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Las claves

Muchos migrantes cuando llegan a España acaban trabajando en sectores como construcción, la limpieza o el cuidado de ancianos. Esto se debe, en gran parte, a que se trata de empleos que no suelen exigir formación ni experiencia previa y que, en numerosos casos, se desempeñan en situación irregular.

De hecho, se calcula que alrededor del 55% de las trabajadoras de hogar y de cuidados son de origen extranjero, y que unas 70.000 se encuentran en situación administrativa irregular.

Un ejemplo de esta realidad es el caso de Delia, una mujer paraguaya que emigró a España y trabajó en la limpieza y en el cuidado de niños, a costa de sacrificar el tiempo con sus propios niños.

En busca de un mejor futuro

En España, una parte importante de la población inmigrante encuentra su principal vía de acceso al mercado laboral en sectores como la limpieza, el cuidado de personas mayores, la atención a menores o el trabajo doméstico.

Se trata de empleos esenciales para el funcionamiento cotidiano de la sociedad, pero que a menudo están marcados por condiciones precarias, bajos salarios y una elevada informalidad.

Algunos de estos puestos se conoce como 'internas', una profesión que desempeña Delia como trabajadora doméstica y cumpliendo jornadas de 16 horas al día durante seis días de la semana, tal y como contaba a DW Español.

La falta de oportunidades en otros ámbitos, las dificultades para homologar títulos o regularizar su situación administrativa empujan a muchos migrantes a aceptar estos trabajos, que suelen quedar fuera del foco público pese a su enorme impacto social.

Detrás de estas labores hay sacrificios personales profundos, como el de Delia: "Dejamos a nuestros hijos en Paraguay para que yo pueda venir a cuidar a otros niños. Eso a la larga te afecta porque perdí muchas cosas con ello".

"Ahora tengo cuatro nietos y no he visto casarse a mi hija ni a mis nietos nacer ni compartir con ellos un cumpleaños ni el fallecimiento de mi padre", apuntaba.

Además de las condiciones laborales, muchos trabajadores asumen la distancia con sus propias familias, a las que dejaron atrás para poder sustentar desde España o construir un futuro mejor.

En algunos casos, incluso se arrepienten de la decisión por el gran sacrificio que supone y la recompensa que a veces no se llega a conseguir.

"No lo volvería a hacer", indicaba Delia. "Me quedaría en mi país y trabajar como sea, buscar la manera de que ellos se sacrifiquen o estudien o lo que sea. Por lo menos los iba a tener conmigo porque hasta ahora no he podido recuperar el cariño de mis hijos".

Este esfuerzo silencioso sostiene hogares, permite la conciliación de miles de familias españolas y evidencia una realidad clave: la inmigración no solo cubre necesidades laborales, sino que también soporta un coste humano que rara vez se visibiliza.