El Acuario tiene cerca de 6.000 ejemplares de 350 especies. E. E.
El Acuario se reivindica tras 16 años como puntal de la Expo de Zaragoza: de su necesaria puesta a punto a su soñada ampliación
Las instalaciones, por las que han pasado miles de aragoneses y turistas, han sido reconocidas este 2025 con el Premio Aragón Medio Ambiente.
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Estuvo a punto de cerrar en 2012 y, desde entonces, ha sobrevivido a una pandemia que dejó durante meses a todo el mundo en casa y a un gran apagón del que salió sin ninguna baja. El Acuario de Zaragoza, reconocido este 2025 con la máxima distinción del Gobierno de Aragón en materia ambiental -el Premio Aragón Medio Ambiente-, se ha convertido en un auténtico puntal para el recinto Expo.
Es el acuario fluvial más grande de Europa -abarca un total de 4.500 metros cuadrados-, y cada año recibe miles de visitantes de Aragón y de otros puntos de España.
En él pueden verse 6.000 ejemplares de 350 especies, una oferta que sus responsables sueñan con ampliar con zonas para nutrias y linces y una gran pajarera exterior. El proyecto, para el que se necesitarían unos 3 millones de euros de inversión, lleva años encima de la mesa -desde antes, incluso, de la covid-, pero sigue sin financiación ni expectativas de tenerla a corto o medio plazo.
La reconversión de la Torre del Agua en Faro de la Logística, la mudanza de la Corporación Aragonesa de Radio y Televisión (CARTV) y el desembarco de una universidad privada en uno de los popularmente conocidos como ‘cacahuetes' están llamados a dinamizar el Frente Fluvial, una segunda vida de la que el Acuario espera beneficiarse.
El paso del tiempo -van ya 16 años en funcionamiento- ha hecho que sean varias las grietas, humedades y desperfectos que hay que corregir, una tarea para la que esperan contar con el apoyo de las administraciones públicas, aunque, de momento, sin fecha.
Su recorrido sigue bebiendo de cinco ríos de los cinco continentes, siendo el Nilo, el Mekong, el Amazonas, el Murray-Darling, el Ebro y sus especies los grandes protagonistas. En él hay cocodrilos de 600 kilos y seis metros de largo, peces y ranas de todos los tamaños y colores e incluso una especie de pájaro.
La última incorporación ha sido la de 25 arapaimas. Las primeras llegaron a Zaragoza en 2006, y aunque en la naturaleza tienden a vivir de ocho a diez años, las del Acuario han llegado a vivir 20. Su avanzada edad ha hecho que hayan ido muriendo “no de viejas, sino de súper viejas”, lo que ha obligado a la propiedad a traer otras de Perú, ejemplares que actualmente están “engordando en la zona de cuarentena”.
Conservar y educar
El propósito del Acuario sigue siendo conservar desde la educación, de ahí que las hasta 70 estaciones que conforman el recinto tengan su propio discurso educativo. “La gente no protege lo que no conoce”, razona su director técnico, Javier González.
También se busca cambiar el modo de tratar a los animales y al propio planeta. “La forma en que decidamos vivir y consumir determinará cómo conservamos a las especies", agrega.
Javier González, director técnico del Acuario de Zaragoza. E. E.
Agosto y abril suelen ser los meses más fuertes. Solo esta Semana Santa pasaron por allí 6.500 personas, batiéndose “todos los récords” el Sábado Santo con 1.350 visitantes. Especialmente importantes son también los grupos escolares. Cada año son cientos los alumnos que pasan por allí, hasta el punto de que son ya 15.000 los que han estado en el Acuario desde su inauguración.
Durante la pandemia, incluso, se llegaron a hacer vídeos “de lo que decidía cada colegio” para seguir concienciando en los meses más complicados.
A todo esto se unen las habituales colaboraciones con el Ayuntamiento de Zaragoza con campañas que buscan hacer ver que un animal no es un juguete, sueltas de galápagos en el río Gállego o la apertura de un santuario de reptiles para mascotas abandonadas.
Una de las ideas fuerza del Acuario es que este es un equipamiento público y que, como tal, todos los colectivos deben tener acceso. Esto hace que, cada año, varias asociaciones que trabajan con quienes menos tienen entren sin pagar un euro. “La norma no escrita es que ningún niño se quede sin ver el Acuario por falta de recursos. Esto está para que los aragoneses lo disfruten”, apunta González.
Las curiosidades
Un acuario fluvial de estas dimensiones está, también, repleto de curiosidades. Una de ellas es que muchos de los animales comen kiwi, una fruta que les aporta fibra y vitamina C. También hay otros, como los murciélagos, que se nutren de papilla para bebés, jalea real y miel.
La dieta puede llegar a cambiar los días de más calor, cuando se les da menos proteína y más verdura. “A la nutria, por ejemplo, le damos el pescado con hielo”, señala el director técnico.
También es digno de contar cómo fueron las horas críticas del apagón. Se sobrevivió gracias a un grupo electrógeno y a la existencia de un protocolo, pero se pasaron “muchos nervios”. Al no saber cuánto iba a durar hubo que buscar gasóleo extra; combustible que, en aquellas horas, se convirtió en el líquido más preciado.
Lo que se hizo fue prescindir de todas las luces que no eran necesarias y bajar algunas filtraciones, una tarea que tuvo que ser medida al milímetro.
Muy complicados fueron también los peores meses de la covid-19, ya que, aunque no se ingresó un euro hasta el verano, hubo que seguir alimentando a los animales y garantizando la limpieza de las instalaciones.
El capítulo de curiosidades llega, también, a las propias especies, entre las que destacan una agresiva tortuga de caparazón blando, un tiburón del Mekong -una especie que se encuentra en peligro crítico de extinción-, o el grupo de rayas de agua dulce más diverso de Europa.
Entre sus logros está haber reproducido especies que no habían criado en España en 40 años.
Lo mismo ocurre con las pirañas, que se han exportado gratuitamente a ciudades como Madrid, Barcelona, Sevilla o Montpellier. Las alianzas existentes con otros espacios de similares características hace, por ejemplo, que el Acuario de Zaragoza cuente con monos titís que se quedaron sin cabida en un grupo de cría en Faunia.
Otro de sus espacios más significativos es la guardería, donde se puede ver diminutas crías de galápago europeo recién nacidas, huevos de cocodrilo o gekkos de solo unos meses de vida.