Javier Martínez baja la persiana del negocio familiar tras 75 años: Mi madre me daba el pecho en el taller

Javier Martínez baja la persiana del negocio familiar tras 75 años: "Mi madre me daba el pecho en el taller" E.E

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Javier Martínez baja la persiana del negocio familiar tras 75 años: "Mi madre me daba el pecho en el taller"

La emblemática Cuchillería San Gil de Zaragoza está de liquidación, todos los productos están rebajados.

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Zaragoza
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En la céntrica calle Méndez Núñez de Zaragoza, un emblemático negocio baja la persiana tras 75 años de historia. Cuchillería San Gil, un establecimiento mítico en la ciudad, se despide, dejando tras de sí décadas de tradición, esfuerzo y dedicación. Su propietario, Javier Martínez, ha decidido cerrar el negocio y regresar a su tierra natal, Galicia, tras toda una vida entregada a su oficio.

Javier, con 52 años, lleva el afilado en las manos de artesano y en la sangre. Su abuelo y su padre ya se dedicaban a este noble oficio, recorriendo los pueblos de Aragón, chiflo en boca, afilando cuchillos en las localidades más recónditas. Su padre, además, tenía su taller en el barrio de Las Delicias, donde por las tardes atendía a los zaragozanos. Fue allí donde Javier comenzó su aprendizaje con tan solo 12 años, "Mi madre me daba el pecho en un taller de cuchillería, y empecé a conocer el oficio en el taller de mi padre con 12 años", aún no sabía que aquel trabajo de tardes se convertiría en su vida entera.

Cuchillería San Gil, Zaragoza.

Cuchillería San Gil, Zaragoza. E.E

"Con 20 años decidí quedarme en Cuchillerías San Gil, y desde entonces no he hecho otra cosa que afilar", cuenta Javier con nostalgia. En su taller ha dado forma y filo a miles de cuchillos, tijeras y herramientas de corte, siempre con la precisión y maestría de quien ama y conoce bien su profesión.

Pero los años pasan y el desgaste físico se hace notar. "Son 40 años dedicados al oficio y el cuerpo lo nota, hace poco me diagnosticaron lumbalgia por la postura de afilar", nos cuenta.

A pesar de las dolencias, no es la salud la que lo empuja a cerrar: "Quiero volver a mi tierra, a Galicia. Ahora que estamos bien es momento de disfrutar con mi mujer, no quiero jubilarme y caer enfermo", confiesa. Sin dramatismos, sin lamentos, con la serenidad de quien ha cumplido un ciclo.

El cierre de la tienda no ha sido improvisado. Desde octubre del año pasado, la liquidación ha ido avanzando con paso firme. "Ha salido mucho material, llenaríamos la Plaza España con todo lo que hemos vendido", cuenta entre risas. Tijeras, cuchillos, herramientas de todo tipo han encontrado nuevo hogar en estos últimos meses.

Interior de Cuchillería San Gil antes de la liquidación.

Interior de Cuchillería San Gil antes de la liquidación.

La fecha inicial de cierre era el 31 de marzo, pero los imprevistos y el volumen de existencias han hecho que se prolongue hasta abril. "Es que el almacén engaña. Abres una caja y aparecen 24 tijeras de las que ni me acordaba. Esto hay que hacerlo bien, sin prisas y sin acabar con la lengua fuera", explica Javier.

A pesar del cierre, no hay tristeza en sus palabras. "No soy un cardiólogo que salva vidas, solo vendo cuchillos. Pero eso sí, siempre de calidad, siempre bien aconsejado. Ese ha sido mi lema y el de mi familia desde hace 75 años." Esa honestidad, ese saber hacer, ha sido su sello personal y lo que ha convertido a Cuchillerías San Gil en un referente en la ciudad.

Ahora, con la tienda medio vacía y las estanterías con más huecos vacíos que con herramientas, Javier mira al futuro con ilusión. "Aún tenemos margen, puede que lleguemos hasta mayo, pero yo ya tengo la mirada puesta en Galicia." Un viaje de regreso a sus raíces, a una vida más tranquila tras décadas de dedicación.

Zaragoza despide a uno de sus comerciantes más emblemáticos, pero su legado quedará afilado en la memoria de quienes conocieron su trabajo. Porque hay oficios que desaparecen, pero historias que perduran. Y la de Javier Martínez, el último afilador de Cuchillerías San Gil, es una de ellas.