El año económico en Aragón está siendo complejo desde el punto de vista económico. La comunidad mantiene una tasa de crecimiento positiva, apoyada en sectores como la automoción, la agroindustria y la logística, pero no exenta de riesgos. La inflación, aunque moderada, sigue afectando al consumo y a los márgenes empresariales.

La inversión pública, enmarcada en los fondos europeos, ha permitido impulsar proyectos estratégicos en zonas industriales y tecnológicas, especialmente en el entorno de Zaragoza, pero su ejecución no siempre se traduce en beneficios inmediatos para el conjunto de las pymes del territorio. Esto es algo que debemos vigilar muy de cerca, porque el verdadero éxito de estos fondos no se mide solo por su ejecución presupuestaria, sino por su impacto real y tangible sobre nuestras empresas.

Destacan, sin embargo, iniciativas de colaboración público-privada que apuestan por la innovación, la digitalización y la transición energética como ejes de competitividad futura. Estos son, sin duda, pilares necesarios para reposicionar Aragón en la economía del conocimiento y la sostenibilidad.

Pero no podemos permitir que este proceso de transformación genere nuevas brechas. No olvidemos que el acceso a estas oportunidades sigue siendo desigual. Las microempresas rurales, por ejemplo, encuentran mayores barreras de acceso a recursos, personal cualificado y conectividad.

La recuperación de los niveles prepandemia no termina de llegar a las pequeñas y medianas empresas, en especial a las de menor dimensión, las microempresas, que del conjunto de las pymes son las que registran una peor evolución de sus ventas, empleo y costes en el primer trimestre de 2025, según el Indicador CEPYME sobre la Situación de la Pyme, correspondiente al primer trimestre de este año, elaborado por el servicio de Estudios de la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (CEPYME).

Aunque las ventas de las pymes aumentaron un 4,9% interanual en el primer trimestre, según datos ajustados por inflación, la mejora no es uniforme. Las empresas medianas experimentaron un incremento del 5,4%, mientras que en las pequeñas el alza fue del 4,7%, el mejor dato desde junio de 2022. Sin embargo, la distancia respecto a los niveles anteriores a la pandemia es aún significativa: las pequeñas empresas venden hoy un 16% menos que lo proyectado según su tendencia entre 2015 y 2019. En el caso de las medianas, la brecha negativa es del 7%.

Este desfase acumulado en la recuperación tiene consecuencias directas: menor capacidad para generar empleo, dificultades para asumir nuevos costes regulatorios o tecnológicos, y menor acceso a financiación. Las microempresas, por su parte, sufren de forma más intensa la subida de costes, la escasez de mano de obra cualificada y la fragmentación de la demanda interna.

Por eso, desde nuestra organización empresarial, reclamamos una mirada más inclusiva, más territorial y más pegada a la realidad de quienes generan empleo día a día. Las políticas económicas deben llegar a toda la base del tejido productivo, porque solo así convertiremos esta etapa de incertidumbre en una verdadera etapa de transformación.

Desde la resistencia demostrada por nuestras empresas en los últimos años, ahora debemos dar el salto hacia una recuperación sólida y compartida. Aragón tiene las capacidades, tiene el talento y tiene el empuje. Pero también necesita voluntad política, escucha activa y soluciones diseñadas con y para las pymes.

Este 2025 no está siendo fácil, pero sigue siendo una oportunidad. Desde la organización que represento, seguiremos trabajando con firmeza para que la transformación económica de Aragón sea una realidad para todos y no una promesa para unos pocos.

Porque como dijo Ramón y Cajal, aragonés ilustre y símbolo de esfuerzo, el único medio de vencer en la incertidumbre es enfrentándola. Y hoy, nuestra mejor ofensiva es apostar por nuestras empresas.