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Si el espectador echa la vista atrás, hay un adjetivo que debería sobresalir por encima del resto para describir a Silvia Marsó. Ese es curranta. Hace ya 45 años que se dedica a comunicar, hacer sentir y provocar reflexiones a través de un arte que abarca cine, teatro, series, producciones y festivales musicales, drama, comedia, tragedia, texto clásico… una todoterreno.

Como todos los principios, los suyos fueron duros. Pasaba la gorrilla por el Gótico barcelonés haciendo mimo –su apellido artístico se lo debe a Marcel Marceau– mientras su familia se resistía a que fuera actriz. Aquellos fueron momentos bonitos porque estudiaba en el Institut del Teatre donde coincidió con Paco Mir, que no tardaría en formar Tricicle, y Jürgen Müller, uno de los fundadores de La Fura dels Baus.

La ilusión podía con todo. Incluso llegó a hacer espectáculos sicalípticos –¡algún día explicará en qué consistían!– con Loles León.

Silvia Marsó durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Pau Venteo E. E.

Debutó como actriz profesional en 1979 en la compañía de Vicky Lusson con la obra Los derechos de la mujer de Alfonso Paso y, dos años más tarde, lo haría en el cine de la mano de Carlos Benpar con Escapada final, protagonizada por Francisco Rabal y Craig Hill, marido de otra grande, Teresa Gimpera. Llegaron las series Segunda enseñanza, Turno de oficio y, sobre todo, el concurso Un, Dos, Tres, con el que alcanzó la fama nacional.

En breve estrena en Antena 3 la serie La encrucijada junto a Astrid Janer, Rodrigo Guirao y Abel Folk, los tres protagonistas principales, aunque también aparecen Isabel Serrano y Candela Márquez.

Justamente con Abel Folk tenía muchísimas ganas desde hace décadas de protagonizar una obra de teatro y lo han conseguido con la obra Claveles, con la que han estado de gira por toda España hasta que el próximo 25 de junio debutan con la versión en catalán, Clavells, en el teatro Goya de Barcelona.

En unos meses se marcha a Colombia porque le han contratado para rodar la tercera temporada de una serie de Netflix, "es un medio thriller", pero es lo único que puede contar.

PREGUNTA.– Es usted una súper heroína.

RESPUESTA.– Son muchos años. No trabajo tanto, pero sí, hasta tengo tiempo de aburrirme y viajar (risas). Mira, son 45 años de carrera como actriz, he hecho muchas cosas eclécticas y, sobre todo, lo más importante es que nunca he estado parada. He procurado abrirme otros campos para poder ser actriz dramática, cómica, musical… He estudiado muchas variantes de la profesión para ampliar las ofertas.

P.– Y encima hace veinte años debutó como productora.

R.– Me gusta para hacer cosas que son difíciles y arriesgadas. Normalmente los productores no se arriesgan, se dedican a esto para ganar dinero. Pero yo tengo otra visión, intento que la producción sea partiendo del riesgo, de hacer algo diferente y nada convencional.

Silvia Marsó durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Pau Venteo E. E.

P.– Usted nunca ha pretendido ser famosa, ha sido fiel a sí misma, no todo vale por dinero. Premisas que no abundan mucho en su profesión.

R.– Hay una motivación principal desde que empecé: las ganas de comunicar al público pensamientos superiores que han escrito dramaturgos, guionistas o gente con capacidad de reflexión sobre la condición humana. Hacerle llegar al público esas reflexiones, provocarles el debate y activar el sentido crítico han sido mis metas principales como intérprete y productora.

P.– ¿Qué programa le ofreció un cheque en blanco y lo rechazó?

R.– (Carcajadas) No te lo voy a decir. Era una época en que las privadas apostaban por tener celebrities en exclusiva con contratos blindados, pero yo quise salir de todo eso para centrarme en mi carrera de actriz. Cambié los millones de la época por hacer papeles pequeños en producciones y seguir aprendiendo.

P.– No hay dos como usted.

R.– Yo deseo ser actriz, no quiero ser famosa ni celebrity. Tengo testigos de que lo que pasó es real, gente que después hicieron las cosas que yo no quise hacer. No me arrepiento, fue una apuesta por la calidad de mi trabajo para seguir aprendiendo. Era muy joven, una veinteañera cuando lo rechacé. Era muy goloso en aquella época.

P.– ¿Qué queda de aquella chica de 14 años de la calle Lleida de Barcelona? ¿Por qué con 14 años estaba tan segura de que quería ser actriz?

R.– En realidad lo decidí porque tras ver El espíritu de la colmena (1973) de Víctor Erice no entendí el mensaje profundo de la película. Pero sí percibí que había mucha enjundia y eso me provocó algo. Siempre he mirado las cosas desde un sentido demasiado profundo y ya de pequeña me daba cuenta. Cuando mi profesora de literatura me enseñó a leer entre líneas El principito, a saber lo que significaba el simbolismo de cada capítulo, cuando descubrí que detrás de las palabras había el subtexto para mí aquello fue como un gran misterio, un jeroglífico que había que descubrir. Esa fue una de las motivaciones que me propiciaron amar la lectura, los libros y la interpretación.

Silvia Marsó durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Pau Venteo E. E.

P.– Desde sus orígenes ha tenido la suerte de trabajar con algunos de los más grandes como Paco Rabal, Ana Diosdado, Irene Gutiérrez Caba o Juan Diego, ¿qué supuso para usted estar a su lado?

R.– Antes los jóvenes teníamos una mentalidad que no sé si la tienen ahora que era aprender de los mayores. Creo que esto ha cambiado mucho. Llegué a trabajar en el escenario con María Jesús Valdés, Julia Trujillo, Manuel Galiana o Amparo Rivelles, los grandes del teatro, y me pasaba todo el tiempo entre cajas mirándolos. Jamás pisaba un camerino, solo para vestirme. Aquello no me lo quería perder por nada del mundo. No sé si esto lo están haciendo los jóvenes.

P.– Me consta que algunos salen de la RESAD y no conocen a Margarita Xirgu.

R.– Hay que revisar a los grandes antecesores. Estudiarlos.

P.– ¿Algún consejo que le hayan dado estos grandes?

R.– (Pensativa) El mejor consejo me lo dio Ava Gardner. Estábamos rodando en el desierto de Córdoba en una serie llamada Harem o Dardanelos, depende del país, era una coproducción inglesa, turca y americana. Ella estaba impresionante y yo hacía un miserable papel. Me acerqué cuando descansaba, estaba fumando en su roulotte y le dije.

"Señora Gardner, ¿me da usted un consejo?". Y en un perfecto español me contestó: "Ay nena, ten paciencia porque en esta profesión no se llega nunca". ¡No se llega nunca! Lo que me dijo esta mujer que era una de las grandes. Se me quedó grabado para siempre. Era muy joven, acababa de terminar el Un, Dos Tres, debía tener 20 o 21 años.

P.– ¿En qué medida le impactó el ‘animal más bello del mundo’?

R.– Es que era así. Cuando yo la conocí era muy mayor pero tenía unos ojos y una mirada impresionantes, y un saber estar increíble. Verla de cerca fue impactante. En su época las mujeres eran reales, cada una tenía su belleza y si hojeamos los Fotogramas de entonces te das cuenta de que cada actriz tenía una cara diferente. Hoy en día muchas tienen la misma cara y eso no me está gustando. Lo peor es la estética. Lo que más me molesta es que haya tanta gente que se dedica a la comunicación, la música o el cine y que tengan cara de filtro de Instagram. Me parece que se está perdiendo la diversidad.

Silvia Marsó durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Pau Venteo E. E.

P.– ¿A quienes admira que no hayan perdido su belleza o magnetismo?

R.– Ahí tienes a Meryl Streep, Emma Thompson, Ángela Molina, Susi Sánchez… Están madurando, la palabra vieja no me gusta, con mucha dignidad y belleza. Fíjate que yo también espero estar o tener esa naturalidad cuando vaya madurando. Espero poder sobrellevarlo bien y que no pierda la confianza en mí misma. Por ahora lo estoy consiguiendo de momento.

P.– En su carrera ha tenido exitazos que no se volverán a dar en cuestión de audiencias como el Un, Dos, Tres y las series Ana y los 7 y Gran Reserva. ¿Cómo ha vivido la evolución de la fama?

R.– Llevo 45 años como actriz, he visto todas las etapas como cuando había solo dos canales, la llegada de las privadas, las plataformas y lo que sí te digo es que tanto al principio como al final lo importante es mantenerse. Y seguir estudiando, preparándose y apostando por conocer todos los distintos medios, géneros o estilos artísticos para tener mucha amplitud ecléctica.

P.– Pero no me negará que es un peligro que se estrene una serie o una película en 170 países a la vez y que de la noche a la mañana los intérpretes sean famosos a nivel planetario.

R.– Claro, pero todo es relativo. Pero ya te digo, lo difícil hoy en día es que hay tanto trabajo y tanta gente que lo difícil es mantenerse. Hay que conseguir la constancia.

P.– ¿Quiénes son los autores que le suelen acompañar?

R.– Stefan Zweig siempre me ha maravillado, hice una gira por toda España con 24 horas en la vida de una mujer. También me gusta García Márquez, Gala en sus primeros momentos me parecía fantástico, Lorca me apasiona, la literatura rusa me encanta… Pero ahora no leo. No tengo tiempo. Solo leo guiones, ja, ja. Y me da mucha pena porque para mí era un reto ponerme a leer y por la vorágine del trabajo solo leo textos que tengo que memorizar. Es una pena. Tengo la mesita de noche llena de libros para leer y entre ellos están mis amigos que publican.

P.– Dicen que los actores son una raza aparte porque nunca dejan de estudiar, la plasticidad del cerebro se va volviendo más rígida con el paso del tiempo, pero ustedes siguen ejercitando. ¿Ha notado algún fallo en la retentiva?

R.– No, pero quizás me cuesta más aprender ahora que hace veinte años. Sin embargo, si te soy sincera, el año pasado tenía tres obras de teatro diferentes en la cabeza, un musical con letras en inglés y castellano con un poema de Lorca titulado El rey de Harlem, que era larguísimo y muy difícil porque es surrealista; después estaba La Importancia de llamarse Ernesto de Oscar Wilde donde hacía de Lady Bracknell y al mismo tiempo estaba haciendo la gira de Claveles donde mi personaje, Violeta, habla una hora y media sin parar.

Total, que en mi cerebro había cuatro horas y media de texto y no se producían lagunas. Cuando estaba haciendo una obra lo hacía bien (risas). ¡Ah!, también estaba rodando la serie La encrucijada y después estaba el texto de la película La Bala de Carlos Iglesias, donde él es el protagonista masculino y yo el femenino. ¡Y hablo mucho!. ¿Cómo conseguimos esto los actores? No lo sé. Creo que a base de entrenamiento y que a lo mejor debemos tener más memoria que el resto. La tenemos muy ejercitada. El 2024 ha sido tremendo y encima rechacé cosas porque no quiero trabajar tanto. Prefiero centrarme en trabajos que me gusten mucho y disfrutarlos.

Silvia Marsó durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Pau Venteo E. E.

P.– Claveles llega en su versión en catalán al teatro Goya de Barcelona. Tras una gira con un tremendo éxito le habrá llegado el feedback del público.

R.– Sí, claro. A la gente les mueve mucho porque todos los que tenemos una cierta edad hemos pasado por todas esas etapas como la dictadura, la transición, la democracia, la corrupción, la falta de ideología por parte de unos sectores de la juventud, la falta de esperanza, etc. Cada uno lo ha vivido desde su punto de vista e ideología. Y a la gente eso le toca. Es una obra que potencia la esperanza, prioriza que las energías no sean para criticar y destruir, sino para salvar lo bueno que hemos conseguido.

P.– Queda reflejado la posición del hombre y de la mujer, totalmente sometida.

R.– Sí, al menos en esas décadas.

P.– Una vez aprendida, interiorizada y girada, ¿qué poso le ha quedado de la obra?

R.– Que la comunicación es importante en el ser humano. Los personajes, Violeta y Xavier (Abel Folk) dejaron de hablarse hace 40 años por unos malos entendidos que no se llegaron a aclarar por ocultar cosas. Es una pena porque han perdido la posibilidad de esa amistad profunda de adolescentes. Creo que una de las cosas que más me toca es que nunca hay que dejar pasar un conflicto, siempre hay que dialogar, hablar y aclarar las cosas porque la vida te puede conducir a no hablar a un ser humano que querías profundamente.

También hay que valorar lo que las mujeres estamos consiguiendo. Mi personaje, cuando era muy joven, vio truncada su carrera como política por un hecho que tiene que ver con el patriarcado y el machismo. Eso la llevó a la cuneta y no pudo sobrellevarlo. Aquella frustración la dirigió hacia algo admirable ya que se convirtió en una filósofa y ensayista muy prestigiosa. Pero su verdadera esencia era la carrera política.

P.– Aún quedan flecos por sanar en su sector como podría ser la brecha salarial entre actores y actrices, pero lo importante es que las mujeres han ido avanzando y los criterios se han ido democratizando. De repente, cuando se está yendo por el buen camino aparecen una serie de depredadores como Harvey Weinstein que vuelve a poner el foco de atención en la impotencia y la sumisión de la mujer. Y aparece el movimiento #MeToo. ¿Cómo se posiciona ante este fenómeno social sin precedentes?

R.– Absolutamente lo defiendo porque es necesario que los abusos y malos tratos se sepan, se hable y haya debate. La Unión de Actores tiene un departamento de ayuda a las personas que puedan sufrir cualquier tipo de abuso; también pertenezco a CIMA (la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales) que realizan estudios de igualdad sobre cómo afectan el patriarcado a las distintas profesiones dentro del universo audiovisual, pero no solo entre las actrices, también están las directoras, productoras, las del sonido, iluminación…

Todo esto se está cuestionando, analizando y haciendo estadísticas. Ahora mismo es el mejor momento que tenemos porque hay más defensa no sólo de mujeres, sino también de hombres, en cuanto a abuso de poder. Esperemos que siga manteniéndose.

Silvia Marsó durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Pau Venteo E. E.

P.– ¿Ha sido usted víctima en alguna ocasión?

R.– No, pero porque he tenido la suerte que desde muy joven he sido conocida, no quiero decir la palabra famosa porque no me gusta, entonces como que se atrevían menos. No es lo mismo abusar de una desconocida que de otras que tienen ya un nombre. Aquello fue una ventaja, pero una desventaja para las otras que empezaban. Conozco casos y estoy rodeada de compañeras que lo han sufrido cuando empezaban en la profesión y una vez que llegaron a ser conocidas las respetaron de otra manera. Eso es verdad.

P.– Tenía usted 20 años cuando formó parte del Un, dos, tres que llegó a reunir hasta 25 millones de personas ante la pequeña pantalla.

R.– Es que solo había dos canales.

P.– Claro, pero había que hacerlo bien. ¿Cómo resultó aquella experiencia?

R.– Inolvidable y maravillosa. Además de ser una de las azafatas también hacíamos números musicales porque en eso, Chicho Ibáñez Serrador fue muy inteligente ya que eliminó el arquetipo de las mujeres florero, nos quitó las gafas, nos puso mallas… y nos convertimos en artistas.

P.– Hace ocho meses nos dejó Mayra Gómez Kemp, ¿qué recuerdos guarda de ella? ¿cómo te gustaría que se la recordara?

R.– (Suspira, la mirada se torna triste). Como una gran profesional y buenísima compañera. Siempre estaba con nosotras apoyándonos y alabándonos cuando hacíamos números musicales. Quería mucho a Mayreta, le llamaba así como si fuera en catalán, y ella a mí me decía Silveta (sonríe).

P.– Recientemente, algunas azafatas como Marta de Pablo pusieron a Chicho Ibáñez Serrador a caer de un burro, le acusaban de acoso, tortura, humillaciones…

R.– (Ojos como platos). No he sabido, ni lo he leído ni lo quiero saber porque me parece una falta de respeto.