La tarea de llevar a cabo una limpieza general en el hogar puede generar tanto agobio como una sensación de profunda tranquilidad. De hecho, existen individuos que encuentran placer en estos momentos de organización y pulcritud. Por otro lado, también hay quienes prefieren posponer esta actividad para otro día, alegando la búsqueda del momento más propicio.

No obstante, la dificultad aumenta cuando se trata de abordar aquellos rincones de la casa que no requieren una atención semanal y que pueden pasarse por alto, ya que es poco probable que alguien note su estado de suciedad. Uno de esos rincones olvidados suele ser el de las persianas.

La tarea adicional de limpiar las persianas es una labor que a menudo se convierte en un desafío. Puede resultar complicado lograr que queden tan impecables como cuando fueron adquiridas, e incluso puede llevarnos a abandonar la empresa por completo.

El proceso de limpieza de las persianas no es tan sencillo como cambiar la ropa de temporada o cargar un lavavajillas. Requiere tiempo y esfuerzo, especialmente cuando nos referimos a la limpieza de las persianas exteriores, aquellas que enfrentan directamente al exterior de la casa.

Misión imposible

Cuando no habitamos en una planta baja o en una vivienda unifamiliar, este procedimiento se torna considerablemente más complejo, y es posible que lleguemos a creer que resulta una tarea imposible.

Desde introducir el brazo a través del espacio inferior hasta contorsionarse para asomarse por la ventana o inclinarse sobre el alféizar con el propósito de dejarlas relucientes, son algunas de las estrategias que se han propuesto para limpiar las persianas. Sin embargo, es innecesario arriesgar la integridad personal en el proceso.

La solución siempre ha estado justo frente a nosotros, a pesar de que nunca la hayamos percibido. Un elemento que hemos pasado por alto y subestimado, se convertirá a partir de ahora en el aliado que tornará este proceso mucho más manejable.

La clave: el cajón de la persiana

El método consiste en abrir el cajón en el que la persiana se almacena. Cuando la enrollamos, se guarda en un espacio ubicado sobre la ventana.

Por lo general, el cajón tiende a estar cerrado herméticamente o puede ser un poco complicado de abrir. No te preocupes si requiere un esfuerzo extra. En ocasiones, el cajón puede tener tornillos o enganches en la parte frontal. Investiga cómo abrirlo y una vez lo hayas logrado, habrás superado la mayor parte del desafío.

Una vez que tengas la persiana enrollada frente a ti, tienes la opción de usar un paño con agua y jabón neutro o un cepillo, según tu preferencia. Pasa el paño o cepillo por toda la parte visible de la persiana que esté fuera del cajón.

Procede de manera gradual, bajando la persiana para acceder a todas las áreas del enrollado y eliminar cualquier suciedad adherida. Para una limpieza más profunda, el vinagre de limpieza o el amoníaco son opciones viables.

Es crucial asegurarse de que el cajón esté limpio antes de guardarlo nuevamente para evitar ensuciar la persiana en el futuro. Una vez hayas terminado, cierra el espacio y ahora solo resta la parte más sencilla: limpiar la persiana desde el interior.

Un último consejo importante es no enrollar la persiana hasta que esté completamente seca, ya que hacerlo podría causar malos olores y humedad. Puedes eliminar el exceso de agua con un paño seco.

Deja de postergar la limpieza de la persiana en el exterior, y si lo has estado retrasando, que no sea por considerar el proceso complicado. En tan solo 10 minutos, podrás devolverle su apariencia original.