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Novak Djokovic sobrevivió a una de esas tardes donde el cuerpo parece decir basta, la mente se tambalea y sólo la experiencia puede evitar la derrota.

El serbio, de 38 años, avanzó a los cuartos de final de Wimbledon tras superar en un duelo agónico a Alex de Minaur, pero su imagen sin camiseta, jadeando, con los ojos cerrados y aplicando técnicas de respiración y estiramientos para continuar, reflejó más que nunca su vulnerabilidad.

Tras ser barrido 6-1 en un primer set donde su servicio falló y sus movimientos parecían torpes, el múltiple campeón logró recomponerse sin necesidad de los "milagrosos comprimidos" que pidió en rondas anteriores.

Esta vez no había pastillas, sólo hielo en el abdomen, yoga, respiración consciente y una voluntad de acero.

En la grada, con gesto implacable y sin aplaudir ni uno solo de sus puntos, Roger Federer observaba a Djokovic desde la zona del palco real.

Fue una imagen simbólica: el rey presente frente al rey retirado, separados por generaciones y unidos por la gloria.

Por un momento, pareció que el serbio estaba destinado a unirse a esa cumbre de leyendas cuyos días de dominación han pasado. Fue roto tres veces en apenas media hora. El viento lo incomodaba. El cuerpo no respondía. El tenis le fallaba.

Respirar para 'sobrevivir'

Fue tras un intercambio de 30 golpes en el segundo set cuando Djokovic se sentó, se quitó la camiseta, puso una mano bajo el pecho, cerró los ojos y empezó a respirar profundamente, sosteniendo el aire y soltándolo poco a poco.

En vez de colapsar, se centró. "Estaba tratando de gestionar la respiración", explicó después. "Después de intercambios tan largos, necesitas un respiro y no tienes mucho tiempo".

Djokovic lleva años hablando de la importancia del control de la respiración. Lo considera clave para el enfoque, la recuperación, el descanso y la paz mental.

"Aprender a respirar conscientemente es fundamental. Parece simple, pero no lo es. Te ayuda a dormir mejor, a recuperarte y a estar presente", ha dicho en más de una ocasión.

Incluso ha reconocido que medita y practica yoga como herramientas para lograr un estado óptimo de mente y cuerpo.

Novak Djokovic realiza estiramientos durante un descanso en el partido ante Alex de Minaur en Wimbledon Reuters

Desgaste físico y emocional

No fue sólo el primer set. El segundo comenzó con un intercambio de 19 minutos en el segundo juego. Nueve iguales, una pérdida del saque que logró recuperar con sufrimiento y gestos de frustración.

Djokovic pidió al público que se uniera a su batalla. Y poco a poco, como si se tratara de una resurrección espiritual, fue encontrando su juego.

El cuarto set también puso a prueba su resistencia. Perdía 3-0 y estuvo a punto de quedar 5-1 abajo. Pero ahí emergió su alma competitiva. Ganó 14 de los últimos 15 puntos.

Alex de Minaur, valiente, rápido y molesto con sus cortes y aceleraciones, se quedó sin respuesta. No fue un triunfo que reflejara invencibilidad, pero sí perseverancia.

Mirando al futuro

En cuartos le espera Flavio Cobolli, italiano de 23 años que ha compartido entrenamientos con el hijo de Djokovic y al que el serbio trató con ternura.

"Es un gran luchador. Estoy gratamente sorprendido por su progreso en hierba. Nos llevamos bien", dijo. Añadió que necesita empezar mejor el próximo partido y afinar detalles en su juego.

Cuando se le recordó que Goran Ivanisevic lo ve como favorito para ganar el torneo y superar a Carlos Alcaraz, Djokovic fue prudente.

"Amo a Goran y me alegra que él me ame también, pero no creo que yo sea el favorito. Aunque tengo una oportunidad, sin duda. Mis resultados sobre hierba lo demuestran. Me siento bien, confiado y motivado para llegar hasta el final".

Hay una razón más para su ambición: igualar los siete títulos de Wimbledon de Federer.

Aunque su encuentro con el suizo tras el partido fue breve -"Me felicitó y dijo que fue un gran partido. Nada más"-, el objetivo no necesita palabras.

Djokovic sabe que su carrera aún no está terminada. Sabe que no está aquí sólo para competir, sino para ganar.

Y si para ello debe desnudarse física y espiritualmente en la pista, controlar su respiración y sacar fuerzas de donde no quedan, lo hará. Porque su historia aún no ha alcanzado el último capítulo.