El cubano Gustavo Ramírez.
Las mil vidas de Gustavo, el exmercenario, preso y misionero cubano que vive en Alicante: "Salir del país era muy difícil"
El latinoamericano combatió en África, estuvo preso en Macedonia y tuvo que sobrevivir en los montes de Serbia antes de poder establecerse en la ciudad.
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Ha matado y ha estado a punto de morir, ha sido cristiano y musulmán y ha dormido entre rejas y en tumbas. El cubano Gustavo Ramírez ha vivido una vida rocambolesca llena de cicatrices que le han hecho vivir cinco vidas a sus 64 años.
Tras acompañar a su mujer al bus, una de las 12 que ha tenido en su vida, se sienta en una terraza de la Rambla de Alicante a condensar una vida que, cuando parece enderezarse, se retuerce, rompe, bifurca y entrelaza en desgracias y aventuras propias de la ficción.
Ahora se encuentra en situación de vulnerabilidad, con problemas para asentarse en una vivienda con su familia, una tónica que le ha acompañado a lo largo de su biografía.
Con su acento marcado y ritmo ágil, comienza a explicar su historia mientras muestra fotografías en su móvil para respaldarla. Nació en la ciudad de Matanzas y, a los 20, ya estaba empuñando un arma.
"Fui mercenario. Aunque era un servicio militar en el que te reclutaban y te enviaban a países para apoyar en conflictos", recuerda.
Durante dos años estuvo en Etiopía y luego en Angola, combatiendo contra guerrillas locales. "Me seleccionaron para la primera línea. Me dieron balazos, pero de la cabeza estoy bien, no estoy traumatizado", asegura.
A la pregunta de si ha quitado la vida a otro ser humano, responde con naturalidad. "Disparé, claro. Me metieron dos años de un consejo de guerra por matar a cinco angoleños cuando estaban en el momento de la oración".
"No éramos militares profesionales, éramos reclutas forzados. Si no vas, te meten preso. Yo, por ejemplo, manejaba tanques blindados", apunta.
Gustavo en la Rambla de Alicante.
Una vez terminado su bautismo de sangre, volvió a la normalidad, aunque la muerte le seguiría de cerca.
Comenzó a meterse en el negocio del turismo hasta que un accidente mortal de un turista con uno de sus coches le puso a las puertas de cinco años de cárcel.
Llegada a Alicante
Gracias a un contacto, consiguió llegar a Madrid y de ahí a Alicante, ya con 44 años. "Antes, salir de Cuba era muy difícil, sobre todo en 2003. Pero ahora hay más oportunidades, muchos visados libres para Latinoamérica, Serbia, Moscú, Montenegro…"
Para ganarse la vida, Gustavo —que, como los problemas, ha estado rodeado de mujeres toda su vida; tiene 14 hijos y 7 nietos de 12 esposas— comenzó a trabajar como jardinero de manera autónoma y a ganarse la vida como podía mientras conseguía papeles.
"Me busqué la vida como pude porque no encontraba trabajo legal. Hasta que conseguí la residencia por cinco años. En ese tiempo me hice autónomo, monté un negocio de jardinería. Empecé a hacer las cosas bien. Antes, sin papeles, era imposible. Pero nunca robé ni vendí droga ni nada de eso", sostiene.
Muchas de sus relaciones, reconoce, eran por convivencia, pues buscaba una casa donde poder quedarse. "Aguantaba que mujeres mayores pasearan al cubano para poder tener dinero".
En una de sus tormentosas relaciones, vivía con una mujer que regentaba un piso de prostitución y, ante una redada sorpresa, Gustavo se enfrentó a los agentes.
"Les amenacé y les dije que les iba a matar, y ellos me acusaron de estar relacionado con terroristas. Eso me puso en la lista roja en Europa", cuenta el cubano.
Vuelta a Europa
Al volver a Cuba por la muerte de su padre en 2017, no podía regresar a Alicante por el enfrentamiento con los policías. Tras un intento fallido de entrada a Europa por Moscú, tiró de ingenio.
"Me hice religioso cristiano para ir como misionero. Estudié tres meses la Biblia en una parroquia de La Habana y fui a Moscú", cuenta.
Certificado de misionero.
"Allí me quedé una semana, porque si no se iba a notar mucho que quería llegar a Serbia para entrar luego a Europa. Tras otra semana en Montenegro, llegué al aeropuerto de Serbia".
"Allí, al pasar el pasaporte, salían unas letras que decían 'Tirano', que significa cubano, y te mandaban de vuelta a Cuba. Pero yo me quedé el último y, cuando me dijeron 'tú no, tú tirano', yo les dije: 'Tirano no, cristiano'. Y saqué mi documento de misionero y la Biblia más grande que encontré en Cuba".
Entrada
Una vez dentro de Serbia, su destino era Rumanía, donde tenía una hija y podía conseguir documentación.
"Serbia es un país donde hay mucho migrante y tiene las fronteras muy vigiladas. Me quedé unos días ideando mi ruta y comencé a andar hacia Rumanía por campos de girasoles. Hasta tuve que dormir en una tumba para que no me vieran los drones de la policía fronteriza", resalta.
Musulmanes rezando en un campo de refugiados de Serbia. Cedida
Pero justo cuando iba a entrar en la frontera, los agentes lo descubrieron y le pegaron una paliza de la que tardó ocho meses en recuperarse en un campamento.
"Allí tuve que convertirme al islam porque había muchos musulmanes que mataban a cristianos. Vi muchos cadáveres por los montes".
Gustavo con otros migrantes en los montes de Serbia. Cedida
Así, recuerda cómo unos musulmanes le intentaron robar el dinero haciéndolo agarrarse a un tren y tuvo que defenderse empujando a uno a las vías. "Se le cortó una pierna y la cabeza", especifica.
Para demostrarlo, muestra una foto en su móvil donde se ve al migrante mutilado, demasiado explícita para ser publicada.
Finalmente, entró a Espacio Schengen por Grecia, pero antes pasó por Kosovo y fue detenido en Macedonia unas semanas. Tras otra etapa de penitencia, llegó a Atenas y comenzó su camino de vuelta a Alicante después de años de travesía.
"No dejan pasar a los cubanos, pero yo pude porque porque tenía libro de familia español, aunque había perdido el DNI", resume.
Su celda en Macedonia. Cedida
Según Gustavo, llegó a España por el aeropuerto con un traje y un maletín y entró supuestamente en busca y captura por la alerta que pesaba sobre él, sin llamar la atención de los agentes, con un aspecto totalmente diferente del que tenía al partir. Al tiempo, asegura, ganó el juicio contra el policía que lo acusó.
Ahora trata de rehacer su vida de una vez por todas y establecerse en la ciudad definitivamente, sin tentar a la suerte una vez más.