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"Podría decir que entré en esta profesión como Marilyn Monroe, gracias a mi físico", comenta con sorna Josep Maria Pou a EL ESPAÑOL. Lo dice porque fue Adolfo Marsillach quien le escogió en los años sesenta entre todos los estudiantes de la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid (RESAD) para que actuara en Marat/Sade.

A partir de ahí, fue forjándose un monstruo de la escena que se ha convertido en uno de los grandes referentes teatrales no solo españoles, sino también europeos.

En noviembre cumplirá 81 años. Los últimos cinco lleva intentando aniquilar los pensamientos que le incitan a seguir con las botas puestas. Son ya siete décadas de meterse en la piel de decenas de personajes.

"Contra la genética, el cuerpo y la naturaleza no se gana nunca la batalla. Por mucho entusiasmo y energía, cuando estás cumpliendo años y llegas a los ochenta, que es una cifra respetable, no te puedes engañar. Sería incapaz de hacer un Moby Dick o un Rey Lear como hice en el pasado, aunque con la función actual estoy dos horas y media sobre el escenario", asegura asertivamente.

Se refiere a Gegant, que se representa en el Teatre Romea de Barcelona hasta el próximo 3 de agosto. Pero este es solo un aperitivo ya que después estará de gira tres meses por Cataluña, en febrero de 2026 hará temporada en el Bellas Artes de Madrid y después emprenderán otra gira por todo el país hasta diciembre de 2026.

Todo está programado y firmado. "A ver si la salud resiste", proclama a los vientos este hombretón de 196 cm que ha dado con la horma a su zapato al dar vida a Roald Dahl, otro gigante de la literatura inglesa que medía dos metros.

Conocido principalmente como autor de literatura infantil y juvenil, no hay que olvidar a su Matilda o Charlie y la fábrica de chocolate, el autor británico también realizó los textos que después se adaptaron al clásico televisivo Alfred Hitchcock presenta

El autor vuelve a la actualidad treinta y cinco años después de su fallecimiento por unos tintes antisemitas publicados en 1983 de los que jamás se retractó.

Josep María Pou representando a Gegant. David Runao

A estas alturas de la película, o del teatro, este es un personaje a quien Pou cataloga como un doctorado o una cátedra.

"Cualquier actor pagaría por interpretarlo -afirma con contundencia-. Es maravilloso, extravagante, posee un humor cínico, sarcástico, tiene estados de cólera brutales y al segundo es el más tierno y niño del mundo". Nuestro entrevistado ha conseguido un récord. Negoció con el autor la adaptación al catalán y este último le bendijo.

Es el segundo idioma en el que se estrena Giant (Gegant en catalán) tras el apoteósico éxito de la versión inglesa estrenada en septiembre del año pasado en el West End londinense. De esta manera, Cataluña y, concretamente Barcelona, se ha puesto en el epicentro de las artes a nivel mundial. Luego vendrá Broadway.

En Mollet del Vallés, localidad cercana a Barcelona donde Josep Maria Pou nació en 1944, están extasiados de su ciudadano ilustre. Allí nació su vocación teatral siendo un crío. Su progenitor fue su faro cultural en el seno de una familia de clase media.

El equipaje del intérprete catalán es pesado a la par que sobresaliente. Se puede desempacar a Moby Dick, Arte, El médico a palos, El rey Lear, Falstaff, La cabra o qui és Sylvia?, Arte y un sinfín de autores que van desde Chéjov a Cervantes, pasando por Ibsen, Albee, Benet i Jornet o Valle-Inclán.

Ni qué decir las innumerables películas (Reina Zanahoria, Remando al viento, Historias del Kronen) y series de televisión (Policías, en el corazón de la calle o La catedral del mar) y, por supuesto, aquellos inolvidables Estudios 1 que merecen una mención especial.

Por si esto no fuera suficiente, de la mano del Grupo FOCUS también ha ejercido como Director Artístico del Teatre Goya de Barcelona (2008-2018) y desde entonces lo es del Teatre Romea, el único emblema del teatro catalán en pie desde 1862 y que, paradójicamente, fue inaugurado por la reina Isabel II.

Josep Maria Pou es un hombre del pueblo para el pueblo. Un ejemplo de lo que significa la popularidad. Y siempre, siempre, con los pies en el suelo. Siempre está aprendiendo y Dios le libre de no seguir haciéndolo.

Pregunta.– Me cuentan que se llevó una gran sorpresa cuando fue a ver Giant a Londres, ¿verdad?

Respuesta.– Sí, cuando fui durante la primera semana en el Royal Court Theatre. Primero me olía a que podía ser muy interesante. En cuanto supe que Roald Dahl medía dos metros me dije: "Esto está escrito para mí, esto no hay quien me lo quite".

No lo va a hacer Javier Gutiérrez ni Eduard Fernández, con todo mi respeto y cariño, que son muy buenos amigos (Pou mide 196 cm). La función la protagoniza John Lithgow, que está maravilloso y por cuyo papel ha conseguido recientemente el Olivier al mejor actor. La obra también lo obtuvo, y otros más.

En septiembre del año pasado contacté con el autor (Mark Rosenblatt), le mandé mi petición de los derechos de la obra, pero normalmente no suelen hacerlo porque la primacía es Nueva York. El autor me contestó y me dijo: "Señor Pou, he visto que el Teatro Romea es de un prestigio enorme, usted lleva una dirección artística fantástica en el teatro, he tenido muy buenas referencias suyas, es un actor extraordinario y estaré encantado de que usted sea el primero en hacerla. Y aquí estamos. El autor vino a vernos siguió los ensayos y quedó enloquecido con el estreno".

P.– ¿Es la primera vez que ha ocurrido en la vasta tradición teatral española?

R.– Puedo decir que no se da a menudo. Es difícil de asegurarlo, pero es prácticamente la primera vez en muchas décadas que hacemos la función mientras aún se representa en Londres. Que el autor de un éxito tan grande haya autorizado estrenar en Barcelona es una muestra enorme de confianza a quienes hacemos teatro aquí.

P.– ¿Cuál es el objetivo de la función?

R.– Realmente no trata propiamente de Roald Dahl sino que el objetivo del autor es poner encima del escenario el debate actual del conflicto de Israel con Palestina, el conflicto de los judíos en el mundo y de su comportamiento y relación con Israel y otros países. Es el debate eterno. Y para traerlo en escena el autor se vale de una anécdota protagonizada por Dahl en 1983.

P.– ¿Nos la recuerda?

R.– Escribió un artículo de prensa en una revista literaria de no mucha tirada sobre un libro fotográfico de cuando Israel invadió el Líbano y hubo aquella masacre enorme. Roald hizo la crítica y dejó salir todos sus fantasmas, datos y opiniones antisemitas. Pedía la desaparición del Estado de Israel y casi la erradicación de los judíos como raza, les culpaba de todos los males.

Gegant. David Runao

Aquella reseña en aquella revista literaria de poca difusión desencadenó un gran escándalo porque todos los diarios ingleses y estadounidenses se hicieron eco de la información. Le acusaron de racista y antisemita y cuando estaban a punto de darle el título de 'Sir' que, por cierto, se lo merecía mucho, pararon todas las gestiones y murió sin tenerlo.

P.– Se ve que Roald Dahl era un hombre potente.

Era un genio. Con las ideas, ya se sabe, cada uno es libre. Más que ser un racista y antisemita era más bien una provocación, una manera de enfrentarse al mundo. No tenía filtros. Cantaba las cuarenta a cualquiera que tuviera delante, por muy negativo que se vea ideológicamente a día de hoy. Lo más curioso y dramático es que a pesar de haberse retractado jamás, sus libros son los más vendidos en lengua inglesa después de Shakespeare.

Imagina la millonada que estarán cobrando sus hijos y nietos. Aunque falleció sin querer lavar su imagen, hace cuatro años sus dos hijos y cuatro o cinco nietos salieron en la BBC y publicaron un artículo en prensa pidiendo disculpas al pueblo inglés.

Lógicamente lo hicieron por motivos económicos para que no peligrara la venta de los libros. Cuando volvió a aparecer la política de la cancelación hace cuatro años se asustaron muchísimo y en contra de la voluntad del abuelo, se disculparon.

P.– Si Roald Dahl levantara la cabeza se volvería a morir porque su nieto Ned Donovan está casado con la princesa Raiyah, hija de la reina Rania de Jordania.

R.– Sí, y otra de sus nietas (Sophie) está casada con el cantante Jamie Cullum. Él es un artista increíble, procuro no perderme sus conciertos. Forman una pareja particular porque él es muy bajito y ella ha heredado la altura de su abuelo (mide 185 cm).

P.– ¿Cómo y cuándo se desarrolla la acción?

R.– La obra transcurre en casa de Roald Dahl durante una comida al mediodía donde están presentes su editor inglés inventor del Booker Price, que aún se sigue otorgando, una joven judía enviada especial de su editor americano que ejerce como directora de ventas, el propio autor y su esposa, Felicity.

En torno a la comida empieza el gran debate. Los editores quieren convencer al escritor de que debe disculparse y escribir un artículo retractándose, sobre todo por la amenaza de la cancelación de los libreros, que no se produjo nunca. Lo ha de hacer aunque no lo sienta, pero que se disculpe.

La unidad, acción y espacio transcurren antes, durante y después de la comida y con el motivo de la retractación se produce un debate increíble y extraordinario más actual que nunca sobre Israel, su comportamiento en el mundo, sus ansias de expansión, sus invasiones como hizo en Beirut y, aunque no se hable de Gaza, porque esta historia es de 1983, el público inmediatamente piensa en Gaza y todo el terrible genocidio. La función es como si caminaras sobre el fuego, el público tiene una tensión brutal porque el libreto está escrito de maravilla.

En el debate se exponen todas las razones, por lo que la gente pasa por darle la razón a Ronald Dahl a hacerlo con la joven que estalla porque es la representante de los judíos. El enfrentamiento entre ambos es lo que hace que la obra sea una bomba de relojería.

P.– ¿Hay más tintes biográficos?

R.– A nivel temporal está empezando a vivir con su segunda esposa, Felicity. Hacía una semana que su primera mujer, Patricia Neal -actriz protagonista de El manantial o Desayuno con diamantes- había abandonado la casa de Inglaterra para irse a Estados Unidos. Por ese motivo están de obras, se cambia la decoración… Roald tuvo una relación de trece años con Felicity mientras él aún seguía casado con Patricia.

Gegant. David Runao

P.– La vida que tuvo con Patricia Neal fue tremendamente dolorosa.

Una de ellas era la hidrocefalia, por lo que los doctores le tenían que ir vaciando el líquido con unos pinchazos dolorosísimos. Ante aquella tesitura Roald se puso a estudiar el cerebro humano e inventó un aparato especial para drenar esa parte del cuerpo que aún se usa en los hospitales en la actualidad.

P.– Nacer y crecer en un pueblo no solo imprime carácter, sino que se desarrolla un cierto placer en el mirar y ser mirado, ¿está de acuerdo?

R.– Sí, claro. Ya sabes que soy de Mollet del Vallés, que en aquella época era como todos los otros pueblos, se hacía vida en la calle, nos conocíamos todos, después de cenar sacábamos las sillas todos los vecinos para charlar, lo que comúnmente se llama 'salir a la fresca' y de esta manera te enterabas de todo.

Observabas, veías, te veían… Sobre todo recuerdo la época en la que mi padre pertenecía al grupo directivo del grupo teatral del Centro Parroquial, algo muy común en todos los pueblos de Cataluña que representaban obras cada fin de semana. Estos centros suplían las necesidades culturales de los pueblos en los años cincuenta.

Recuerdo que tendría cinco o seis años cuando veía a mi padre montar las obras teatrales con sus amigos, cómo se elegían los decorados los montajes asistía a los ensayos, a veces estaba solo en el patio de butacas, era mágico.

P.– Deduzco que en su hogar se respiraba mucha cultura.

R.– La lectura era fundamental. Teníamos una habitación donde todas las paredes estaban forradas de libros. La biblioteca estaba llena de textos teatrales. Desde pequeño he sido un ávido lector, también de prensa y escuchábamos cada noche la radio mientras cenábamos. No teníamos televisión.

Recuerdo cuando mi padre llegaba en tren y yo iba a buscarle porque tenía ansias por tener los diarios (su progenitor era obrero metalúrgico y trabajaba en Barcelona). Le cogía El Correo Catalán o El Noticiero Universal y los devoraba. También leía las revistas Gaceta Ilustrada y Destino donde me empapaba de los artículos de Néstor Luján o Josep Pla. Eran artículos y reportajes muy profundos, analíticos, de gran erudición…

P.– Siendo adolescente usted ya tenía la intención de convertirse en periodista.

R.– (Sonríe). Es verdad. Mi gran pasión era ser locutor de radio. Cuando escuchaba a Arribas Castro o Joaquín Soler Serrano se creaba algo mágico y yo quería llegar a la gente. Una vez ya me consolidé como actor hice durante quince años el programa de teatro musical La calle 42 en Radio Nacional de España y tuve una columna en El Periódico de Cataluña durante más de doce años.

P.– Su primera obra teatral fue a las órdenes de Alfonso Marsillach en Marat/Sade. Cuando uno está estudiando y se topa con uno de los grandes, ¿se queda observando, absorbe todo lo que puede se intercambian conversaciones entre novel y veterano?

R.– Sí, claro. Esto ha sido una de mis grandes fortunas que ha marcado toda mi vida profesional y de la que estoy muy orgulloso. Sinceramente, al principio de mi carrera aparecieron dos maestros fundamentales, Adolfo Marsillach y José Luis Alonso.

Tuve la suerte inmensa que siendo aún estudiante de la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, Marsillach me contratara porque vino a buscar actores para que vivieran la realidad de lo que era un montaje. En vez de coger extras de la calle. Podría decir que entré en esta profesión como Marilyn Monroe, gracias a mi físico. Cuando Adolfo me vio me dijo: "¡Qué bien, qué alto eres, me vienes estupendamente!".

El hecho de que pudiera vivir junto a Adolfo todo el proceso de creación desde el primer día de los ensayos con espectáculo histórico como Marat/Sade en el Teatro Español de Madrid y luego en el Poliorama de Barcelona, me marcó muchísimo la manera de ver la profesión, de cómo un hombre total de teatro sabía moverse y organizaba compañía y, sobre todo, entender que aquel teatro era el que quería hacer. Un teatro de un cierto compromiso en la que cada una de mis obras supusiera un compromiso como ciudadano con la sociedad.

No quería entrar en un teatro para hacer algo simpático y de evasión, con todos mis respetos, por supuesto, lo que deseaba era hacer un teatro que conmocionara, de conciencia, que sacudiera al público en la butaca, que es lo que he hecho siempre.

P.– ¿Cuándo entró en su vida José Luis Alonso?

R.– Cuando terminé la escuela en 1970, después de tres cursos. El mismo día del examen final, José Luis me contrató y me metió en la compañía titular del María Guerrero junto a José Bódalo y Antonio Ferrandis. ¡Imagínate qué escuela! Estuve cuatro años seguidos. Aquello también marcó mi carrera absolutamente y la línea de teatro que quería hacer. Sigo siendo muy fiel a ese concepto de teatro que tenían Adolfo y José Luis, de quienes aprendí todo.

P.– Sin duda, todo un máster.

R.– Desde luego que sí. Me considero un privilegiado. Las generaciones de ahora no lo pueden hacer porque los suelen contratar para una obra durante tres semanas y al cabo de cuatro meses tienen otra de otras tres semanas. Así es muy difícil irse creando un estilo y formándose como actor.

P.– Supongo que al igual que ocurre en el cine importa más el número de seguidores que tienen en redes sociales.

R.– Dedican mucho más tiempo a eso, sí, pero hablamos en general porque hay gente que se prepara muy bien. Pero lamentablemente importa mucho ver el número seguidores.

P.– ¿Tiene redes sociales?

R.– Por suerte soy inmune (risas). En mi móvil jamás ha entrado y salido un tuit, no tengo ni la aplicación descargada y tampoco entro en Facebook o en TikTok. No tengo nada, a no ser que se considera a WhatsApp como una red social, pero que para mí es un instrumento de trabajo. Las redes como si no existieran para mí ni siquiera por tentación y te digo que una de las mejores cosas que he hecho en mi vida es mantenerme ajeno a ese mundo.

Gegant. David Runao

Todo lo que sé es a través de la prensa porque soy un ávido lector analógico y digital. Soy una prueba evidente de que se puede seguir viviendo y manteniendo un nivel de compromiso ciudadano y de seguir desarrollando mi profesión sin necesidad de redes. En este sentido mi biografía es incólume porque no me podrán sacar jamás un tuit del pasado porque nunca lo he escrito. Podrían hacerlo con otras cosas, pero…

P.– Da la casualidad que vivió dos de los acontecimientos históricos del siglo XX mientras hacía teatro. También es un privilegiado en este sentido.

R.– En 1969, cuando aún estaba en el tercer curso de la RESAD, a raíz de mi experiencia con Marsillach, unos productores me llamaron para estrenar lo que en aquel momento era una revolución, uno de los primeros musicales que se hicieron en España llamado Los Fantástikos, con Elsa Baeza y Eusebio Poncela, un chavalín que estaba en mi escuela. La misma noche que estrenamos el hombre pisó la luna por primera vez. Terminamos la función y un montón de gente nos fuimos a casa de Adolfo Marsillach, que está involucrado en la producción, y sentados en el suelo de su casa vimos aquel pie que se posaba en la luna (20 de julio de 1969).

Unos años después, también trabajando con Marsillach en el Teatro Comedia con la compañía de Canta, gallo acorralado, que fue muy polémica porque estábamos luchando a favor de la democracia, se hacía un teatro político… Mientras hacíamos la función, un día por la noche oímos unos gritos y voces que decían algo así como "fascistas, vais a morir todos".

Se interrumpió la función, pero los acomodadores no vieron a nadie. Después descubrieron que bajo una butaca del primer piso había un magnetofón en marcha con un discurso grabado que alguien dejó encendido durante la función de la tarde calculando los tiempos. Eso que fue un accidente aislado ocurrió la noche anterior al atentado de Carrero Blanco (20 diciembre 1973).

P.– Ha tenido el privilegio de interpretar a dos de los personajes teatrales más fascinantes de la historia del teatro como son El rey Lear y Falstaff, de Shakespeare. Además, ha tenido el honor de representar al autor en inglés en varias ciudades de Inglaterra. ¿Cómo sabe un actor que transmite el sentimiento en una lengua que no es la suya?

R.– Buena pregunta. Es algo en lo que pienso a veces. La gente que nacimos bilingües, como es mi caso con el castellano y el catalán, tenemos una cierta ventaja a la hora de pronunciar. Pero es cierto que cuando lo haces en otra lengua te quedas como más cohibido, encorsetado.

Hay musicalidad en las palabras, has de conseguir ciertos tonos, cadencias, y a veces esas palabras no terminan de fluir. De esta manera has de ensayar continuamente hasta hacerlas tuyas. Aunque no se entiendan los idiomas lo importante a tener en cuenta es que existe un lenguaje universal que son las emociones. Fue todo un reto interpretar a Shakespeare en Birmingham y Londres.

P.– Lo hizo bajo las órdenes de Calixto Bieito, con quien forma un buen tándem a la hora de tratar Shakespeare.

R.– Ambos somos grandes admiradores del autor inglés. Cuando viajamos a Inglaterra en 2012 para la Olimpiada Cultural -también se habían celebrado las deportivas- se montó la obra Forests, una adaptación de Marc Rosich que incluía bastantes pasajes relacionados con los árboles y los bosques en la obra de Shakespeare (El rey Lear, Macbeth, Enrique VI, Sueño de una noche de verano). La hicimos en The Old Rep, una de las grandes instituciones del país (Laurence Olivier, Albert FInney o Derek Jacobi pisaron sus tablas) con actores ingleses y catalanes (George Costigan, Roser Camí) durante tres meses y después la representamos en el Barbican Centre de Londres.

Luego se realizó una gira por España y también estuvieron en Ámsterdam. Con Calixto también tengo un recuerdo grato de Erresuma/Kingdom/Reino, otra adaptación que reúne a los reyes más conocidos en la obra de Shakespeare como Ricardo II, Ricardo III, Enrique IV o Enrique V que se estrenó en vasco, en inglés y en castellano.

Aunque haya pensado en la retirada, no podrá. Los productores al final terminan convenciéndole. "Solo yo sabré cuál será la última noche que pise el escenario", declaró el año pasado en una entrevista para TM (Teatro Madrid).