Un galardón envenenado

Por Jesús Bodegas, Ldo. en Biología, con experiencia en Producción y Seguridad Alimentaria.

Un premio es una compensación económica y/o un artículo a modo de regalo con el objetivo de reconocer, compensar y agradecer un esfuerzo o trabajo realizado. La importancia o relevancia del premio viene dada bien por la cuantía del mismo, bien por el prestigio del que lo otorga o bien por la historia del mismo, es decir, quiénes han sido premiados y reconocidos con anterioridad.

Hay premios que conjuntan todo esto (premios Nobel, Príncipe de Asturias, Planeta,…) y otros que aunque pecuniariamente son irrelevantes, salvo el valor de la figura o medalla que lo representa y que es más bien un intangible (Oscar, Goya, Balón de Oro,…), su posesión abre puertas y expectativas de mejora al futuro laboral al agraciado e incluso a los nominados, si se conoce públicamente quiénes han sido.

También y colateralmente los premios producen un efecto de marketing, llamada de atención, propaganda, posicionamiento relevante en las noticias durante unos días de la institución y el lugar en dónde se concede que le da notoriedad y consigue indirectamente beneficios económicos y de imagen, lo que hoy en día se denomina marca.

El Gobierno de Navarra, a través del Departamento de Cultura y Turismo - Institución Príncipe de Viana -convoca y gestiona la concesión del Premio Príncipe de Viana de la Cultura, con el objetivo de reconocer la trayectoria y méritos de personas o entidades relevantes (instituciones) en cualquiera de los ámbitos de la cultura, bien sea mediante el ejercicio de la creación, del estudio o de la investigación, o bien mediante la promoción y fomento tanto de las artes plásticas, la música, la literatura, etc., como el trabajo en los campos de la ciencia, la técnica y la investigación, además de su especial vinculación a Navarra.

El gobierno de Uxue Barkos otra vez confunde lo importante con lo superfluo. En vez de centrarse en la caída de las exportaciones navarras, las listas de espera de sanidad, en la devolución de la paga de los funcionarios, en consensuar una verdadera política educativa y dejar de alimentar la guerra de las lenguas, etcétera, para contentar y volver a atraer a sus votantes fugitivos tras el 20D nos ha vuelto a dar “kambio”. Quitándole el polvo y moviendo de sitio el jarrón del premio Príncipe de Viana.

Por ello en 2016 el galardón será honorífico, no tendrá dotación económica, se entregará en la localidad de Olite y no contará con presencia de representantes de la Casa Real, y justifica tal decisión vinculándola al acuerdo programático.

La primera decisión no está mal, pues para dar una pequeña cantidad (25.000 €, a la que hay que descontar el 20% de impuestos) comparada con otros premios con los que nos queremos equiparar mejor no dar nada.

El cambio por Olite pudiera tener un pase, pero parece que se quiere huir del Monasterio de Leyre por el tufillo a incienso, olvidando que gracias a los monasterios la cultura y la ciencia se preservo durante siglos. Es en los monasterios donde encontramos los primeros escritos de nuestras lenguas (castellano y euskera), sin embargo resulta que se cae en el despropósito de enmarcar la ceremonia en la corte de un Castillo-Palacio con todo la carga simbólica que conlleva de ostentación, cortesanos con intenciones de medrar, conquistas de favores, luchas de poder, conspiraciones, magnicidios, corrupciones, infravaloración de la mujer utilizada como moneda de negociación (matrimonios de conveniencia política) y desprecio del pueblo llano y analfabeto.

Además se hace el feo y menosprecio de notificar dicha decisión por e-mail. Luego nos quejamos y denunciamos que los despidos y las rupturas sentimentales se hacen por “whatsapp”. Cuando uno toma una decisión y piensa que tiene motivos para tomarla es elegante dar la cara, lo contrario demuestra falta de gallardía, coherencia, elemental educación y no saber estar, y más aún cuando la otra parte es un jefe del estado que representa a sus ciudadanos, aunque algunos no estén de acuerdo con ello.

Para más inri se mantiene el “tradicional homenaje a los Reyes de Navarra”. Aviso a navegantes que quién estas líneas escribe se considera republicano utópico y monárquico pragmático, por esto mejor dejarse de folkoradas innecesarias cuando los actuales representantes de los reyes de Navarra (estemos o no de acuerdo) no pueden dar el premio que lleva el nombre de su heredero, Príncipe de Viana. Un poquito de coherencia.

Por ello o se hacen las cosas bien, con elegancia y educación, o se cae en las medias tintas con borrones y tachones incluidos y que son una auténtica chapuza, una más de nuestro cuatripartito y su superficialidad.

Para terminar, no parece que estas decisiones sean las más acertadas para mantener y aumentar el prestigio del galardón en cuestión, y por lo tanto de quiénes lo recibieron con anterioridad y lo recibirán en el futuro, y ni de lejos ayudan a realzar la marca Navarra. Más bien son un torpedo en su línea de flotación.