Desde la revolución de 1848 a los okupas de los 90: la historia de París en un edificio ordinario
La escritora francesa Ruth Zylberman reconstruye la fascinante vida en un inmueble salpicada por suicidios, ecos de la Comuna, detenciones de judíos...
15 mayo, 2024 01:27Sugerentes ecos afloran en el inicio de este libro, en el que una incesante caminadora expresa su fascinación por las calles y los edificios de París. Baudelaire, Benjamin, Perec, Modiano… Estamos en la coordenada, tan literariamente provechosa, del flâneur.
Pero muy pronto hay un giro: la obsesiva paseante, que es la cineasta y escritora Ruth Zylberman (París, 1971), confiesa que va buscando algo concreto, “un edificio que explorar como una terra incognita, a fondo, desde los cimientos hasta la cúspide”.
Quiere filmarlo y quizá también escribir sobre él. Bajo el estímulo de un mapa sobre niños deportados de la capital francesa entre 1942 y 1944, Zylberman fatiga la ciudad con la mirada alerta hasta que un día sus pasos la llevan al final de la rue Saint-Maur, una calle larga y estrecha que arranca en el distrito XI y termina en el X.
Allí, en el número 209, culmina su búsqueda, y allí empieza una investigación colosal. Es un edificio “ordinario, sin placas conmemorativas ni vecinos ilustres, como tantos otros, una discreta célula en el tejido orgánico de París”. Hay en el mapa nueve nombres de niños asociados a esta dirección. Es su edificio.
Por supuesto, no tarda en penetrarlo. Lo disecciona, lo respira, delimita sus contornos, se funde con su palpitación, atenta al detalle, espía intrusa, inquieta, obstinada. Con el listado de los niños presente, y sin saber muy bien adónde quiere llegar, visita los Archivos de París para consultar los censos de los años 20 y 30.
La autora localiza los orígenes del edificio, recompone su desarrollo histórico, estudia su condición de foco de la resistencia
Las pesquisas continúan en internet, donde encuentra un fragmento de un libro sobre niños escondidos durante la guerra (el lector de Modiano advierte aquí la misma temperatura de sus obras) en el que un tal Charles Zelwer relata su huida del 209 de la rue Saint-Maur el 16 de julio de 1942, el día de la redada del Velódromo de Invierno, en la que más de 13.000 judíos fueron detenidos. Zylberman lo localiza por teléfono y unos días después se conocen en persona.
Hijo de judíos polacos y comunistas, Zelwer nació en este edificio en 1940. Allí vivió hasta 1967, con un paréntesis de dos años (1942-1944) en los que estuvo escondido y separado de sus padres. Después de compartir algunos recuerdos de infancia, sugiere a Zylberman que, para ampliar información, recurra a su antigua vecina Odette Diament.
La investigación empieza a parecerse a un juego de puertas ocultas y correspondencias vibrantes. Zylberman ve en Zelwer “un enorme niño triste de casi ochenta años”. Le recuerda a su padre, que el día de la redada huyó con los suyos del piso en el que ella vive ahora. Y que también fue recuperado por sus padres tras la liberación, “después de haber estado escondido en los suburbios de París”.
Inesperadas conexiones, rimas, coincidencias, calambres, historias paralelas o entrecruzadas que desarrollan su extraño vértigo en el código de misterio y azar en que se asocian, se nutren y se confunden la ciudad y la memoria.
Odette Diament le atiende por teléfono desde Israel y le aporta datos sobre sus vecinos del edificio.
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Zylberman habla también con el portero del 209, y reconstruye “la clásica historia de un inmueble de renta en los barrios obreros de París en las últimas décadas del siglo XX”, con muchos inquilinos inmigrantes y ancianos (y asediado por los okupas) que pagan alquileres irrisorios a propietarios que no se preocupan de hacer reformas.
A finales de los 90 venden el edificio a un agente inmobiliario, que en la medida de lo posible se deshace de los okupas y los antiguos inquilinos para revender los pisos en lotes a parejas jóvenes.
En su investigación (apoyada en expedientes, informes, mapas, planos, artículos periodísticos, fichas judiciales y policiales, cartas, páginas web, fotografías, certificados de nacimiento y defunción…), la autora localiza los orígenes del edificio, recompone su desarrollo histórico, conoce a Albert Baum, el primero en su lista de niños (que tras su detención fue trasladado a Auschwitz y a Buchenwald), confecciona diagramas y tablas sobre el 209 y sus moradores, estudia su condición de foco de resistencia judía, recupera en los Archivos Nacionales las tarjetas de identidad de los inquilinos extranjeros y acomete “una labor detectivesca” en busca de sus habitantes (o descendientes) a partir de una fecha de nacimiento, un nombre o una dirección, guiándose por las partidas de nacimiento y defunción.
Consigue hablar por Skype con Berthe Rolider, niña del 209 cuando en 1941 su padre fue detenido y que emigró a Melbourne, y visita en su extraña casa a Miquette, la nieta de Yvonne Massacré, portera del edificio entre 1935 y 1944.
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También se desplaza a Tel Aviv para hablar con Odette cara a cara, y a Nueva York en busca de Henri Osman, superviviente de la tremenda redada en la que sus padres fueron detenidos, que le dice: “Hace algunos años fui al Museo del Holocausto en Washington. Solo para saludar”. Luego rompe a llorar.
Y Zylberman rueda su película, Les enfants du 209 rue Saint-Maur, Paris Xe, emitida por el canal Arte y que activa “toda la constelación invisible del 209”. Y murieron Charles Zelwer y Henri Osman.
Accidentes, suicidios, arrestos, crímenes, reclutamientos, deserciones, matrimonios, activismo, ecos de la Comuna y del caso Dreyfus, de guerras y revoluciones, de las turbulencias parisinas de los dos últimos siglos y las tragedias mundiales del XX…
El libro de Zylberman es una expedición a lo que Perec llamaba “lo infraordinario”, y una reivindicación de la potencia literaria de las microhistorias y de la idea de que, con nuestras rutinas, felicidades, pasiones, misterios, azares y miserias, todos aportamos sustancia a la gran novela de la vida.