En el último número de la revista de la Unión Vecinal Cesaraugusta, Nuevo Horizonte, a punto de salir en papel y en formato digital, Sergio Valdivieso, geógrafo e investigador del departamento de Geografía de la Universidad de Zaragoza, ha escrito un interesante artículo sobre la evolución demográfica y urbanística en los 25 primeros años del siglo XXI en esta ciudad.

En él se explica que se ha construido la estación intermodal, se ha producido la Expo y su plan de acompañamiento de infraestructuras, se han convertido las orillas del Ebro en paseos ciudadanos, se ha implantado el tranvía, se ha construido una gran red de carriles bici, se ha reducido el uso del vehículo particular, se han recuperado calzadas para los peatones, hemos pasado la pandemia y su parón generalizado… Muchos cambios en pocos años.

Pero si nos fijamos en el espacio urbano, “entre los años 2000 y 2024 el crecimiento del espacio urbanizado ha supuesto el mayor consumo en suelo de la ciudad en toda su historia en un periodo equiparable”. Se han creado Parque Goya, La Azucarera, Valdespartera, Arco Sur, Rosales del Canal, Parque Venecia … Se han llenado vacíos en el barrio de Jesús o en Santa Isabel, han crecido Miralbueno, Oliver, Valdefierro, el nuevo barrio de la estación, ha habido promociones en Montañana, San Juan de Mozarrifar, Garrapinillos, Monzalbarba, Casetas …

Esta transformación de la ciudad en tan pocos años inevitablemente “nos invita a reflexionar en cómo ha sido este cambio y con qué perspectiva podemos mirar al futuro de los siguientes veinticinco años”.

Como vemos, son muchos los cambios que se han producido en la ciudad y muchos los que se están produciendo ahora mismo. Se está interviniendo en grandes obras que han estado olvidadas durante mucho tiempo, como la integración del Huerva en la ciudad o la eliminación de la cicatriz del Portillo, su conexión con el futuro parque de La Almozara o la reutilización de las naves de Giesa, entre otros proyectos.

Pero aunque necesarios y demandados desde hace mucho tiempo, son obras sueltas, casi inconexas. Se echa en falta un plan que fije las señas de identidad de la ciudad, un plan para la movilidad (fundamental para el funcionamiento de una ciudad), un plan para los equipamientos culturales (de los que Zaragoza está infradotada en relación con otras ciudades europeas de similar tamaño) y de otros tipos, un plan comercial que revitalice las calles (en la corporación anterior la Cámara de Comercio elaboró uno que se ha quedado en algún cajón), un plan para el Casco Histórico que lo saque de su situación actual …

Porque además de proyectos de corto plazo, ¿qué objetivos se persiguen? ¿cómo debería ser la ciudad del futuro? ¿qué proyectos de un futuro deseable habría que desarrollar? ¿debería Zaragoza empezar a pensar en un área metropolitana? (la nueva línea de bus del consorcio de transportes ha dado un primer paso).

Zaragoza debería pensar cuáles son los principales ejes de desarrollo económico y social, cómo aprovechar la nueva vocación que parece tener debido a los centros de datos que vienen y que van a venir … En definitiva, pensar la ciudad del futuro (de los próximos veinticinco años), reflexionar sobre el futuro de Zaragoza, pensar en el diseño de los principales ejes de desarrollo de la capital y alrededores, tener en cuenta el territorio más próximo en el futuro, definir prioridades, definir los puntos fuertes, tener una idea global.

Zaragoza ya no puede tener una sola estrategia reducida al núcleo urbano, debe pensar en un desarrollo territorial mediante una visión más amplia.

Y este proceso solo puede producirse mediante un debate participativo que diagnostique, como decíamos al principio, qué ha pasado los últimos veinticinco años para poder tener una perspectiva a largo plazo, para tener un proyecto de ciudad.

Zaragoza cuenta con un instrumento perfecto para liderar este proceso, para alcanzar esa visión estratégica, Ebrópolis; un instrumento puesto en cuestión por algún partido municipal, que debería estar produciendo de manera ininterrumpida análisis y propuestas, que al igual que ocurre en otras ciudades europeas, nos ayude a saber qué quiere Zaragoza ser de mayor.

Quizá sea mucho pedir.