Haruka llega a los corrales de Las Ventas y se pierde en la mancha de hombres que avanza en dirección contraria. “Vamos, el apartado”, apremia desde lejos. No se le ve entre las piernas. Vuelve contrariada. “Jo, siempre dura 20 minutos”, se queja a un aficionado enorme con sombrero de ala ancha y corbata que la mira desde arriba. Haruka parece un gnomo en un bosque de trolls, correteando por las galerías de la plaza de toros, asomándose a las salas en busca de una tertulia, atenta a la inauguración de una exposición. La séptima nación del toreo es Japón. “Tengo 28 años, soy investigadora, y dejé mi vida en Tokio por mi afición a los toros”, explica apurando un zumo de naranja dos días antes de la corrida de las seis naciones.

En Las aventuras de Haruka. El sueño español –la novela que no existe– la protagonista tiene una actitud desenfadada que contrasta con la gravedad de todo lo que le rodea. La plaza cae a plomo en Alcalá, ella se parte de risa. “Viajé a pie durante dos horas para ver la única ganadería que existe en La Rioja. Me dejaron pasar. No se lo creían”, habla como si fuera lo más normal, siguiendo la leyenda de los maletillas en una época en la que ya no existen maletillas. “‘¿Quieres torear’, me preguntaron. También fui a la finca de Pablo Hermoso de Mendoza en Estella haciendo autostop. Llamé al timbre y me expliqué”, imagino al rejoneador asomándose a la ventana y viendo a una japonesa sola en la puerta de casa, saludando. “Creo que no se olvidará de mí”.

Todo empezó hace siete años. “Vine a España para conocer la cultura típica”, dentro de un viaje programado a 40 países. “Es habitual en Japón hacerlo antes de terminar la carrera”, aclara. “En mi primera novillada fui a descansar al baño por la sangre. En Pamplona compré una entrada para los toros”, hace una pausa. “Pablo Hermoso hizo un desplante después de matar. Vi a Dios entre toro y torero”, habla como si descorriera algún cortinaje íntimo. “Atardecía, el ambiente de Pamplona…”. Luego, fue a ver a José Tomás a Nimes. “Cambia todo ahí. Tras visitar todos esos países lo tengo claro: el mundo del toro es el más interesante”, afirma.

Haruka, de Japón a España por su afición a los toros Carmen Suárez

"Me equivoqué con Barcelona"

Ahora vive en Barcelona, ciudad que eligió para estar cerca de su afición. “Me equivoqué, estaba buscando algo en España. Me equivoqué”, repite. “Soy bióloga molecular, hice un máster y me estoy doctorando en la Universidad de Barcelona estudiando la malaria”. La ciudad sirve, al menos, como centro logístico. “Viajo mucho, casi todos los fines de semana”, Ceret, Vic, Córdoba, “y en mayo cojo vacaciones para venir a Madrid por San Isidro”.

El año pasado vio en vivo 60 corridas de toros. “Más las diez de México”, dice pizpireta. Estira su sueldo en las ferias. “No le pido a mis padres nada, hago lo que puedo, me muevo sobre todo en autobús. Muchos domingos viajo por la noche y llego directamente a trabajar”. En Japón hay fascinación por la tauromaquia. Haruka no es el primer caso. “Hay muchos aficionados japoneses, una peña taurina en Tokio y abonados en el 7. La cultura es diferente, es verdad, pero la gente tiene el espíritu de los samuráis. Dedicamos la vida a la fe en el país. En los toros está la fe de crear algo más que la vida, quizá por eso conectamos”.

Haruka Carmen Suárez

–¿Y en Barcelona, qué le dicen?

–Cuando me preguntan los planes para el finde es complicado. Lo ven raro. Con los amigos bromeo pero en el resto de la gente siempre causa… No quiero que me critiquen y evito esa conversación.

"Nunca he hablado con el otro japonés del '7'"

Todo va hacia delante para ella alrededor de la Fiesta: hacer amigos, comer fuera, beber, hablar de toros. “En Japón la vida es muy diferente. No vamos a la discoteca, no salimos, nos relacionamos siempre los amigos y nada más. Trabajamos mucho y los fines de semana nos quedamos en casa”.

En uno de los tendidos de Las Ventas hay instalado un simulador de realidad virtual. Haruka entra en el pequeño ruedo. Tiene tres espectadores, que la jalean mientras da muletazos al aire. “Mira, mira como se cruza”. La japonesa tira de la embestida de un toro digital enorme, carga la suerte y torea con la cintura. “¿Cómo he estado?”, pregunta al quitarse las gafas. “No me ha corneado ninguna vez”.

España está al otro lado de la jaula. A Haruka es normal verla por la plaza antes y después de la corrida, más o menos tarde, según haya ido. “La gente del 7 siempre toma algo por ahí toda la noche. Son las mismas caras después de los toros y ya nos conocemos”.

¿Por qué eligió el tendido 7? “Me llamaba mucho la atención. Quería conocerlos. Parece que siempre están enfadados”, y ahí se ha quedado. En ese mismo tendido hay otro japonés. “Nunca he hablado con él. El resto me ha acogido perfectamente. Me tratan súper bien. En nuestro país las cosas son diferentes. En Japón no hablamos con la gente que no conocemos”.

Manolo Molés, el Vaughan español

Haruka es española para los otros españoles, pero sigue siendo japonesa con los japoneses. “En Asia y en mi país, España se ve como flamenco, toros y jamón. Es algo distinto a nuestra cultura que hay que conocer", dice con naturalidad. "Tengo muchos amigos interesados que siempre me preguntan por los mejores carteles. Es difícil encontrar información en inglés”.

A ella no le importó, superó la barrera del idioma rápidamente. “El primer año ya entendía algo. Fui afinando hasta que me lancé a hablar”, se expresa en un castellano fluido. Cambia pocas eles por erres. “Aprendí escuchando a Manolo Molés en la radio" –Molés y Vaughan– "imprimiendo crónicas de toros y buscando palabras en el diccionario. No he hecho nunca un curso de español. Siempre he hablado con la gente de los toros, así fui cogiendo soltura”.

En Japón hay una tradición parecida a las corridas de toros pero sin toreros. Enfrentan a toros para que luchen entre ellos. “Como chickenfight”, señala Haruka. En esos eventos no aparecen idiotas con consignas pintadas en el torso. "Creo que es una corriente moderna. Y Japón es tradicional. Tampoco somos de hacer manifestaciones. Los que se que quejan son gente que no entiende el campo ni la tradición. Es normal, cuando muere el animal y ves sangre, no estás acostumbrado, pero hay algo más”, advierte.

"Los animalistas son los aficionados"

Eso fue lo que tiró de ella. “Se empieza diciendo que qué bonito los toreros y los vestidos. No pensé que fuese más profundo. Tiene mucho detrás. No es una cosa superficial. La genética de los toros, los encastes, me encantó. Es una cosa muy interesante”. La muerte es obligatoria. “Faltaría la esencia de los toros. Es el proceso para morir. Por eso es tan bonito. El toro vive para morir en la plaza”.

–¿Ese argumento lo repite porque lo entiendes o porque es lo que hay que decir?

–Lo entiendo, lo entiendo. Sin morir, ¿qué hace? No tiene sentido. Lo más brillante es ese momento. Por eso merece la pena todo ese trabajo. Sirve sólo para este espectáculo. Es bonito ver la cabeza de los toros en los bares. Se habla de ellos muchos años después de muertos. Eso no va a pasar ni siquiera conmigo, aunque muera por ahí.

–¿Y el animalismo?

–Los aficionados a los toros son amantes de los animales. Más amantes que los animalistas. Gasto mi dinero y mi tiempo en ver cómo camina y humilla un animal, viéndolos en el campo, en la plaza, y hablando acerca del toro. Es un tiempo dedicado a los animales, pensando en ellos. El hecho de que se muera forma parte de su vida. Hay mucha más gloria que si muere en cualquier otro lugar.

Haruka en Las Ventas Carmen Suárez

Tiene claro el cartel con el que debutaría como empresaria en Tokio. “Ojalá, hay que llevar los toros y hacer la plaza. Finito, Morante y Curro Díaz”, señala a su terna. “La corrida que me atrae es en la que la ganadería es protagonista. Ver a un Baltasar con cualquier torero. Casi el 80% de las corridas que he visto el año pasado son de este tipo”. A la hora de elegir los toreros “me quedo con los que torean bien. No voy a decir López Chaves. Prefiero a Morante, aunque planifique el finde para ver a esa ganadería que va a torear López Chaves”, reflexiona: “mi torero preferido es el que torea bien”.

¿El futuro? "Quiero casarme"

Haruka tiene ya ese automatismo de los aficionados nostálgicos, mezclar a los mejores con hierros legendarios, el sueño lejano de la casta y las figuras, que se cumple casi todas la tardes aunque no lo sepan. “Con las vaquitas paso mucho miedo”, las llama vaquitas. “He probado a torear varias veces. Es sorprendente la temperatura caliente que tiene el toro y hace así [sopla con la nariz]. La vaquita está nerviosa, enfadada. Es muy bonito”.

Reconoce que su caso es un poco raro. “Soy una chica japonesa que ha dejado toda su vida atrás por los toros”, toma perspectiva. Al planificar un viaje, concierta una cita en Facebook con algunos aficionados del lugar al que se dirige. “Cuando llego ya he quedado con alguien y así no estoy sola. En México lo hice por cuestiones de seguridad. Hay que investigar siempre algo nuevo”. Este año hizo su primer viaje fuera de la temporada taurina. "En los toros siempre puedes conocer a alguien, algo de lo que hablar, tienes una base. En Israel no encontré nada de eso”.

Los amigos le escriben. A su familia la ve sólo por Skype. La diferencia horaria la salvan los sábados o los domingos, “cuando no viajo”, hablando “siete u ocho horas”. “Ellos son muy abiertos mentalmente. El doctorado fue una excusa para venir a España y lo aceptan. Es un poco raro dejar atrás mi familia y todo”. Primero le hizo una visita su padre, “estuvimos en Nimes, viendo a los toreros, y en Madrid, viendo a los toros”, y lo ha convertido en un monstruo: “chequea todos los días Mundotoro.com”. Su madre vino después. “Tenemos un perro viejo que no se puede quedar solo. No coincidió con los toros, pero siempre que hablo con ellos hablamos de lo mismo y ya tiene claro qué toreros les gusta: los guapos, Ponce y Roca Rey”.

¿Su vida está aquí? “A veces extraño las cosas de Japón. No lo sé. Y aquí están los toros, he hecho nuevos amigos. Quiero casarme”, suelta una carcajada. ¿Quiere formar una familia con un aficionado? “Nunca he hecho ningún chico en tres o cuatro años”. ¿Y en Barcelona? “Un novio de Barcelona es imposible. De esto ya olvídate”.

Haruka Carmen Suárez

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