Empecé mi trayectoria como periodista en el año 2000. Mucho ha llovido desde entonces y mucho ha cambiado la profesión en sus formatos. En una redacción provincial de alrededor de 20 “plumillas” y “fotoreporteros”, en aquel entonces sólo contábamos con un ordenador con acceso a Internet. Nos teníamos que turnar para poder hacer cualquier búsqueda. Los teletipos se recibían en una impresora de papel continuo que tratábamos de economizar al máximo. El uso de teléfonos móviles era escaso y caro. Esperábamos a llegar a la redacción para llamar a las fuentes. Las tarifas planas eran una quimera.

Los corresponsales dictaban sus crónicas al redactor de comarcas, uno tras otro, como en bucle. Se llenaban páginas y páginas. O enviaban sus carretes de fotos en el autobús de línea y había que ir corriendo a recogerlos a la estación a última hora de la tarde. Luego había que revelarlos o mandarlos revelar en una tienda cercana.

A mí me tocaba parte de ese tedioso trabajo compartido: “picar” en el ordenador los artículos de opinión que llegaban por fax. Cuando el primer escáner pudo reconocer algo de los textos procedentes de una máquina de escribir pensé en lo cerca que estábamos de Blade Runner.

Afortunadamente en apenas dos años el panorama tecnológico cambió mucho. Y con esa transformación surgieron los diarios gratuitos. Cuatro, de grandes grupos. Y junto a ellos, una infinidad más que pertenecían a propietarios locales de toda la provincia. Además, en un lustro Alicante contaba ya con cuatro cabeceras provinciales de grupos mediáticos de ámbito autonómico y otras tres ediciones de diarios nacionales. A ellas se sumaban emisoras de radio y televisiones de todo tipo.

En el contexto de aquel auge informativo, todos teníamos nuestra opinión acerca del futuro del “periodismo local”. No faltaban quienes siempre creían saber qué era “lo que le interesa a la gente”. Y eso nunca se identificaba con la política o la economía, las secciones que habitualmente abrían los diarios. A la “gente”, decían, le interesaba lo cotidiano y cuanto más cercano, mejor: la acera rota, la historia de la vecina, la farola fundida. El resultado de aquel “nuevo periodismo” fue la práctica desaparición de muchos medios. Los blogs y las redes sociales sustituyeron a los periodistas en esa necesidad por relatar lo cotidiano.

Ahora estamos en el punto y final, o en el punto y aparte, de esa gran transformación. El papel parece tener sus días contados. La pandemia global le está poniendo la puntilla. Pero aunque han mutadolos formatos, sigo creyendo en la vigencia de las esencias de una profesión que no ha cambiado tanto en las últimas dos décadas. Ni en los dos últimos siglos.

La información veraz, contrastada y valiente; la interpretación y el análisis sosegado; las historias singulares bien narradas; las crónicas esclarecedoras sobre lo sucedido; la fiscalización de las actuaciones y gestión de quien ostenta el poder; o la denuncia ciudadana que da voz a quien no es escuchado en otros ámbitos, continúan siendo igual de necesarias, igual de demandadas.

EL ESPAÑOL se ha convertido en sus cinco años de historia en el diario nativo digital más importante de España haciendo todas esas cosas. “Digital, plural, libre, indomable, universal, innovador, tuyo”. Un “león” informativo con 30 obsesiones que huyen de los dogmas de cada una de esas “dos Españas” que pugnan por distanciarse. Un “puente” frente a las brechas. Un instrumento para combatir la demagogia y las imposiciones mentales.

Y ahora, cuando el panorama periodístico alicantino languidece en uno de los peores momentos de su historia reciente por la confluencia de una crisis estructural de formatos con la crisis coyuntural de la pandemia, EL ESPAÑOL apuesta por esta provincia.

DE ALICANTE es un diario web moderno que pretende extender ese modelo informativo en el ámbito de la provincia. Un territorio con muchos problemas pero también con muchas posibilidades. Es el primero y el único de ámbito nacional que por ahora que apuesta por crecer donde otros han decido retirarse. En Alicante habitan casi dos millones de personas. Tiene un importante peso turístico y de servicios en el PIB nacional. Cuenta con industrias tradicionales que combinan una larga historia de éxitos con las dificultades y potencialidades de la transformación tecnológica y digital; y también con un sector agroalimentario del que enorgullecerse. Dos universidades públicas, una extensa red cultural... podría seguir y seguir.

Quienes formamos esta primera redacción de DE ALICANTE -Sergio Sampedro, Emilio Martínez, Miquel Hernandis, Andrea Reinosa y Adelaida Valero, como directora comercial- no pretendemos erigirnos “inventores” de nuevos modelos de comunicación. Nuestro único reto es hacer periodismo: informar, narrar y analizar. En un nuevo medio que tiene la experiencia compartida de EL ESPAÑOL, como cabecera nacional, y QUINCEMIL, como la apuesta de éxito del periodismo local más importante de los últimos tiempos. Un periodismo sin lastres ni hipotecas del pasado. Un periodismo ajustado a una nueva realidad social que ha dado lugar a nuevos formatos. También tuyo.