Alberto Izquierdo. E.E.
Vivimos unos momentos convulsos, rodeados de ruido, de insultos y de acusaciones que se han instalado en la política de nuestro país y que se han trasladado también a Aragón. Cada día nos levantamos con un nuevo sobresalto, con un adelanto electoral, con una nueva noticia que nos arrastra a la incertidumbre.
Paradójicamente, en España se conmemora el 50 aniversario de la transición, ese proceso que vivió nuestro país para lograr la democracia y la transformación social y política de nuestra nación. El diálogo y los pactos, con cesiones de unos y de otros, fueron la clave para lograr una estabilidad que nos permitiera avanzar, desarrollar la economía y las libertades.
Hoy echamos de menos esa estabilidad, una herramienta política que se está infravalorando pero que tiene una gran relevancia. Qué importante es para la ciudadanía la estabilidad política, que los presupuestos del Gobierno, sea el de España o el de Aragón, se aprueben en tiempo y forma para poder implementar mejoras en los servicios públicos que mejoren la calidad de vida de los ciudadanos. Qué importante es que un Gobierno pueda, simplemente, trabajar con normalidad.
Esa inestabilidad, los adelantos electorales, la ausencia de mayorías que ayuden a impulsar nuevos proyectos lo único que generan es preocupación en la sociedad. Preocupación en las empresas, en los nuevos inversores, en los autónomos, en aquellas personas que están pensando en comprarse un piso pero que temen hacerlo por si pierden su trabajo, en aquellos que ven peligrar las ayudas para la adquisición de un coche nuevo o en los que deben decidir si su hijo cursará Bachillerato en su centro concertado y no saben si será gratuito o no.
La inestabilidad política nos afecta a todos. Por eso desde el Partido Aragonés siempre hemos defendido la cultura del pacto, del acuerdo, del entendimiento y la normalidad de que gobierne el partido más votado. Para eso es necesario el diálogo y no la imposición.
Eso es precisamente lo que estamos viendo en los últimos tiempos: la cultura de la imposición. Todo el mundo quiere el 100% de sus aspiraciones, pero para llegar a acuerdos todos debemos ceder. Los pactos en política deben basarse en la defensa del interés general y eso significa renunciar a parte de las propuestas que llevamos en cartera. Es mucho más importante gobernar para todos los ciudadanos y las ciudadanas que hacerlo solo para aquellos que nos votan.
La estabilidad política propicia que los proyectos públicos no sufran vaivenes. Un Gobierno no puede llevar a cabo medidas hoy en un sentido y al día siguiente en el contrario. Todos debemos poner de nuestra parte para dar a los ciudadanos y las ciudadanas garantías de que tendrán garantizada la asistencia sanitaria pública, un colegio para sus hijos, una plaza residencial para sus padres…
Sin estabilidad y tranquilidad una sociedad democrática no puede progresar. No nos dejemos arrastrar por los que quieren dinamitar lo conseguido. Trabajemos, tanto en Madrid como en Aragón, en la consecución de acuerdos pensando solo en el bienestar de la ciudadanía y no en intereses partidistas.