Viviendas y edificaciones instaladas sobre barrancos. Miradores y ventanas asomados al abismo. La gran fama de Cuenca ensombreció la de otros magníficos vigías de los acantilados. Pueblos impresionantes, en Burgos, Albacete, Gerona o Teruel, con vistas al precipicio.

Frías, Burgos

Preciosas casas de piedra y madera se apiñan sobre el cerro de La Muela y cuelgan peligrosamente para contemplar el río Ebro. La villa burgalesa de Frías es un cúmulo de historia entre los grandes tesoros de la Comarca de Las Merindades. Una calzada romana atravesaba las calles de este precioso pueblo, declarado Conjunto Histórico en 1972.

En la zona sur de la localidad se encuentran las casas colgadas, construcciones terrosas que parecen formar parte de la mismísima pared del precipicio. Un espectáculo visible desde muchos puntos de las empinadas calles de Frías.

Merece la pena recorrer la Calle del Mercado, un buen camino para alcanzar la cima y llegar hasta el Castillo de los Duques de Frías. La fortificación, del siglo X, fue erigida en lo alto de un peñón estratégico y presume de su imponente Torre del Homenaje. Las vistas, desde la torre, alcanzan el Parque Natural de los montes Obarenes-San Zadornil y el Parque Natural de Valderejo.

Liétor, Albacete

En plena Sierra del Segura, a apenas 60 kilómetros de la ciudad de Albacete, el municipio de Liétor se asoma desafiante al cauce del río Mundo. La villa, ubicada en lo alto del acantilado, fue escenario de una película tan surrealista como inolvidable, la cinta de José Luis Cuerda Amanece que no es poco. Una localización natural impresionante en la que no falta patrimonio artístico ni monumental.

El casco antiguo esconde una preciosa fuente de tres caños del siglo XVII, la fuente de “El Pilar”. El agua salpica bajo una hermosa balconada de madera y, en la base y los laterales, resaltan sus azulejos blancos y azules enmarcando unas hermosas baldosas centrales decoradas con escenas de El Quijote.

En el interior de la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol, del siglo XVIII, sorprende el retablo del Altar Mayor de la Capilla del Espino. Un hermoso “trampantojo” que representa un pórtico clásico con columnas y figuras. También merecen una visita la Ermita de Belén, con interesantes murales del siglo XVIII o la Iglesia del Convento de San Juan de la Cruz, en cuya cripta se conservan las momias de Liétor.

Castellfollit de la Roca, Gerona

Colgado sobre una pared basáltica, de más de cincuenta metros de altura, se asienta un pequeño pueblo de apenas un kilómetro cuadrado de superficie. La erosión de las aguas de los ríos Fluviá y Toronell formaron este riscal basáltico, de origen volcánico, en el que viven apenas mil habitantes. Es una puerta de entrada al Parque Natural de la Zona Volcánica de La Garrocha.

Desde la pasarela sobre el río Fluvià puede contemplarse la impresionante roca sobre la que se instaló Castellfollit. Muchas de sus casas fueron construidas con sillares de basalto, procedente de las canteras de la zona. Las estrechas callejuelas empedradas conducen hasta el extremo en el que se alza la antigua Iglesia de Sant Salvador. Un templo varias veces reconstruido y actualmente convertido en centro cultural. El campanario constituye un espectacular mirador sobre el pueblo y la hermosa naturaleza que lo rodea, aunque la pandemia lo mantiene cerrado.

Frente al Ayuntamiento se levanta uno de los emblemas del pueblo. Es la Torre del Reloj, la encargada de dar la bienvenida a los visitantes que recorren este casco urbano de aires medievales.

En Teruel también existe

Se llama Albarracín. Se encuentra en la conocida sierra turolense y disfruta de un foso defensivo natural, el profundo tajo horadado por el río Guadalaviar. Sus casas colgantes son fáciles de localizar desde una vía que parte de la Plaza del Ayuntamiento, la calle Azagra.

El legado musulmán, no sólo resulta visible en los nombres, se dispersa orgulloso por todo el pueblo. Desde la Alcazaba o la Torre del Agua hasta el punto más alto, la Torre del Andador. Una construcción del siglo X, visible desde cualquier ángulo.

El paseo que recorre la antigua muralla, construida un siglo después, resulta imponente. Un itinerario que permite disfrutar del entorno de la Sierra de Albarracín y de todo la belleza de la localidad. Un encantador pueblecito medieval, de iglesias, caserones, palacetes y callejuelas empinadas. Y casas, con preciosos balcones, ventanas pequeñas y llamadores en las puertas.

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