"Yo soy nieto de supervivientes del Holocausto, al que en yiddish nos referimos como 'jurban' o 'churban', una palabra que literalmente significa 'devastación' (y con la que solía aludirse a la destrucción del templo de Salomón)", dice Daniel Voskoboinik. "Y los valores judíos que me inculcaron de chiquito me alientan a respetar también la divinidad y el derecho a la justicia del otro. Parte de la comunidad en la que me eduqué vive de espaldas a lo que está pasando en Gaza y no puedo permitir que, en el nombre de mi judaísmo, se tolere el sufrimiento, la hambruna, el bombardeo indiscriminado y los crímenes de guerra contra la gente que está a un lado del conflicto. Si hay una lección aquí es la del abismo de la crueldad humana y eso es algo que atraviesa las distintas identidades. Nadie debería confiscar esas lecciones por razones políticas y menos todavía en estas fechas".
Las significativas fechas del calendario judío que nos mencionaba en el momento de la entrevista Voskoboinik coincidían con el Pesaj, que es la Pascua judía. Esta tradición recuerda el exilio y la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud de Egipto que se relata en el Pentateuco. En la diáspora dura ocho días (uno más que en Israel), de los cuales el más señalado es el primero, conocido como Séder. Durante el ritual, los practicantes leen un conjunto de narraciones de interés didáctico conocido como Hagadá.
Este año, el Séder de Pesaj cayó en lunes y martes, 22 y 23 de abril. Con Daniel hablamos tres días después. Teníamos una coartada poderosa para hacerlo: él fue una de las ochenta personas que se reunieron el miércoles en Barcelona para celebrar un ritual alternativo, secular y público en torno a una mesa decorada con una pancarta que hacía alusión a una historia muy diferente a la del éxodo por el desierto de Neguev: "Judíos por la liberación de los palestinos". Entre los presentes había quince israelíes y una palestina, Salam Almaslamani.
Hubo un soldado del Tzáhal (las fuerzas armadas de Tel Aviv) que se acercó al acto y al que el propio Voskoboinik tuvo que intentar calmar porque se sintió insultado al contemplar a un puñado de judíos bajo varios carteles con los colores de la bandera palestina que honraban el dolor infligido a su vecinos. No entendía el sentido de esa reunión. Y algunas reacciones de judíos españoles en los foros del metaverso no fueron a la zaga de las del soldado israelí. Claro que ya no se enfrentaban a esa izquierda a la que tildan de antisemita y maniquea, sino a un puñado de los suyos.
Los asistentes al encuentro creen que se les ha malinterpretado porque el ambiente es demasiado visceral como para detenerse al menos a considerar que la respuesta de Netanyahu a los ataques de Hamás contra los kibbutzim israelíes podría ser interpretada como la apisonadora bélica de una hinchada tribal sedienta de venganza.
"Yo asistí porque el Pesaj es el rito más desafiante de nuestro calendario, una tradición que nos obliga a estar en contacto con todas las injusticias y todas las esclavitudes, de modo que uno no puede celebrarlo obviando el sufrimiento de algunas personas", nos aclara Daniel Voskoboinik. "Ahora mismo, mi corazón está partido entre lo que sucede en Sudán, Ucrania y la Amazonia. Y una parte de mi alma está también en Gaza, en el kibbutz Beery y en todas las heridas dolientes que hay entre el río y el mar".
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La memoria del Holocausto
Daniel está a punto de cumplir los 30 años. Es periodista y músico. Cuando se le pide que trace sus raíces, perfila un largo viaje intergeneracional que va brincando nerviosamente entre continentes. Nació en Londres, se trasladó a Moscú con su familia a los cinco días de venir al mundo; regresó con siete años al Reino Unido, y de allí viajó de nuevo con sus padres a Argentina, donde pasó algunos años antes de fijar su residencia en nuestro país. Su padre era un 'gentil' de Escociay su madre una judía con ancestros bielorrusos y ucranianos de Odesa. No solo suele frecuentar las sinagogas, sino que respeta todos los ritos del calendario judío.
"Siento que las lágrimas de mis abuelos me están llamando cuando escucho las historias que nos llegan desde ambos lados de las murallas", argumenta Voskoboinik. "La muy sagrada memoria del Holocausto se está usando para justificar actos reprobables. Por otro lado, yo no diría que el estado de Israel ha usurpado nuestra identidad. Lo que ha hecho es confiscarla. Trata a nuestro pueblo como si fuera un monolito y eso es una forma de borrar nuestra complejidad. El Gobierno de Israel se sirve del miedo y la manipulación para vender una solución muy fácil y Hamás es su mejor aliado porque su mera existencia apaga cualquier esperanza de solución pacífica".
Nos interesamos por saber si eso influye y atañe también, a su juicio, a la comunidad judía de España. "En general, ésta suele cerrar filas con un etnonacionalismo muy fácil y barato", asegura el periodista. "Los órganos como la Federación representan solo a un porcentaje mínimo de los nuestros porque no reconocen nuestra diversidad".
Jonás Benarroch, un cineasta judío del sector publicitario nacido en Tánger en 1957, todavía va más lejos. A su juicio, no solo no reconocen su diversidad, sino que excluyen por sistema a las organizaciones laicas. "Que la Federación de Comunidades Judías de España solo acoja a entidades religiosas al final se traduce en que el propio estado admita únicamente como interlocutores de los judíos a asociaciones confesionales, lo que a su vez margina a otras personas no religiosas que basan su identidad en elementos culturales", dice.
El realizador no simpatiza con "la deriva ultraderechista de la Federación de judíos españoles" [su número 2, Maxo Benalal, es un diputado de Vox investigado por corrupción y expulsado de Ciudadanos] pero tampoco con "el blanqueo de Hamás por parte de la izquierda decolonial".
Benarroch es el portavoz de la delegación barcelonesa de una organización internacional llamada JCALL, una asociación judía creada en París que invoca la necesidad de acabar con la ocupación y de defender la creación de dos estados de acuerdo a las fronteras anteriores a 1967. Su sección catalana fue fundada en 2018.
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Séder, libertad para todos
JCALL no organizó el Séder de Pesaj alternativo pero comparte las razones que sustentan su existencia. Otras 750 comunidades de judíos del planeta se reunieron bajo el lema: "Séder por la libertad de todos". ¿Quiénes son estos judíos a los que algunos acusan maliciosamente de alinearse con el enemigo? El Washington Post lo explicaba hace seis años en un artículo publicado con el significativo título de "la cena antirracista que cambió el judaísmo estadounidense".
Detrás de este Séder dedicado este año a la liberación de los pueblos israelí y palestino se encuentra en sus orígenes un rabino de Baltimore llamado Arthur Waskow. El 12 de abril de 1968, ocho días después del asesinato de Martín Luther King, el también activista del movimiento de renovación judía regresaba para celebrar la cena de Pascua y una intuición asomó en su mente al pasar junto a la ametralladora montada sobre uno de los vehículos blindados enviados por la administración para reprimir los disturbios raciales que siguieron a la muerte del líder afroamericano. Fue una especie de epifanía la que le dictó esta idea: "El Séder se volvió explosivo como un volcán que ni siquiera sabías que existía en tu propio patio trasero… Algo explotó. ¡Zas!". Al año siguiente, Waskow escribió su propia Hagadá, pero ésta ya no hablaba del éxodo por el desierto, sino de las injusticias de su tiempo.
"Lo que decimos ahora es que los judíos no seremos libres hasta que los palestinos lo sean también. No habrá seguridad tampoco para los israelíes hasta que los palestinos vivan seguros", sostiene Benarroch. "Yo soy un judío de educación tradicional. Mi padre era empresario. Pertenezco a una familia sefardita muy orgullosa de su origen español que hablaba haquetía, la versión ladina de los judíos de Marruecos. Fui sionista de pequeño porque era lo que había en la comunidad judía de Barcelona, pero viajé a Israel a los 18 años con la intención de hacerme israelí. Sucedió entonces que conocí a una gente de una movimiento llamado Majané Shalom Leisrael que se posicionaba contra la ocupación de Cisjordania y Gaza y en favor del diálogo con la OLP. Aquello me cambió".
"En España, la comunidad judía suele estar en la órbita del discurso dominante que emana del estado israelí por culpa de la Hasbará, una red de propaganda sionista en manos del Likud que no deja de alimentar el miedo y el victimismo para justificar la violencia", prosigue el catalán. "Lo que no mencionan nunca es la ocupación, que es un sistema que afecta a la capacidad de movimiento de los palestinos, a su acceso al pan, al agua y a la electricidad. Y eso, por no hablar de los jóvenes de las colinas que arrasan los olivares de los palestinos".
Incluso en ciertos entornos intelectuales rabínicos se ha planteado la duda de si hay un silencio de los judíos, como hubo en su día un silencio de los alemanes. "Lo que hay entre los nuestros es un miedo a informarse y a salir del armario del discurso binario por temor a decir algo que te ponga en una situación incómoda", afirma Benarroch. "Hay miedo a admitir que tal vez nos estamos pasando y que lo que sucede allí no es como nos cuentan".
Que las posiciones de JCALL u otras organizaciones con sensibilidades semejantes sean contestadas de forma sistemática por organizaciones sionistas de ultraderecha y los fundamentalistas jasídicos como una mano tendida al terrorismo sanguinario de los islamistas palestinos es una manipulación deliberada, a juicio de otras judías como Daniela Rosenfield, también presente en el simulacro barcelonés de cena de Pascua.
"El ataque de Hamás ha desmontado la idea sionista de que Israel es un refugio seguro de todos los judíos frente a la persecución. Cuando lo vi por la televisión me recordó a los pogromos rusos de los que me hablaban mis abuelos", nos cuenta Daniela. "Lo que experimenté fue una gran angustia. Pero a partir de ahí, lo que el Gobierno de Israel ha hecho me resulta igualmente aterrador. La reacción ha sido demasiado bestial como para que yo pueda entenderla".
"No a Netanyahu, no a una Palestina corrupta"
También la historia familiar de Daniela Rosenfeld, intérprete y fotógrafa, es un inventario de huidas apresuradas por el mundo con el aliento de asesinos de judíos tras la nuca. Sus bisabuelos paternos llegaron a Argentina a finales del Siglo XIX huyendo de las masacres de Ucrania y se instalaron como gauchos en un asentamiento cercano a la Pampa gracias a la intercesión del barón Hirsch. Su familia materna procedía de Polonia y terminó igualmente en Argentina. Simpatizaban con el Bund, un sindicato socialista fundado en octubre de 1897 en Vilna, Lituania. Daniela llegó a España a los 20 años. Ahora tiene 62.
"Mi formación religiosa es nula pero siempre he tenido conciencia de mi identidad judía. El Holocausto estuvo siempre muy presente en mi familia, porque mi rama materna quedó completamente diezmada. Ellos no eran sionistas ni tampoco religiosos".
Tras viajar a España, tuvieron que pasar algunos años hasta que reconectó de nuevo con sus raíces. Ahora es bien conocida entre los suyos porque es la directora del festival de cine judío de la Ciudad Condal. "Mi posición es clara: 'No a Hamás, no a una autoridad palestina corrupta y no al también corrupto Netanyahu. Ahora que ha pasado el tiempo, se ha hecho aún más evidente que no se ha priorizado la liberación de los rehenes".
¿Significa eso entonces que sintonizan con las ideas de la izquierda propalestina? "Hay cierta izquierda dualista aquí que tampoco entiende nada", dice Rosenfield. "¿Sabe acaso cómo trata Hamás a los propios palestinos? ¿Son conscientes de que no se atreven a hablar por miedo a las represalias? Estamos de acuerdo en que debe existir un estado palestino, ¿pero quién lo gobierna? ¿Hace cuánto que Abu Mazem no organiza elecciones? [Mahmud Abás ejerce como presidente de la Autoridad Palestina desde 2008]. ¿Es que vamos a blanquear a esa gente?".