Leo algunos de los párrafos introductorios de Inmunes a la distracción entre vistazo y vistazo al móvil. Tres líneas, un par de ideas medianamente asimiladas, y compruebo si el último audio que he enviado ya tiene el check azul. Vuelvo al texto.
"A muchos, estas distracciones se nos van de las manos y nos dejan con la sensación de que hemos perdido el control de nuestras decisiones. La realidad es que, hoy en día, si no tienes las herramientas necesarias para lidiar con las distracciones, estas manipulan tu cerebro y te hacen perder el tiempo". Encajo el golpe, y sigo leyendo.
Al menos el autor nos hace promesas, asegurando que "tenemos más poder que cualquier gigante tecnológico" y que el monstruo devorador de atenciones tiene su talón de Aquiles. Dice conocer la flaqueza del sistema porque primero escribió una suerte de biblia para las empresas de tecnología, titulada Hooked: How to Build Habit-Forming Products (Enganchado: cómo crear productos que generen hábito), en la que desarrollaba las razones por las que consumimos voraces sus productos.
Nir Eyal.
Pero, como en la vida todo tiene su reverso, el profesor y ensayista confiesa en entrevista con EL ESPAÑOL que, tras el éxito, él mismo terminó "luchando personalmente con la distracción". Y añade: "Por eso escribí Inmunes a la distracción: para empoderar a las personas con las herramientas necesarias para recuperar el control de su atención y sus vidas".
Como las conoce, Nir nos recomienda que esperemos sentados a que las empresas del sector tomen medidas para que nos distraigamos menos. Por eso esta llamada suya a la acción inmediata que, dice, no pasa por que nos convirtamos en luditas, sino por "entender los motivos reales que nos empujan a actuar en contra de nuestros intereses".
Buscamos alivio
A los fumadores o exfumadores quizá les suene aquello que escribió Allen Carr en uno de los manuales más famosos escritos jamás para ayudar a abandonar el hábito, y que era algo como que el cigarrillo sólo te libera de la ansiedad que te genera el propio cigarrillo.
Bien, pues el autor de Inmunes a la distracción afirma que "incluso cuando pensamos que estamos buscando placer, en realidad lo que nos empuja es la querencia de liberarnos del dolor que nos provoca el deseo", y que la única manera de combatirlo es abordar las causas que son origen de nuestra distracción. Vamos a ellas.
La vida es dolor, nos recuerda, por si acaso algún afortunado ha podido olvidarlo. Y la distracción, dice, es una mera estrategia del cerebro para afrontar este dolor, o para despistarlo un rato.
Por ello asegura que la única forma de manejar la distracción pasa por "aprender a manejar la incomodidad", porque nuestra tendencia natural nos lleva a querer "regresar rápidamente a un nivel basal de satisfacción, independientemente de lo que nos ocurra en la vida" y ese, a su juicio, "es el timo de la estampita de la madre naturaleza". Es lo que llaman la adaptación hedónica. ¿Tenemos entonces que ser más estoicos para ser más felices?¿Asumir que la vida es un valle de lágrimas con alguna satisfacción pasajera?
Nir contesta a EL ESPAÑOL: "En lugar de simplemente adoptar el estoicismo y resignarnos a las decepciones inherentes de la vida, podemos centrarnos en diseñar conscientemente una vida en torno a nuestros valores y propósito. Al elegir deliberadamente cómo invertimos nuestro tiempo y atención, y al comprender que la felicidad es un proceso más que un destino, podemos mitigar los efectos negativos de la adaptación hedónica. El estoicismo puede ayudarnos a apreciar los placeres simples de la vida y a aceptar sus inevitables desafíos, pero el objetivo no es la resignación. Se trata de intencionalidad: hacer las cosas que realmente enriquecen nuestras vidas".
Consultar el móvil y perder la noción
En su libro también habla de lo que denomina los momentos liminares, y a todos nos suenan. Dice: "Son transiciones de una cosa a otra a lo largo del día. ¿Alguna vez te has puesto a mirar el teléfono mientras esperabas que el semáforo se pusiera en verde y al rato te has percatado de que seguías mirando el teléfono mientras conducías? ¿O has abierto una pestaña en el navegador, te has aburrido porque le estaba costando mucho cargar y has abierto otra página mientras esperabas? ¿O has echado una ojeada a una aplicación de redes sociales mientras te desplazabas de una reunión a otra y has seguido deslizando el dedo al regresar a tu mesa?".
En el párrafo nos toca y hunde a todos, como pasaba jugando a los barcos. Y aclara que estas acciones no tienen nada de malo por sí solas, pero lo peligroso es que nos lleven a hacer cosas de las que nos arrepintamos, ya sea perder el tiempo flagrantemente (y fustigarnos después por ello) o, en el peor de los casos, tener un golpe fatal con el coche.
Nir Eyal, autor del libro 'Inmunes a la distracción'.
Ante eso, nos propone trucos, tips, atajitos: el primero es una técnica para aprender a combatir el impulso. De ella hablaba también Albert Espinosa en sus libros (en su caso la aplicaba a los resultados que le iban a dar contra el cáncer).
Se trata de esperar, compleja y llanamente, aplicando la 'regla de los diez minutos': "Si noto que quiero consultar el móvil para usarlo como dispositivo de relajación cuando no se me ocurre nada mejor que hacer, me digo que no hay problema en hacerlo, pero no en ese preciso momento. Tengo que esperar diez minutos (…). Esta técnica es eficaz a la hora de lidiar con todo tipo de posibles distracciones, desde buscar algo en Google en vez de escribir, comer algo poco saludable cuando me aburro o ver otro episodio en Netflix cuando estoy 'demasiado cansado para irme a la cama'. Nos da tiempo para hacer lo que los psicólogos conductuales denominan surfear el impulso. Cuando nos sobreviene un impulso, percibir la sensación y subirnos a ella como a una ola, sin intentar apartarla ni actuar en función de ella, nos ayuda a aguantar hasta que remita".
¿Y qué pasa si estamos realizando una tarea tediosa y sólo nos sentimos capaces de llevarla a término mediante pequeños premios? La receta del autor pasa por recomendarnos nuevamente que prestemos atención a nuestra tarea para motivarnos.
"La idea es prestar tanta atención que acabes descubriendo retos que no habías visto. Esos nuevos retos te proporcionan la sensación de novedad que te lleva a centrar en ellos tu atención y mantener la concentración cuando la distracción te tiente", dice el autor.
Pero ejercemos de abogado del diablo y le lanzamos otra pregunta directa: ¿qué pasa si no somos capaces de encontrar motivación en nuestra tarea? ¿Hay algo de malo en que, pongamos un cajero de supermercado, reciba una pequeña dosis de dopamina revisando su móvil en el almacén durante un descanso?
"La distinción clave que hago en Inmunes es entre tracción y distracción. La tracción es cualquier acción que te lleve hacia lo que realmente valoras y te propones hacer, mientras que la distracción es cualquier acción que te aleje de esas intenciones. Si tomarte un breve descanso para revisar las notificaciones no interfiere con tu productividad ni tus responsabilidades, y a tu jefe no le importa, no hay nada intrínsecamente malo en ello. La idea general es universal: todos necesitamos comprender nuestras intenciones y ser conscientes de si nuestras acciones se alinean con nuestros objetivos y valores o si nos desvían de ellos".
Planificar nuestra planificación
La clave de todo, tras la lectura de Inmunes a la distracción, parece residir en una palabra: planificación. Ver una serie, pasar tiempo en redes sociales o dormir la siesta no son actividades pecaminosas. Todas ellas están bien, dice el autor, si nos las hemos propuesto.
Y eso aplica a la vida personal y a la profesional: si hemos decidido pasar el día con nuestra familia, debemos mantener un compromiso previo con nosotros mismos de no mirar el correo electrónico. Si estamos sacando curro en la oficina a destajo, no nos concedamos kit kats prescindibles.
Nir Eyal, escritor.
"Para ser inmunes a la distracción en las reuniones, debemos deshacernos de cualquier pantalla. He impartido innumerables talleres y he observado la gran diferencia entre las reuniones donde se permitía usar tecnología y las que no, y las reuniones sin pantallas generaban discusiones mucho más centradas y mejores resultados. Para asegurarnos de que el tiempo transcurrido en la reunión no es tiempo perdido, tenemos que introducir nuevas normas y costumbres”, escribe en uno de sus párrafos.
Recuerda también cómo el lema de Slack, el gigante americano de la mensajería instantánea para equipos de trabajo, es "trabaja duro y vete a casa". Ni un alma suele rondar sus oficinas a las 18:30, asegura. Ni mucho menos se están escribiendo a través de Slack.
Después del rapapolvo constructivo, nos deja una frase aterradora, de las que sobrevuelan: "Estábamos teniendo una aventura con nuestros dispositivos (…). Según una encuesta, casi un tercio de los estadounidenses preferiría dejar de practicar sexo durante un año que dejar de tener acceso a su teléfono durante ese mismo periodo de tiempo".
Para no privarnos de placeres básicos, y para agarrar de nuevo las riendas, Eyal nos recuerda que "en el futuro habrá dos tipos de personas en el mundo: las que permitan que sean otros quienes controlen y coarten su atención y sus vidas, y las que puedan definirse con orgullo como 'inmunes a la distracción'".
