El "importante plan de refuerzo" que ha anunciado este domingo Pedro Sánchez para mejorar el desempeño de los alumnos en Matemáticas y comprensión lectora sólo puede ser entendido como un reconocimiento tácito del fracaso de la Ley Celáa.
Sánchez ha adelantado que el Ejecutivo destinará una partida presupuestaria, que podría superar los 500 millones de euros, a los estudiantes desde 3º de Primaria hasta 4º de la ESO. Pretende bajar la ratio de alumnos por aula, dotar de profesores de refuerzo a los alumnos con mayores dificultades, y aprobar un plan de formación para el profesorado.
No deja de ser irónico que este refuerzo de la enseñanza venga tras años de haber rebajado el umbral de exigencia al alumnado. Que la ley educativa de su Gobierno se ha traducido en un declive de la calidad lectiva parece probarlo igualmente que el plan de Sánchez contemple suplementar también las competencias de los profesores.
Es difícil no darle la razón al PP cuando afirma que "Sánchez asume las carencias de su modelo". Uno que "consagra la ley del mínimo esfuerzo" al "permitir al alumno pasar de curso con asignaturas suspensas y sin adquirir los conocimientos necesarios".
Aunque tarde, es una buena noticia que el PSOE se haya abierto a revisar la orientación de su paradigma de enseñanza.
Dirimir si, como le acusa el PP, Sánchez ha calcado o no su propuesta de mejora a la oposición es una cuestión secundaria. Si bien es cierto que la Proposición No de Ley que Miguel Tellado registró hace diez días recogía afianzar "las materias instrumentales como las Matemáticas, las Ciencias y las Humanidades". Así como la facilitación de clases de refuerzo en Matemáticas y comprensión lectora y reducir la ratio.
Lo que está claro es que la iniciativa del presidente no se entiende sin el hundimiento de las medias de nuestros alumnos en el último informe PISA de 2022, publicado el pasado diciembre. España, que ya venía de registros malos desde 2012, obtuvo el peor resultado de la historia en la asignatura de Matemáticas y los segundos peores en Lectura y Ciencias.
La década perdida en la educación española, en la que nuestro país ha sido incapaz de salir de la zona media-baja del ranking internacional, obliga a Sánchez a aprender la lección.
Más allá del duro golpe que asestó la pandemia en los resultados de los alumnos españoles, así como el impacto negativo que parece tener la distracción a cuenta de la tecnología móvil en las aulas, el principal factor explicativo del deterioro de la enseñanza hay que buscarlo en un modelo pedagógico basado en modernas teorías educativas erradas.
Es el modelo de la "educación emocional", cifrado en la adquisición de "competencias", y que margina el aprendizaje memorístico. Ha quedado acreditado el fracaso de esta ideologización de la enseñanza, que apoyándose en criterios torpemente caritativos, destinados a evitar la la repetición de curso para que nadie se quede atrás, ha acabado arrinconando el principio del mérito, desincentivando el esfuerzo y castigando la excelencia.
Pero el paupérrimo desempeño de los alumnos españoles es también consecuencia de la inestabilidad del sistema educativo, fruto de una sucesión constante de cambios legislativos en virtud del color político del Gobierno de turno. Se necesita un gran pacto de Estado por la Educación que revierta la inquietante tendencia a la baja de los resultados escolares.
Si el presidente, como afirma, ha tendido realmente la mano al PP para llegar a nuevos acuerdos tras el pacto para reformar la Constitución de la semana pasada, ahora tiene una nueva oportunidad para hacerlo.
Los alumnos españoles merecen que se corrija el rumbo de la enseñanza con un pacto educativo que adopte un nuevo enfoque pedagógico, que defina un currículo común sin sesgo ideológico y que establezca criterios objetivos de evaluación.
Esto sólo será posible si se constituye una comisión independiente con especialistas en las distintas materias que elabore los planes educativos y los métodos pedagógicos, en una ley consensuada con la comunidad educativa, las familias y el resto del arco parlamentario.