Lo que debía ser un último adiós íntimo y respetuoso se convirtió en una experiencia angustiosa para la fiscal Susana Gisbert y su familia.
En plena ceremonia funeraria, mientras despedían a un ser querido en el cementerio de Valencia, una noticia que rozaba lo surrealista interrumpió el momento.
Según les comunicó la funeraria, el nicho familiar en el que pensaban depositar las cenizas estaba supuestamente 'caducado' y no podía ser utilizado, por lo que debían abonar 5.000 euros.
La historia fue contada en el programa 'La Mirada Crítica', presentado por Ana Terradillos, donde Susana Gisbert relató con firmeza y tristeza lo sucedido.
"Qué sensación más terrible", expresó, al recordar el momento en que se enteraron de la situación, minutos antes de la incineración.
Según explicó, el fallecido había muerto de forma repentina, sin previo aviso ni enfermedad, haciendo la situación mucho más dolorosa.
Todo el proceso había sido organizado con cuidado: el seguro, la funeraria, la hora de la incineración y, por supuesto, el nicho familiar, que la familia daba por hecho que era a perpetuidad, ya que había sido adquirido en el año 1935.
El problema surgió cuando Susana llegó al cementerio un poco antes de la ceremonia: "Me encuentro a la esposa del fallecido muy alterada que me dice: 'Susana, coge el teléfono, mira lo que pasa'".
Al otro lado de la línea, una mujer que se identificó como parte de la funeraria les comunicó que no se podían depositar las cenizas en el nicho porque estaba caducado desde el 19 de marzo.
Gisbert explicó que esa fecha no tenía sentido, ya que el 18 de marzo habían depositado en ese mismo nicho las cenizas de su madre, fallecida días antes: "Le dije: 'El 19 de marzo imposible, porque yo a mi madre la dejé allí el 18 de marzo'".
A partir de ahí, comenzaron las excusas y evasivas: que quizá se había enviado una notificación, que podía haber un precinto, que tal vez no estaba en casa...
La fiscal dejó claro que no recibió ninguna comunicación previa, y además había estado frecuentando la vivienda de su madre casi a diario: "Insistí: 'Acabo de cerrar la casa, he ido todos los días y de eso nada'", relató con indignación.
Pese a los intentos por justificar la situación, nadie les había advertido de una posible caducidad del nicho ni se les había entregado documentación oficial que lo acreditara.
A su vez, el suceso ha despertado una oleada de solidaridad y asombro entre quienes lo han conocido.
La idea de que un nicho comprado hace 90 años, y utilizado recientemente, pueda ser declarado "caducado" sin previo aviso y justo en el momento más sensible para una familia, resulta tan inhumana como inverosímil.
Ana Terradillos cerró la entrevista reconociendo la dureza del episodio: "Es un momento muy, muy, muy duro, con mucho lío burocrático ya de por sí, para que venga alguien y pida explicaciones de una cosa que está muy atada".
Más allá del dolor personal, su testimonio puede servir de advertencia para otras familias que creen tener todo en orden.
Porque, como demuestra esta historia, incluso en los momentos más íntimos del adiós, pueden surgir obstáculos administrativos que convierten el duelo en una pesadilla.
