Generalmente, el año previo a las elecciones suele ser definitivo para aquellos que aspiren a gobernar al año siguiente. Claro que en la actual situación de la Comunidad Valenciana no sabemos muy bien si este será el año electoral o el presidente Ximo Puig decidirá agotar el mandato y hacer coincidir las autonómicas con las municipales de 2023.

Desde el punto de vista sanitario, en plena sexta ola de la pandemia, creo que todavía es pronto para saber la opinión de los ciudadanos de la Comunidad Valenciana respecto a la gestión que ha hecho el PSPV-PSOE de una crisis que dura ya casi dos años. Y el desgaste de la oposición, fundamentalmente PP y Cs, ha sido mínimo porque todas sus críticas han sido ajustadas.

Es cierto que las vacunaciones han ido razonablemente bien pero ni se ha atajado la pandemia ni nos podemos sentir muy orgullosos de los contagios entre los sanitarios, de cómo se ha tratado a los profesionales contratados para el refuerzo de los servicios o incluso de gastos excesivamente elevados como la millonaria construcción de carpas que no han servido para nada y se volaban con el viento.

La gente está muy harta, y cuando cunde el desánimo y el pesimismo, quienes son el blanco de las críticas son los que gobiernan. A veces el elector se muestra muy conservador en las crisis, pero la mayor parte de las veces vota cambio. No porque el que esté lo haya hecho mal, simplemente porque se convierte en el chivo expiatorio de la decepción.

La Comunidad Valenciana lo ha hecho tan bien y tan mal como el resto. Pero aquí estamos, en enero de 2022 cuando creíamos que lo malo había pasado, con casi 30.000 nuevos contagiados "confirmados" (y los que no lo han comunicado) y más de 8.000 muertos desde marzo de 2020. Si alguien ve en estos datos motivos de optimismo, que se lo haga mirar.

Puig ha estado de mirando de reojo a Madrid a en todo este tiempo. Para hacer lo contrario de que hacía Ayuso y pasado este tiempo sólo se pueden sacar dos conclusiones: la presidenta madrileña barrió en los comicios y desde el Gobierno central, el socialista Pedro Sánchez ha sucumbido en su pulso con la madrileña adoptando su estrategia contra la pandemia. Puig, ha sido el siguiente.

La convivencia con el virus, de modo que no lastre la economía de Ayuso se ha convertido en dogma en toda España, al menos hasta el momento. ¿Puede presentarse Puig a una campaña electoral como el valedor de las restricciones que fue?, ¿el que impuso los primeros y más largos toques de queda?, ¿el que cerró los comercios a las 18 horas?, ¿el que decretó cierres perimetrales sin sentido?, ¿el que ahogó al turismo, la hostelería y el ocio?

Es más, ¿cómo llegará a sus propias elecciones cuando el PP revalide sus victorias Andalucía o Castilla y León, como todas las encuestas parecen predecir?, ¿le vienen bien unos comicios adelantados en los que se convierta en el foco informativo de toda España o preferirá diluirse en la maraña de las municipales? El curso político de 2022  será decisivo.