Este viernes la historia de una pequeña siria que nació con una herida de metralla en la frente en la castigada ciudad siria de Alepo ha mostrado hasta dónde llegan los horrores de una guerra que se prolonga desde marzo de 2011. Amel, que significa “esperanza” sobrevivió, también su madre a pesar de que la metralla de un bombardeo le hubiera perforado hasta el útero.

Los datos de la infancia en Siria son demoledores: 2 millones de niños en Siria ya no van a la escuela, algunos de ellos desde hace dos o tres años, una de cada cuatro escuelas ha sido destruida o se está usando como albergue y hay 3,5 millones de menores desplazados dentro del país.

En algunos casos van a la escuela en contenedores de obra, la solución temporal que ha encontrado Unicef para montar aulas en las que los niños puedan intentar seguir aprendiendo, un proyecto de escolarización en el que se encuentra inmersa ahora la organización con el inicio del curso escolar también allí, en Siria. “Estamos viendo una falta de respeto en este conflicto a las escuelas y los centros de salud, que están protegidos por el derecho internacional y están siendo atacados”, lamenta la directora de emergencias de Unicef España, Blanca Carazo, en conversación con EL ESPAÑOL. “Incluso en los sitios donde hay escuelas, los padres tienen miedo, por los ataques”.

La organización también ha habilitado “espacios amigos de la infancia” para la distensión de los pequeños, donde reciben atención psicosocial y refuerzo escolar además de poder jugar “tratando de que sean hogares seguros y se puedan olvidar de la guerra”. Lamentablemente, cuenta Carazo, hace escasas semanas, un bombardeo segó las vidas de 18 menores, seis de ellos se encontraban en una de las aulas habilitadas por la organización. “Hay una serie de violaciones graves de derechos humanos y de los niños que se están produciendo”, denuncia. Y lo peor: “Algunos niños se dedican a recoger restos de balas para luego vender el metal, otros son reclutados por grupos armados”.

“Es una guerra que está trastocando completamente y poniendo en peligro las vidas y el futuro de toda una generación”, sentencia Carazo. “Un niño que deja de ir a la escuela, hay algunos que llevan dos-tres años sin ir, lo tienen más difícil para volver a la educación y pone mucho más difícil su futuro”.

Hay tantos desplazados, que se rompen las tuberías

El conflicto está repartido por todo el país, aunque últimamente es más acuciante en la zona nordeste, por Alepo, en la zona próxima a Turquía, según la organización de Naciones Unidas para la infancia. También sigue habiendo enfrentamientos en la capital, Damasco, y en la zona cercana al Líbano.

Existen en total 7 millones de personas desplazadas dentro del país. A veces se reúnen con sus familias, otras ocupan edificios que han quedado en ruinas por la guerra y están vacíos, explica Carazo. En algunos casos se juntan tantos desplazados en un solo lugar que incluso un pueblo de 5.000 habitantes ha pasado a ser una ciudad de 100.000.

“Esto provoca una presión enorme sobre los servicios, con muchas roturas en los sistemas de saneamiento, el suministro de agua o la atención sanitaria”, detalla. Por eso están llevando a cabo medidas como llevar camiones cisterna, construir pozos o implantar brigadas móviles de salud.

A estos problemas se suma el incremento de casos de desnutrición aguda en los menores, y la falta de vacunación, lo que hace que vuelvan enfermedades erradicadas, como cuando hace dos años volvió la polio a Siria después de dos décadas sin ningún caso en el país. Además, ahora se acerca el frío y ya se está suministrando lonas y material de abrigo a los desplazados, pero Unicef lamenta que de los casi 810 millones de euros que pidió a principios de años para atender a los menores afectados por la guerra de Siria (en el propio país y los colindantes) ha recibido menos de la mitad (Unicef se financia a través de sus socios, pero sobre todo a través de las donaciones de los Estados, que a su entender no han estado a la altura de las circunstancias).

Un total de 133.000 menores han pedido asilo en la Unión Europea entre enero y julio de 2015 (una media de 19.000 niños al mes), según los últimos datos del Eurostat, lo que significa que uno de cada cuatro demandantes de asilo es un niño.

"Una parte importante son adolescentes, de 14-16 años que van en grupo", explica Carazo. "Cada niño tiene una historia: hay veces que han perdido a sus padres en la guerra y se han reunido entre ellos y se han puesto en marcha; hay veces que han salido del país con sus padres, pero que en algún momento del viaje por el caos o las mafias se han separado porque creen que así tienen más posibilidades de llegar".

“Hay que redoblar los esfuerzos diplomáticos para acabar con el conflicto [y] es importante que los niños sirios estén donde estén tengan acceso a la educación y la salud”, concluye la directora de emergencias de Unicef en España.