Úrsula Perona, psicóloga.
Una psicóloga alicantina, alerta sobre el bullying: "Algunas víctimas pueden convertirse después en agresores"
Esta experta habla sobre cómo identificar el acoso escolar y cómo pueden las familias intervenir correctamente: "Un cambio de colegio no es la solución".
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El acoso escolar o bullying es una forma de maltrato entre iguales que impacta profundamente en el desarrollo de niños y adolescentes. No se limita a la agresión física, sino que también incluye humillaciones, burlas y el aislamiento social.
En la era digital, el problema se agrava con el ciberbullying en grupos de WhatsApp y redes sociales, donde se ridiculiza, insulta o se comparten fotos sin permiso.
Con la vuelta al colegio tras el verano, este tema cobra especial relevancia para las familias. Es un momento clave para observar, educar y detectar si los hijos sufren o participan en situaciones de acoso.
Doble víctima
Desde EL ESPAÑOL de Alicante, hemos hablado con la psicóloga infantil Úrsula Perona, quien explica cómo identificar casos de bullying, apoyar a las víctimas y trabajar también con los agresores.
Esta profesional de la salud mental habla de que en el bullying siempre hay dos perjudicados o dos víctimas.
Por un lado, y más evidente, está la persona maltratada y humillada física o psicológicamente, aunque para ella, "el agresor es otra víctima", ya que "si una persona está bien, no necesita hacer todo eso", afirma.
Detectar el bullying
Perona señala que los niños suelen tardar entre seis meses y un año en revelar que están siendo acosados. Por eso la detección precoz es fundamental. Un cambio en el rendimiento académico puede ser la primera señal.
También el aislamiento, la falta de motivación o las conductas de evitación, como no querer ir al colegio.
"Es muy característico que el domingo por la noche, el niño empiece con dolor de barriga, de cabeza o incluso vómitos por la ansiedad que le da pensar en ir al colegio", explica la psicóloga.
Aumento de casos
Perona alerta de un incremento de casos de acoso escolar, con más conductas graves que llegan a agresiones físicas. Sin embargo, insiste en que el bullying va mucho más allá de los golpes.
"Mucha gente no sabe que aislar o dejar de lado también es bullying. No hace falta violencia directa para hacer daño, solo excluir a alguien ya es una forma de maltrato".
El ciberbullying, cada vez más presente, se ve favorecido por el anonimato y la impunidad que ofrecen las redes sociales. "Se crean grupos y perfiles falsos para insultar o chismear sobre compañeros", apunta.
No existe una sola causa, sino una suma de factores. Perona menciona la violencia en videojuegos, redes sociales y en ciertas letras de música, que "contribuyen a una normalización de la violencia".
La psicóloga subraya también el papel de la tecnología y ese anonimato que facilita conductas agresivas entre adolescentes.
Las secuelas en las víctimas
La autoestima es la primera en resentirse. "La víctima suele pensar que el problema es suyo, que hay algo malo en ella", explica Perona.
Además, la pérdida de pertenencia al grupo afecta a una etapa clave de socialización y puede derivar en ansiedad, depresión o dificultades para relacionarse.
La psicóloga advierte de un fenómeno llamativo: "Algunas víctimas de bullying, con el tiempo, se pueden convertir en acosadores".
Lo hacen como venganza, para empoderarse o porque interiorizan la violencia como forma válida de relacionarse.
Los efectos pueden extenderse a la vida adulta si no se interviene a tiempo. La recuperación depende de la personalidad del menor, el apoyo familiar y escolar, así como de las formas de maltrato o el tiempo que ha estado sometido a ellas.
El papel de colegios y familias
Perona considera fundamental que los colegios asuman su responsabilidad. "Falta mucha formación y un plan de prevención adecuado. El que existe ahora es prácticamente burocrático, cuando ya llegas a un extremo".
Las familias, por su parte, deben aceptar que sus hijos pueden ser tanto víctimas como acosadores. "No es cuestión de culpabilidad, sino de ayudarles a reparar el daño y trabajar para que no se repita", apunta.
¿Cambiar de colegio?
La psicóloga desaconseja cambiar a los niños de colegio. "Es como huir del problema. Por mucho que te cambies de ciudad o de colegio, el problema va a ir contigo".
Las víctimas suelen tener dificultades para poner límites, defenderse o pedir ayuda, por lo que esas carencias las acompañarán si no se abordan. Solo en casos extremos o cuando el colegio no actúa adecuadamente, el cambio puede ser una opción.
Detrás del agresor
Perona desmonta la idea de que el acosador es un niño 'malo'. De hecho, muchas veces son niñas o adolescentes y no hay un perfil social concreto.
"Es también un niño que está sufriendo, que tiene problemas en casa, baja autoestima o pocas habilidades sociales para resolver conflictos", subraya.
En determinadas edades, las conductas agresivas pueden formar parte del desarrollo si no se trabajan habilidades sociales, empatía y resolución de conflictos.
La psicóloga recuerda el caso de unos padres que justificaban el aislamiento hacia una compañera de clase, confundiendo amistad con compañerismo. "Las amistades no se pueden forzar, pero el compañerismo sí. Es educar en la convivencia mínima en el aula".
Cómo intervenir
Con el acosador, lo importante es ir más allá del rol y mirar a la persona. "Hay que ver qué le está pasando, si tiene traumas, carencias o si fue víctima de bullying en el pasado", señala Perona.
Con la víctima, el trabajo pasa por reforzar la autoestima, restaurar el autoconcepto y dotar de habilidades sociales. También es esencial sanar las heridas emocionales.
"La autoestima se puede trabajar a nivel terapéutico para mitigar el impacto de estas experiencias", concluye.