En el valle de Zeta, donde acaban los Alpes Dináricos, se sitúa Podgorica. En la confluencia de los seis ríos de Mareza, Zeta, Moraca, Ribnica, Cijevna y Sitnica se fundaron los primeros asentamientos que se han desarrollado hasta convertirse en la capital de Montenegro.

Fue a partir de la desintegración de Yugoslavia y la posterior independencia de Montenegro separándose de Serbia, cuando Podgorica se convirtió en la capital del nuevo país, Montenegro. Se trata del centro político y administrativo del país, además de ser la ciudad más grande, con una población que ronda los 150 mil habitantes.

El trazado urbano con calles rectilíneas y edificios modernos de Podgorica esconde un pasado que llega a retrotraerse a los ilirios y a los romanos, posteriormente estuvo dominada por los otomanos y, finalmente, formó parte de Yugoslavia después de la Segunda Guerra Mundial. En esta ciudad abundan los espacios verdes, así como la oferta cultural, aunque no cuenta con grandes monumentos ya que sufrió las consecuencias de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial.

El barrio otomano de Stara Varos, con su mezquita y el castillo de Tvrđava Ribnica, es una de las zonas más bellas de la ciudad. A pesar de la modernidad aparente de Podgorica, la seña de identidad con la tradición persiste de una forma un tanto ligera. Para apreciar esta combinación, de viejo y nuevo, de tradición y modernidad, hay que pasear por la calle Hercegovacka, además del asentamiento de Varos, donde se puede apreciar la antigua gloria de la ciudad. Por su parte, el centro histórico de la ciudad transmite esa sensación de estar en un pueblo grande con casas de piedra y árboles en ciertas ocasiones, pero en otras, muestra su gratitud con importantes edificaciones.

El lugar más simbólico de la ciudad podría ser la Torre del Reloj, Sahat Kula, con una altura de unos 15 metros y uno de los pocos monumentos que ha conseguido sobrevivir a los episodios de guerra. El principal atractivo de la torre es el gran reloj fijo que porta en su fachada, en funcionamientos desde hace más de 250 años.

Construida a orillas del río Moraca, esta ciudad está serpenteada por este río, y ello forma el escenario perfecto para disfrutar de las mejores puestas de sol. La colina Gorica domina Podgorica y proporciona el punto de vista más alto para contemplar la ciudad desde las alturas, así como los numerosos ríos en el valle de Zeta.

El monumento al rey Nikola cerca del parlamento montenegrino, las ruinas de Nemanja, la iglesia de San Jorge en la colina de Gorica o la plaza Rimski Trg son otros importantes lugares que se deben visitar en un viaje a la capital y centro político y administrativo de Montenegro. Y a diario desde ésta se hacen excursiones de un día a lugares cercanos e importantes por su valor histórico y cultural, como el Monasterio de Ostrog, Cetinje, el Parque Nacional Durmitor o el lago Skadar.

Podgorica tiene un gran potencial cultural, de ahí su importancia con el Teatro Nacional de Montenegro o los teatros más pequeños de Crnogosko Narodno, Grandsko y Dodest, quienes presumen de los diversos espectáculos que promueven. Otros puntos clave de la ciudad son el Millenium Bridge y el Stari Most, los puentes más moderno y más antiguo, respectivamente, así como el Boulevard Lenin.

Montenegro también sorprende por su gastronomía, con una clara influencia de las cocinas italianas y turcas. Mientas que en la zona costera y central del país abundan los platos de la gastronomía mediterránea en los que el pescado es el gran protagonista, en el norte, próximo a Serbia y Hungría, son más habituales los guisos de carne.

Entre los montenegrinos es muy popular desayunar un Burek, una especie de empanada hecha con pasta filo y distintos rellenos, como carne, queso o verduras. También es famoso el Popar, una mezcla de pan, leche, aceite y queso, o el Cicvara, hecho a base de harina de maíz y leche agria.

Algo común entre los países de los Balcanes es que cada comida suele comenzar con un plato de sopa, con abundancia de verduras, fideos, arroz o incluso carne. Algunos de los platos principales más populares de la cocina montenegrina son: Kacamak, hecho de harina de maíz y patata; Japraci, carne de ternera con arroz envuelta en hojas de col; Popeci, filete de ternera enrollado con queso y jamón; o Cufte, una especie de albóndigas. Entre los postres más tradicionales están el pastel de nueces y miel, Baklava o el pastel de vainilla y crema pastelera, Krempita.

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