamente correctas de tolerancia y respeto a la diferencia cultural, porque ese no es el tema. No es un problema cultural, ni político, ni religioso, ni de tolerancia… no, ni si quiera eso. Es la jungla y como fin último, como siempre, la lucha por el territorio y los recursos disponibles en el medio: ésa ha sido la pelea desde siempre. Esperemos no darnos cuenta demasiado tarde.