Hany Abu-Assad ha aprendido con su última película que está preparado para renunciar a las tentaciones de Hollywood. El director, nominado en dos ocasiones al Oscar por Paradise Now y Omar, regresa a Palestina después de hacer las Américas para dirigir a Idris Elba y Kate Winslet en un romance a la vieja usanza, La montaña entre nosotros, que costó 42 veces más que su nuevo trabajo. Con La tradición de Huda, un thriller basado en hechos reales que ya se puede ver en los cines españoles, vuelve a disparar contra los más poderosos. 

El primer trabajo en cinco años del director palestino-holandés está basado en la historia real de una trabajadora de un salón de belleza de la Palestina ocupada que fue chantajeada después de que sacaran fotografías de ella desnuda. La mujer tuvo que escoger entre convertirse en una traidora para su país o ver cómo sus vergüenzas eran descubiertas en uno de los lugares más machistas del planeta. 20 años después de que esta historia impactara a la sociedad palestina, la situación de las mujeres apenas ha mejorado. 

Abu-Assad visitó la pasada edición de la Seminci de Valladolid, donde habló con SERIES & MÁS de sus reincidentes miradas al conflicto de Oriente Medio, la evolución de la opinión pública en años recientes y sus incursiones en la industria cinematográfica del país más cercano a Israel en el escenario geopolítico. 

¿Hasta qué punto está basada La traición de Huda en una historia real?  

En parte de nuestra sociedad la desnudez puede ser un escándalo hasta el punto de que puedes perder la vida si te ves atrapada en una situación así. Esa es la historia real, pero en la película todos los personajes son ficticios al 100%. La realidad es la base, pero solo es el principio. Me resultaba muy interesante desde un punto de vista narrativo, pero también me apetecía abordar las ideas de la subjetividad y la objetividad en el cine. Con esta historia quería hacer una reflexión cinematográfica sobre la contradicción

Como director necesitas nuevos desafíos. Si quieres hacer algo de una forma más lineal o esclava con lo que sucedió la verdad, el documental es la mejor forma de contar algunas historias. Lo primero que me hice es preguntarme cuál es el tema detrás de una historia así: la traición y la lealtad. Me pregunté cómo retratar esas contradicciones en imágenes. Quería hacer flashbacks como si fueran flashforwards, sin tener la necesidad de volver atrás en el tiempo. Me lo tomé como un experimento como director. Mientras hacía la película no tenía ni idea de si iba a funcionar. Tenía mucho miedo, pero quiero probar cosas nuevas cada vez que me levanto de la cama. 

Han pasado casi diez años desde la última vez que hiciste una película sobre el conflicto entre Israel y Palestina, el tema más recurrente de tu carrera. ¿Por qué decidiste que era el momento de volver a él? 

Tengo que ser claro en esto. La guerra abierta entre Israel y Palestina es el conflicto más importante de mi vida. En mi vida personal soy muy sensible con las injusticias, también me pasa como espectador con historias ambientadas en la guerra civil española, la resistencia en Sudamérica o los grupos partisanos que lucharon contra la Alemania nazi. Siempre me han parecido relatos muy importantes. Como artista, me siento obligado a luchar como puedo contra el poder y estas injusticias. Cuando cuento historias sobre Palestina, no puedo fingir que no están sucediendo una serie de cosas en mi país. Creo que es evidente que estamos ante una injusticia, un cáncer destructivo que amenaza con acabar con todo. 

Me preocupa también nuestro futuro como sociedad. Estamos destruyendo la Tierra desde dentro. El calentamiento global no es más que un síntoma de lo que le estamos haciendo al planeta. No sé si vamos a sufrir las consecuencias en un año, en 100 o en 200, pero es un hecho. Es algo que me preocupó siempre. Creo que tenía 17 años cuando empecé a interesarme por primera vez el medioambiente [Abu-Assad cumplirá 61 años el próximo 11 de octubre] y ahora todo el mundo habla de ello. Antes la gente me miraba como si estuviera loco. Soy alguien que busca participar de forma activa cuando veo un problema, ya sea el medioambiente, el consumismo o la ocupación ilegítima de un país. La dominación siempre lleva a la autodestrucción. Es ley de vida. 

Fotograma de 'La traición de Huda'.

También ha sido muy crítico contra la discriminación contra las mujeres en tu país. 

Desde luego. Mis preocupaciones van más allá de la ocupación. En Palestina tenemos problemas con la violencia doméstica, el abuso sexual y los derechos humanos. Mi forma de enfrentarte a todo esto es pacífica, pero puedo entender a quien decide recurrir a la violencia en un momento dado. No quiero ser hipócrita al respecto, aunque mi naturaleza es otra y prefiero luchar con esos problemas desde la belleza y el arte. Quiero contar historias que revuelvan a los espectadores y desafíen su forma de pensar. 

La traición de Huda muestra el primer desnudo de una actriz palestina en el cine. ¿Tenía miedo al hacer la película de la reacción que pueda tener este momento en su país? 

Es curioso. La historia de esta película de una mujer que pertenece a un lugar muy concreto de nuestra sociedad en el que si pasa algo así, el hombre castigará antes a la mujer que al ocupante. Como no tienen autoridad para castigar a este, deciden que sea la mujer quien pague el precio. Para ellos es importante instaurar un sentido de autoridad, aunque hacerlo pueda implicar recurrir a la injusticia. Quería retratar eso en una película, como en algunas comunidades se comportan como si la autoridad fuera más importante que la justicia. Esa misma gente es la que se ofende cuando decides mostrar a una mujer desnuda en una película. 

Al mismo tiempo, también hago esta película para poder entablar una conversación con ellos. No tengo necesidad de convencer a un espectador como tú, pero sí a esa parte de la sociedad palestina. En ese sentido soy respetuoso con ellos, pero también quiero provocar algo en ellos y hacerles entender que esa falsa sensación de autoridad es menos importante que la humanidad de las personas, y de las mujeres en particular.

La protagonista de 'La traición de Huda'.

Hace unos años Javier Bardem y Penélope Cruz firmaron un manifiesto contra la ocupación de Palestina. Entonces fueron muy criticados en algunos círculos de Estados Unidos, pero ahora la situación es distinta y hasta una mujer israelí como Natalie Portman es muy crítica con su gobierno. ¿Tienes esperanza ante un cambio de la opinión pública en este sentido? 

Mira, voy a ser muy directo en este sentido. El Estado de Israel se equivoca cada vez que comite un crimen en el nombre de los judíos bajo el pretexto que está defendiendo sus intereses. Les está haciendo daño. No protegen a nadie, como ellos creen, porque están cometiendo un acto criminal. Creo que la gente que es crítica con Israel en realidad se preocupa más por los judíos que los sionistas. 

Los israelíes comiten crímenes para proteger su autoridad, como pasa precisamente en la película. Es patético cuando se defienden estos crímenes. Creo que esa es la razón por la que están perdiendo esta guerra. No es porque los palestinos seamos fuertes. No lo somos. Si comparas las fuerzas de unos y otros, no somos nada. Creo que cada vez hay más conciencia en Israel porque se dan cuenta de que estos supuestos actos de defensa de Israel son en realidad antisemitas. No hay más que viajar por el mundo y hablar con la gente para saber qué es lo que piensan en realidad. No hay muchas dudas al respecto. Matan niños. Son unos criminales. 

Has estado nominado dos veces al Oscar. ¿Qué clase de experiencias has tenido en un lugar con tantos judíos en el poder como Hollywood? 

Hollywood es muy grande, como lo es la comunidad judía. No hay un comportamiento uniforme en ese sentido. En mi carrera he tenido mucho apoyo de judíos progresistas en Estados Unidos. Me he encontrado con muchos judíos que estaban en mi contra, pero también con muchos otros que entendían la historia que estaba contando y mis razones para hacerlo. Hollywood es muchas cosas al mismo tiempo. 

Es curioso, porque los americanos no son tan sensibles a la presión como los europeos. ¿Sabes por qué? En Estados Unidos tienen una actitud muy imperial, sienten que pueden hacer lo que quieran con su vida. Yo pasé 25 años viviendo en Europa, en Holanda, y me di cuenta de que tenemos una opinión equivocada de Estados Unidos. Son más críticos con la autoridad si creen que ésta se equivoca. Fíjate, muchas de sus películas son historias de individuos que se revuelven contra el poder. 

Tu anterior película era muy distinta, un drama romántico con estrellas de Hollywood. ¿Cómo fue volver a tus raíces y a una escala más controlada? 

Estaba feliz. Una de las cosas que me motivaban era demostrar que podría hacer una película que cueste un millón de dólares después de haber rodado una de 42. Me quedé aliviado al comprobar que no me había enganchado al privilegio y al lujo de hacer una película tan cara. Estás en un rodaje en el que tienes transporte privado, caravanas… En un proyecto así el 80% del presupuesto se va en el lujo y en cosas que no necesitas realmente. Muchas cosas no se reflejan en la película. Viajas en primera clase, te dan la mejor comida... Nada de eso es necesario cuando estás trabajando y, al mismo tiempo, el lujo es muy adictivo. 

Es difícil volver a la normalidad después de probar algo así. No puedo juzgar a otros, pero reconozco que estoy orgulloso de mí mismo al descubrir que no necesito esas cosas. Puedo volver a trabajar con un presupuesto de un millón de dólares, no tener donde sentarme y hacerme yo la comida si es necesario.

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