A nadie ha sorprendido que Ximo Puig arrincone a quienes ganaron las primarias provinciales del socialismo alicantino. No en vano, su candidata por la ciudad de Alicante, Ana Barceló, ha hecho lo propio sin ni siquiera reunirse con los 'soleristas' de María José Adsuar, pese a que constituyan el 30% de la militancia alicantina. 

En los dos casos se trata de un error si los socialistas quieren ganar las elecciones. Sobre todo, porque el tirón nacional del partido del puño y la rosa en una circunscripción en la que ese factor es decisivo, es cada día más débil con una inflación galopante, la cesta de la compra subiendo y las hipotecas creciendo de forma desmesurada. Al final, el bolsillo del ciudadano puede más que su ideología y son pocos los que viven ahora mejor que en 2019. Por no hablar del caso "Tito Berni", la ley del 'sólo sí es sí' y los desprecios de Pedro Sánchez a la provincia y ciudad de Alicante.

Puig antes podía permitirse el lujo de laminar a la oposición interna. Con las encuestas en un empate técnico sino marcando una victoria del PP, necesitaría un agente electoral en cada militante socialista. Y si prescindes de casi uno de cada tres de los tuyos para hacer campaña mientras que el adversario, Carlos Mazón, ha unido a todo el PP entorno suyo, pareces abocado a la derrota.

Sólo el voto de los alicantinos decidirá el 28 de mayo quién gobernará la Comunidad Valenciana, la provincia de Alicante y las ciudades y pueblos. Pero entre tanto, parece que Puig está más preocupado porque los suyos (él ya no podría) sigan controlando el partido tras la posible debacle, que por echar el resto para ganar las elecciones.

No es extraño seguir esta estrategia. Si el PSPV-PSOE pierde el 28 de mayo la Generalitat, la Diputación y las grandes ciudades de la provincia, serán muy pocos los puestos que cubrir con ese carné político. Y supongo que Puig y sus asesores preferirán que esos puestos recaigan el mismo grupo que ha controlado el PSPV-PSOE desde tiempos de Lerma, con la excepción de los años en los que la fallida alianza entre Jorge Alarte y Leire Pajín trajo aire fresco al socialismo valenciano.

Y enfrente, el PP pugna por seguir movilizando a los suyos. Para los populares es necesario que nadie se confíe y todos acudan a las urnas. Una falsa sensación de que "esto está hecho" es la peor trampa para un partido político. Confianza sí, pero duda también. Qué dos escenarios tan diferentes a menos de 80 días de los comicios.