Svitlava Balanova y su primo Mykolay Teterya.

Svitlava Balanova y su primo Mykolay Teterya. Cedida

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Svitlava, ucraniana en Alicante, busca ayuda para su primo tras perder un brazo en la guerra: "Sobrevivió de milagro"

El soldado Mykolay Teterya trata de rehacer su vida con la ayuda de su familia tras ser herido en el campo de batalla en la guerra contra Rusia.

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Apoyado sobre un árbol en medio del campo de batalla, con un torniquete en el brazo y múltiples heridas causadas por el impacto de un proyectil ruso, las posibilidades de que el soldado ucraniano Mykolay Teterya saliera del frente eran casi nulas. "Sobrevivió de milagro", señala su prima.

La suerte, o mala suerte, de este técnico de mantenimiento al que la guerra de Ucrania obligó a cambiar su uniforme de trabajo por el militar, le llevó a salvar la vida, pero a tener que rehacerla de nuevo sin su brazo izquierdo.

Su prima Svitlana Balanova, junto con su hija Anastasia —quien le traduce y le ayuda a contar la historia de su familiar—, explica que su primo fue herido gravemente hace unos meses en una batalla y auxiliado por un joven soldado. Un héroe anónimo que aguardó con él toda la noche a la espera de refuerzos.

"El chico era jovencito y mi tío es grandote, así que no podía llevarlo. Varios soldados dijeron después que la gente que es herida de tal forma no suele salir viva del campo de batalla", destaca Anastasia.

Según narran, tenía trozos de metralla incrustados en el cuerpo a causa de la bomba, la mina o el proyectil que le impactó, ni siquiera recuerda qué fue. "Solo sabe que, cuando se despertó, no tenía la mano", añade.

Tras ser trasladado al hospital de Kyiv y después de varias operaciones, contra todo pronóstico, salvó la vida.

Mykolay Teterya antes de ser herido en combate.

Mykolay Teterya antes de ser herido en combate. Cedida

Ahora él y su mujer viven en un pueblo en condiciones precarias por los bombardeos. Su mujer, que se dedicaba a la enseñanza infantil, perdió su trabajo tras ser bombardeada la escuela en un ataque aéreo.

Sin ingresos, sin recursos y con un gran camino por delante, se están enfrentando a "días oscuros", resume Svitlana. Ahora, buscan apoyo para ayudarle a conseguir una prótesis y poder pagar los gastos de su rehabilitación.

Para poder reunir el dinero han comenzado una campaña solidaria con la que esperan reunir los 10.000 euros que creen que necesitará Mykolay para rehacer su vida.

"Vive en un pueblo donde no hay hospitales ni centros especializados. Para recibir tratamiento, tiene que desplazarse a una ciudad, alquilar un piso, acceder a una prótesis y hacer rehabilitación. Todo eso cuesta mucho dinero", comenta la sobrina del soldado.

"Se supone que hay ayudas, pero como hay tanta gente en su situación, hay listas de espera larguísimas. Primero reciben asistencia quienes han perdido ambas piernas, por ejemplo", sostiene.

Guerra

Mykolay no es el único familiar que ha pasado por el frente. Cuatro parientes han tenido que enfundarse el uniforme. Y aunque llevan viviendo 17 años en Alicante, ellas también han sido, en parte, víctimas de la invasión rusa.

Su casa, ubicada en un pueblo entre Mykolaiv y Odesa, al sur de Crimea —zona que estuvo ocupada por los rusos— fue destruida por el ejército invasor al principio de la guerra.

"Ya no existe. Hace mucho tiempo que no vamos, pero nos mandaron fotos y vídeos. Ver la casa donde crecí sin techo, sin paredes... fue un golpe. Pero también sabíamos que no íbamos a volver, porque tenemos nuestra vida aquí", sostiene Anastasia.

Desde la distancia, observan cómo el calendario avanza y la situación en Ucrania no progresa, incluso queda relegada a un segundo plano mediático ante nuevas guerras y conflictos.

Svitlana asegura que están "siempre esperando malas noticias. Estoy en contacto con un primo más joven con quien siempre fui muy cercana. Nos hablamos a menudo para estar pendientes de la situación".

Sin embargo, confiesan que, con el paso de los meses y los años desde que comenzara en 2022, se han ido blindando de la información que llega, y que tras unos primeros meses de ayuda solidaria con Cruz Roja, ahora viven su vida a la espera de que otros decidan el final de la contienda.

"Está pasando tanto tiempo... Es como la gente de allá, ya nadie va a los refugios. Mi tía de Odesa nos cuenta que ya no baja aunque estén bombardeando porque no pueden vivir siempre así", concluye Anastasia.