Niños palestinos pidiendo comida en una cocina benéfica en Rafah

Niños palestinos pidiendo comida en una cocina benéfica en Rafah Reuters

Oriente Próximo

La crisis humanitaria en Rafah lleva a Egipto a impulsar otro plan de paz con Israel, EEUU y Qatar

Hamás pone como requisito previo a cualquier tregua que Israel retire sus tropas mientras que el Estado hebreo lo entiende como una rendición.

14 febrero, 2024 03:16

Tras el éxito del rescate de dos de los rehenes aún en manos de Hamás el pasado lunes en Rafah, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu volvió a avisar en el día de ayer de la necesidad de establecer "corredores humanitarios" para los civiles hacinados en la ciudad fronteriza antes de que se produzca un inminente ataque. La noticia fue recibida con indignación y escándalo por la comunidad internacional: la ONU afirmó que no iba a encargarse del desplazamiento de cientos de miles de personas de un día para otro, dejando la responsabilidad en manos del ejército hebreo.

Nadie sabe exactamente cuánta gente puede haber ahora mismo en Rafah. En rigor, junto a Deir El Balah y el campamento de refugiados de Al Mawasi, es el único lugar seguro en toda la Franja para los cientos de miles de desplazados. Familias enteras que abandonaron sus hogares en Gaza City para refugiarse en Jan Yunís por orden de Israel y que después tuvieron que irse de Jan Yunís a Rafah también por mandato de las fuerzas ocupantes. Las estimaciones van desde el medio millón al millón y medio de palestinos en un espacio de 151 kilómetros cuadrados, el equivalente a la ciudad de Zamora.

A este hacinamiento hay que añadirle las condiciones penosas en las que viven los desplazados. No hay apenas ayuda humanitaria y la que llega es inmediatamente requisada por los batallones de Hamás. La desesperación es absoluta y se teme que un ataque por tierra, unido a los bombardeos que ya se producen diariamente sobre la ciudad, provoque tal catástrofe que los palestinos tengan que huir en tromba hacia la frontera con Egipto, donde el ejército de Al-Sisi podría verse desbordado.

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Buscando la rendición de Hamás

Ante esta situación límite, el presidente egipcio ha convocado en El Cairo al jefe del Mossad y al de la CIA junto a delegaciones de Estados Unidos y Qatar para negociar las condiciones de una posible tregua. Por lo que se ha filtrado de estas negociaciones estamos ante la misma propuesta que los egipcios llevan poniendo sobre la mesa regularmente desde hace casi tres meses: seis semanas de alto el fuego con la voluntad de convertirlo en permanente, intercambio de prisioneros palestinos en cárceles israelíes por el de rehenes israelíes en territorio palestino y retirada de las IDF de la totalidad de la Franja de Gaza.

El problema de esta propuesta ha sido siempre el mismo: Israel y Hamás están de acuerdo en las seis semanas de tregua para dejar entrar la muy necesaria ayuda humanitaria y coinciden también en la conveniencia del intercambio de prisioneros por rehenes. Toda la negociación se viene abajo sistemáticamente cuando se toca el punto de la retirada de las tropas. Hamás lo ve como un requisito previo a cualquier compromiso mientras que Israel lo entiende como una rendición y un peligro a su seguridad, pues teme que, en cuanto sus tropas se retiren, Hamás se rearme y recupere todo el terreno perdido.

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¿Qué puede cambiar esta vez? Precisamente, la desesperación. Entre la espada y la pared, Hamás ha mostrado su voluntad de participar en el proceso a pesar de ser conscientes de que Israel no va a aceptar en ningún caso una retirada total de tropas y que, como mucho, se conformaría con la creación de una zona de seguridad que impidiera ataques como el del 7 de octubre. Otra cosa es que esa voluntad, como siempre, acabe torciéndose si las condiciones no les favorecen.

Aun así, Israel cree que esta vez será diferente. En otras palabras, cree que Hamás va a rendirse y que bastará con la amenaza de atacar Rafah para conseguir esa rendición. Cuando Netanyahu insiste en que Rafah es el último bastión de Hamás, acierta. Entre esos cientos de miles de palestinos que se amontonan buscando agua, comida y techo en la frontera con Egipto, obviamente tiene que haber miles de terroristas que también se han visto obligados a huir hacia el sur. Si Hamás tiene el más mínimo aprecio por la vida de sus militantes y de los civiles a los que dice defender, lo lógico es que trate de llegar a un acuerdo casi a cualquier precio.

Un grupo de palestinos abandona Rafah ante el temor de un ataque israelí

Un grupo de palestinos abandona Rafah ante el temor de un ataque israelí Reuters

Hezbolá no negocia

Dicho esto, esa no ha sido la actitud de Hamás hasta ahora. Hamás se ha servido de toda la infraestructura civil para librar su guerra contra Israel. No sabemos cuántos de sus líderes están ahora mismo tranquilamente en el extranjero o en túneles fuera del alcance de las bombas de las IDF. Hamás ha sido derrotada en Gaza City, lo está siendo en Jan Yunís -siguen las escaramuzas en torno al Hospital Nasser- y probablemente lo será en Rafah… pero eso no ha variado ni un ápice su discurso.

La postura, tanto de la banda terrorista suní como de los chiíes de Hezbolá, sigue siendo la defensa de la retirada completa de tropas. De hecho, Francia se ha descolgado este martes con una propuesta de paz en Líbano para que Hezbolá respete el acuerdo de paz de la ONU de 2006 y retire sus tropas de la frontera norte de Israel… y al líder de la banda terrorista libanesa, Hasan Nasralá, le ha faltado tiempo para contestar públicamente que toda negociación será posterior a la retirada de tropas de Gaza.

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Comoquiera que tanto Hezbolá como Hamás están patrocinadas por Irán, hay que considerar como muy relevante la reunión que ha mantenido hoy en Doha una delegación iraní con las autoridades qataríes. No se sabe de lo que han hablado, pero es imposible que la rendición de Hamás no haya sido uno de los puntos tratados. Si esta es deseable para ambos países, si es factible (es decir, si los mandos terroristas obedecerían) y en qué términos se puede producir sin perjudicar por un lado la causa del pueblo palestino (objetivo menor) y por otro lado el dominio político-religioso en la zona de ambas naciones frente a Arabia Saudí (su gran meta).

La desazón estadounidense

En medio de todo esto, queda Estados Unidos. Durante cuatro meses ha sido incapaz de frenar a su gran aliado, Israel, pese a las continuas advertencias y reprimendas públicas. También ha sido incapaz de que otro de sus aliados, Qatar, convenza a Hamás de la liberación de los rehenes. En todo momento, ha confiado en la racionalidad de ambas partes, pero dicha racionalidad ha brillado por su ausencia. Así, hasta este momento en el que, en cualquier momento, se puede producir un ataque sobre Rafah que provoque el caos en toda la región.

El presidente Joe Biden y el rey de Jordania, Abdalá II, se reunieron este martes en la Casa Blanca para dar imagen de unidad. Pero ¿unidad ante qué? ¿Ante los desmanes de Israel? ¿Ante la amenaza terrorista iraní? ¿Ante la mencionada ausencia común de racionalidad? Puede que, efectivamente, Netanyahu tenga razón y las amenazas militar y humanitaria sean de tal calibre que a Hamás no le quede otra que rendirse bajo las condiciones israelíes. También puede ser que esté equivocado y que Hamás resista en sus túneles, ajenos a todo lo que pase sobre tierra. En ese caso, el desastre está servido.