David Uclés, este miércoles en la plaza del 25 de mayo en Alicante.

David Uclés, este miércoles en la plaza del 25 de mayo en Alicante. M.H.

Cultura

La novela que revoluciona la guerra civil con realismo mágico vuelve a Alicante: "De los lugares más espirituales"

David Uclés sorprende con una saga familiar que presenta en la última ciudad que cayó de la Segunda República.

22 mayo, 2024 06:07
Alicante

El realismo mágico que usa David Uclés para contar la guerra civil en La península de las casas vacías llega a Alicante este miércoles. Su autor presenta una novela firme candidata a lo mejor del año en la última ciudad que vio caer la Segunda República.

El retrato que hace de su familia y de la guerra en La península de las casas vacías (Siruela) le han llevado a recorrer muchos espacios clave del conflicto. Y aún recuerda su visita a la ciudad desde la que zarpó el Stanbrook: "Fui a la bocana del puerto, me senté allí y cerré los ojos y me tiré como media hora imaginando lo que habían sufrido los republicanos cuando ya veían que no venía ningún buque a por ellos y que terminaba la guerra, que estaban un poco entre la espada y la pared, y que muchos se suicidaron. Fue de los lugares más espirituales".

La emoción que transmite al describir ese episodio es solo una pequeña muestra de la apabullante exhibición que realiza en su libro. Un proyecto al que dice que ha dedicado quince años de su vida y que nació con la idea de "honrar la memoria de mis familiares y de muchos otros que perdieron la vida durante la guerra". Este miércoles a las 19 horas lo analizará en la librería 80 Mundos y demostrará, de nuevo, porque este no es otra novela sobre la guerra civil.

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"Yo quería solamente que la memoria de mi abuelo no se perdiera", asegura recordando el año 2009. En aquel entonces "no sabía muy bien qué hacer con esa historia: si hacer un libro de relato y entregarlo a mi familia, y ya está". Pero "fueron pasando los años, escribí otras cosas, descubrí el realismo mágico en mi pulso y me sentí cómodo".

Aquel era un reto que le excitaba: utilizar el realismo mágico para contar toda la guerra sin herir al lector, sino que lo disfrutara, y no pensara que estaba frivolizando sobre la cuestión. Y a eso se entregó de tal manera llenando cada página con sorprendentes imágenes, como las paredes desgastadas por la mirada de un personaje o el bancal en que han tallado los instrumentos de un cuarteto de cuerda.

La libertad con que lo hace nace de que "nadie estaba esperando ese texto", así que "hacía lo que yo quería". El único freno llega con el "respeto hacia los personajes históricos" donde "intento que la historia de cada personaje sea la que ocurrió" aunque juegue con la invención, como cuando pone a Alfonso XIII a limpiar lámparas sin parar.

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Y ese es el tono en el que atrapa al lector porque "el exceso imaginativo" era lo que tenía claro que debía ser apuesta. Hasta el punto de que "si me dejaran el manuscrito un mes más, aumentaría el realismo mágico, la carga imaginativa, porque yo lo disfruto". Una opción que no llegaría por falta de ello, "mi intención era que en cada página hubiera una metáfora como un cuadro de Magritte, algo así que invirtiera la lógica, que jugara con el dolor, con la forma, con ese surrealismo".

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