Marisa y José Antonio con sus hijas en la despedida de su bar.

Marisa y José Antonio con sus hijas en la despedida de su bar.

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Marisa y José Antonio dicen adiós al único bar de un pueblo de Aragón: "En la despedida estuvimos todos llorando"

Los gerentes regresan a Zaragoza y se despiden del bar La Vila en La Ginebrosa (Teruel), aunque pronto se reabrirá en otras manos.

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Zaragoza
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En los pequeños pueblos las puertas se abren con nombre propio y los cafés se sirven con conversación. Los bares son el lugar de reunión y los clientes, parte de la familia. Así quedó demostrado hace unos días en La Ginebrosa, una localidad turolense de menos de 200 habitantes, donde los vecinos organizaron una emotiva e inolvidable despedida a los responsables del único bar del pueblo, Marisa y José Antonio.

Este matrimonio de Zaragoza emprendió una bonita e inesperada aventura hace tres años. “Llevábamos 40 años con una empresa de fontanería en Zaragoza. El trabajo de gremios era una locura, falta de personal y muchos problemas. Mi marido ya estaba súper agobiado y le estaba afectando a su salud”, recuerda Marisa.

Destino o casualidad, en ese momento se enteraron de que los antiguos inquilinos dejaban el bar del pueblo. Entonces, José Antonio le propuso a su mujer cogerlo. “Le dije que si estaba loco, pero decidimos lanzarnos sin tener ni idea de absolutamente nada”, asegura Marisa.

Poco a poco fueron aprendiendo la profesión, algo que, a pesar de las adversidades, es más fácil cuando cuentas con el apoyo de los vecinos: “La acogida fue muy buena. Al ser el del pueblo, toda la gente lo conoce”.

Así pues, tras tres años disfrutando del oficio y la cercanía con el cliente, Marisa y José Antonio han tenido que despedirse de La Vila por el peor de los motivos. En noviembre de 2024 le diagnosticaron cáncer a Marisa. Desde enero está en tratamiento en Zaragoza, y, evidentemente, compaginar esta situación con la gestión del local no ha sido nada fácil.

“Ha sido un año muy duro. Yo con el tratamiento sola en Zaragoza y mi marido en el bar y con la preocupación de no poder estar conmigo. Estábamos bastante agobiados y ya en septiembre decidimos que era momento de dejarlo porque es casi inviable, lamenta Marisa.

Charanga y vecinos durante la fiesta de despedida.

Charanga y vecinos durante la fiesta de despedida.

Una sorpresa inolvidable

Así pues, el pasado sábado 1 de noviembre este matrimonio vivía sus últimas horas al frente del bar La Vila, y La Ginebrosa quiso despedirlos por todo lo alto. Como merecen y se han ganado. Sin duda, fue un día inolvidable para todos.

“Nosotros no teníamos absolutamente ni idea de nada. Vinieron a almorzar una cuadrilla como vienen la mayoría de los sábados. De repente, estábamos charlando en la mesa con unos amigos y oí música. Salgo y me encuentro una charanga y un montón de gente. Fue impresionante. Ahí estuvimos todos llorando, los de la charanga, los del pueblo, nosotros”.

“Ahí te das cuenta de que el esfuerzo que hemos hecho ha merecido la pena porque te lo han sabido agradecer”, añade la exinquilina, que todavía está asimilándolo. “Fue un día muy emotivo, te da fuerza y vienes más contento”, concluye emocionada.

El matrimonio con sus hijas en el bar La Vila.

El matrimonio con sus hijas en el bar La Vila.

En definitiva, lo más bonito de esta experiencia para el matrimonio ha sido poder dar servicio al pueblo y compartir momentos únicos con la gente. Eso quedará siempre guardado en la memoria.

En este aspecto, Marisa defiende que un bar en un pueblo es “indispensable”. Por suerte, aunque la huella de ambos estará para siempre en esas cuatro paredes, el bar volverá a abrir pronto (igual este sábado) en otras manos, salvando este centro social que hace de La Ginebrosa un lugar más agradable.