Con un “¿de qué van?” pidió este martes las sales Mónica Oltra cuando conoció la contraoferta del PSOE a los treinta puntos del Acuerdo del Prado para una coalición de gobierno a la valenciana. En cierta manera se entiende su frustración. El Acuerdo del Prado es el mejor resumen posible de ese minúsculo batiburrillo de banalidades, simplismos y vaguedades que defienden desde hace dos o tres años las llamadas “fuerzas por el cambio”. Desde el “reconocimiento” de una hipotética deuda “histórica” que el Estado tiene con unas comunidades autónomas que apenas cuentan con treinta y ocho años de vida hasta “la reforma” de un sistema electoral que por contemplar podría contemplar desde el voto censitario hasta el asambleísmo a mano alzada.

“Dos folios con titulares y medidas sin cuantificar”: así calificó la propuesta de Compromís José Manuel Villegas, de Ciudadanos. Tiró largo. Maquetado por un diseñador gráfico habilidoso, el programa electoral de la nueva izquierda cabe en una postal de 10 x 15 centímetros. Y aún sobra espacio para un unicornio.

Con esa postal va a presentarse a las próximas elecciones generales el bloque de izquierdas formado por Podemos, IU y las distintas confluencias. Con eso y con el soniquete de la negativa del PSOE a pactar un gobierno “de cambio”. Es decir a suicidarse políticamente. No hay político en España al que se le transparente más el instinto de caza que a Pablo Iglesias, que es capaz de olfatear a un socialdemócrata español en descomposición con la misma habilidad con la que los tiburones tigre olfatean una parte de sangre en cien millones de partes de agua. Como en el viejo chiste, si se encierra en la misma habitación a Mariano Rajoy, Albert Rivera y Pedro Sánchez, y se le da una pistola con dos balas a Pablo Iglesias, el secretario general de Podemos le pega dos tiros a Sánchez.

Al igual que en el trailer de avance de la sexta temporada de Juego de Tronos, el de la segunda temporada de las elecciones generales 2015-16 insinúa algunos conflictos interesantes. El primero, el del anunciado pero difícil sorpasso de Podemos al PSOE. El segundo, el de la suma de diputados de PP y Ciudadanos, quizá suficiente para un gobierno de centroderecha. El tercero, el de esa más que probable coalición entre PP y PSOE en el caso de que a) Podemos supere a los socialistas o en el de que b) los resultados electorales no alteren el equilibrio de fuerzas de las pasadas elecciones. También el del nombre del futuro presidente de Gobierno, que quizá no sea ni el de Mariano Rajoy ni el de Pedro Sánchez.

Pero para drama, el de Mariano Rajoy, que parece haber disfrutado más de estos cuatro meses de presidente en funciones que de los cuatro años anteriores como presidente con todas las de la ley. A fin de cuentas, durante las últimas semanas ha disfrutado de toda la fanfarria presidencial sin ninguna de las responsabilidades asociadas al cargo. Cualquier día este hombre va e inventa sin que se note el título de expresidente en funciones.