Fábrica de Keter en Zaragoza

Fábrica de Keter en Zaragoza

Economía

La empresa en la que nació la fregona se enfrenta ahora a un ERE que amenaza con dejar en la calle a 100 personas

Los sindicatos comenzarán a negociar a finales de esta semana las condiciones del ERE.

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Zaragoza
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En medio de las buenas perspectivas económicas que tiene Aragón, hay algunos núcleos que amenazan con perturbar la paz social que se vive en la Comunidad. Es el caso de Keter, una empresa de origen aragonés pero de propiedad multinacional que amenaza con cerrar su planta de Zaragoza y dejar en la calle a un centenar de trabajadores, mediante un ERE que ha pillado por sorpresa a la plantilla.

Empresa y sindicatos comenzarán a negociar a final de esta semana las condiciones del despido colectivo. Por el momento, los trabajadores todavía desconocen a ciencia cierta los motivos, ya que los responsables de la compañía únicamente han aludido a un cambio organizativo a nivel global, descartando causas económicas.

Desde los sindicatos responsables de negociar el ERE lo vinculan con una “deslocalización” de la actividad, similar a ajustes como los llevados a cabo en los últimos meses por empresas como Airtex o Beckton Dickinson.

En cualquier caso, los detalles los conocerán en ese primer encuentro con la empresa, en el que se abrirá el periodo de 30 días de negociaciones.

En las negociaciones, los sindicatos demandarán el mantenimiento de la producción y, en caso de no ser posible, unas condiciones dignas para la salida de los trabajadores, sin descartar otros escenarios.

Esta es una empresa de más de 55 años de vida, y tiene la peculariedad de que en sus instalaciones de Zaragoza se inventó uno de los artilugios más usados en todo el mundo: la fregona. Fue a mediados de los años 50 cuando el ingeniero Manuel Jalón Corominas comenzó a fabricar las primeras unidades después de un viaje a Estados Unidos donde observó cómo se fregaban los hangares mediante una mopa plana y un cubo con rodillos.

Entonces, la empresa se llamaba Manufacturas Rodex, y desde entonces ha pasado por varias manos: desde la holandesa Curver, la norteamericana Rubbermaidd o la israelí Keter, que la vendió en 2016. Sin embargo, la actual propiedad amenaza con acabar con la vida de una empresa que tiene grabada en su historia uno de los inventos más vendidos en el planeta.