Quien no está dispuesto a escribir su nombre en minúsculas no merece gobernar

El líder del Ciudadanos, Albert Rivera/Fernando Villar/EFE

El líder del Ciudadanos, Albert Rivera/Fernando Villar/EFE

Por Miguel Lázaro Caballero, @miguel_lazaro_

Es difícil entender que teniendo una oportunidad histórica para cambiar y mejorar, estemos todavía atascados en el desacuerdo. Las imposiciones partidistas, las ideologías y los personalismos, siguen resistiéndose a desaparecer. No es justo, pero quejarse o echar la culpa al otro sirve de poco o nada: es una cuestión de voluntad política y vocación por el interés general. Quien no está dispuesto a renunciar a sí mismo en pro del bien común, difícilmente será capaz de actuar en representación de todos, en cuanto tenga oportunidad. Por más que sonría y prometa ante la cámara, los actos y los gestos pesan más que las palabras.

Los que un día tomamos una decisión, apostando por C’s para contribuir de forma activa a la renovación y regeneración democrática de este país, queríamos y seguimos queriendo volver a ponerlo en marcha. Desde nuestro puesto de trabajo, desde la oficina, desde la pyme, desde la sociedad civil y desde nuestras más que modestas aptitudes y capacidades profesionales e intelectuales, queremos que siga mereciendo la pena ser español, vivir en España y trabajar para algo tan sencillo como llegar a fin de mes, llevar una vida digna y tener acceso a los servicios básicos: en igualdad de condiciones para todos sin excepción.

Esta es la idea y objetivo principal que nos hemos marcado todos los que formamos parte del proyecto C’s. Sabíamos que no iba a ser fácil y de hecho no lo está siendo, pero al no importarnos escribir nuestras siglas con minúsculas y considerar a todos los que no “votan naranja” como nuestros compatriotas y no como enemigos, ello nos obliga a seguir trabajando por la ciudadanía. Ya sea dentro de un gobierno o desde la oposición, el proyecto de igualdad entre todos los españoles sigue siendo el mismo. La obcecación de algunos líderes por verse sentados en un gobierno, ya sea nacional, autonómico o municipal, les hace olvidar que pueden conseguirse muchos avances formando parte de una oposición responsable.

LOS VETOS MARCADOS POR LA IDEOLOGÍA

Es al menos curioso que sigan existiendo vetos para llegar a acuerdos para un partido que es en realidad una plataforma ciudadana nacida de la sociedad civil, al que no le importa dibujar su logo en minúsculas y que rechaza cualquier tipo de privilegio a la hora de hacer política, anteponiendo siempre los programas y acuerdos antes que los asientos y los cargos. ¿Por qué se sigue vetando la presencia de C’s en las mesas de negociación, frente a partidos que alegan representar la regeneración, al pueblo o la solvencia? Desde C’s no se ha reclamado ni un solo ministerio, ni la vicepresidencia, ni la presidencia: solo medidas y acuerdos que den estabilidad y una puesta en marcha de la maquinaria institucional. Entonces, ¿por qué?

Partiendo de una premisa básica: somos gente normal. Nadie nos ha dado clases de política, somos trabajadores, empleados por cuenta ajena, curritos, técnicos, pequeños empresarios, profesionales y a fin de cuentas en nuestra inmensa mayoría, personas que lo que quieren es seguir trabajando, y ayudar a levantarse a los que se han caído, que han sido muchos y eso no se nos olvida. Ni santos, ni elegidos, ni infalibles: capital humano de la sociedad civil, pura, simple y llanamente eso. Estas son las ideas por la que yo aposté y por las que muchos ciudadanos más lo han hecho. Sin necesidad de levantar el puño subidos a un atril para hacer propuestas, parece que C’s molesta, no nos quieren ver y por eso algunos vetan nuestra presencia en la mesa.

UNA BUENA PROPUESTA NO NECESITA PATENTE

Una idea, una medida o una propuesta, es buena o mala independientemente de quien la ponga sobre la mesa. Independientemente de las siglas que la defienda, o del color del logo que encabece el documento. Desde C’s eso ha estado siempre muy claro: lo que importa es el contenido y poner ese contenido en forma de ley al servicio de la ciudadanía. Quien quiera gobernar, debe tener esto claro: si no está dispuesto a escribir su nombre en minúsculas y a anteponer los acuerdos por el bien de la mayoría a sus propias siglas, jamás será merecedor de ostentar el gobierno. Los personalistas y los egos enquistados quizás nos obliguen a volver a votar. Romper la baraja actual, con tal de no renunciar a sí mismos: quizás sea la única forma de poner a cada uno en su sitio habiendo otros números sobre la mesa. Ojalá no tenga que ser así, triunfe el interés general y se imponga el sentido común.