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Natalia Lafourcade nació cantando. Eso dice: que antes de hablar, cantó. Que era su misión porque todos tenemos una, y ella tuvo la suerte de conocer la suya tempranamente. En su casa siempre había música, y aún más, armonía. La quisieron bien sus padres, músicos que siguen cuidando y aconsejando a la artista latina con más premios Grammy. Le da miedo perderlos porque contra eso no hay éxito que inmunice. 

Se confiesa Natalia en esta charla como la flor que rompe la piedra después de los descalabros personales: "Hay un algo del estar quebrada que me ha gustado cuando ha pasado, y es el cómo utilizar ese dolor para hacer una canción, una pintura, un proyecto personal…".

Como todos, es una superviviente: a los seis años un caballo le golpeó la carita tan nueva, y se vio impelida a habitar otro tiempo, a ir despacito; como habla, como piensa. La música se confirmó entonces como su "muy compañera", porque a ella recurrió para su recuperación.

Los padres de Natalia Lafourcade también son músicos. Sara Fernández

Pronto empezó a cantar con mariachis y, superado el temblor de piernas, supo que el escenario era el mundo ancho que deseaba. Ahora abraza su cuarta década con aceptación y lo cuenta en Cancionera (Sony Music), su último disco, llenito de su folk de raíces hundidas en la tierra que tanto ama. No en vano se crio mirando al infinito en mitad del campo veracruzano, y algo atávico, algo de ese discurrir paciente de lo natural, tiene su mirada. 

PREGUNTA.– En Cancionera canta "nunca se te olvide que al final de este camino es tu historia la que cuenta". Esa es la premisa que defiende, que cada cual tiene que ir a su ritmo en la vida, ¿no? 

RESPUESTA.– Sí, sí, sí. Es un disco que quise realizar a mi entrada a los 40 años. Qué padre, ¿no? Es una entrada interesante. Para mí fue de hacerme muchas preguntas en un momento muy existencialista y bonito también, de mucha aceptación y de abrazar mi lugar y mi quehacer. Veo Cancionera como un regalo de ese momento. 

P.– Tiene esta idea de misión. Siente que la suya es cantar. Y que todos tenemos una. ¿Cree que esa misión es vocacional siempre?

R.– Sí. Yo creo que a veces tienes la fortuna de encontrarlo muy temprano. La infancia refleja mucho eso que te gusta, ahí se genera una conexión genuina. En mi caso al menos, antes de hablar ya quería cantar, o estaba cantando. Siempre hubo una conexión desde el juego, la música era parte de mi vida en casa, con mis padres, la tenía en esa cotidianidad. Con el tiempo se convirtió en mi vocación y en mi servicio también. Creo que todos venimos con algún don, con algo que podemos aportar. También siento que a veces hay que buscar para encontrar, hay que probar. Recuerdo etapas en mi infancia donde probé un poco de todo. 

P.– ¿Qué le llamaba la atención? 

R.– A veces decía que quería ser arquitecta, ser actriz, bailar o hacer dibujos animados para películas. Tuve destellos de cositas, y mi madre siempre me decía que probara, pero se acabó imponiendo la música.

P.– Sus padres son músicos. Su padre fue constructor de clavecines y maestro de piano. Su madre, también maestra. Incluso he escuchado en su charla del BBVA que le pegaron una bronca al acabar un concierto por no estar haciendo buena música, o una mejor música. ¿Cómo han influido en su carrera? 

R.– Siempre he tenido la compañía de mis padres, su ejemplo. En ambos encuentro la pasión y esa vocación muy presente. Mi padre está a punto de cumplir 90 años y sigue dedicándose a la docencia de la música de forma diaria. Yo lo miro dar sus clases y me conmueve mucho porque hay mucho amor y entrega en el compromiso que él tiene con sus estudiantes. Y mi madre es lo mismo. A su edad sigue buscando la manera de seguir llevando su método a más escuelas y de conectar con más niños, de renovarse ella también componiendo. En ellos veo lo que es tener una causa, y creo que tener una causa en la vida es muy importante, una razón de estar aquí. Eso me lo enseñaron de muy pequeña y se quedó muy presente en mi modo de vivir. 

P.– Hay una historia bonita con el método de enseñanza de su madre, que tiene que ver con usted, ¿no? 

R.– Sí, claro. Cuando yo era muy chiquita, a los 6 años, tuve un accidente, un caballo me pateó la frente, y en la rehabilitación de este accidente mi mamá se apoyó mucho en la música para poder salir adelante. Esto generó un impacto y me ayudó bastante. Naturalmente se hizo este vínculo con la música, se volvió muy mi compañera, mi medicina, mi maestra y mi cómplice. 

P.– Ahora son mayores, ¿cómo lleva verlos envejecer? ¿Le da miedo que no estén? 

R.– Sí, es fuerte. Es de esas cosas que tarde o temprano vamos a tener que asumir. Lo veo con mucho respeto también porque soy consciente de que eso es parte del ciclo de la vida, pero eso no le quita, como a ti, que… (Natalia suspira). Mis padres quiero que siempre estén a mi lado. Todos queremos que nuestros padres estén siempre a nuestro lado.

Natalia Lafourcade considera Madrid como su casa. Silvana Trevale

P.– En El Palomo y la Negra, otra de las canciones de Cancionera, cuenta la historia de dos que "ya venían casados de vidas atrás". ¿Cree en esos amores que se conectan entre vidas? 

R.– Yo creo que sí puede pasar. No sé, la vida con sus misterios. Pero me da la sensación de que sí nos encontramos y nos reencontramos después, porque a veces ha habido personas particulares que digo "yo te conozco de antes, pero no de esta vida, yo te conozco de más allá". Hay una conexión más allá. 

P.– Y en Cómo quisiera quererte le achaca a las olas de sentimiento "que no me dejen morir por ti". Es cierto que hay veces en que queremos querer, pero tenemos el corazón atado. ¿Por qué cree que nos pasa? 

R.– Bueno, a veces nos pasa. Muchos hemos tenido esa historia que quieres amar, corresponder a una persona y te sientes fatal porque de verdad le quieres querer, pero algo de ti no te deja quererlo de esa manera quizás. Creo que cuesta mucho trabajo soltarnos, el apego al amor… Cuando tú te enamoras y esa persona se va después, o eligen ya no continuar, nos cuesta mucho soltar y después el corazón se queda herido y cuesta mucho abrirlo para volver a querer a otra persona. 

P.– La disponibilidad emocional, que está tan de moda. 

R.– Sí, nos cuesta. Son procesos. Yo creo que es natural. Se te queda la memoria del daño o del amor. Si esa persona de repente ya no quiere estar contigo, pero tú estás muy enamorado, son cosas que duelen mucho. Aparte son lugares muy personales, ¿no? La vida continúa, pero tú por dentro estás deshecho. Pasa, pasa, pasa. 

P.– Se infravalora a veces lo que duele un desamor. 

R.– Es terrible, es terrible. Pero creo que también, me da la sensación, esos quiebres generan algo muy hermoso en las personas también cuando nos permitimos de verdad sufrirlo y atravesarlo. Yo lo he vivido, como seguramente muchas personas, pero me ha pasado que cuando me repongo de un quiebre, cuando ya pasó, digo "oye, estoy mucho mejor, estoy más fuerte". 

P.– Vuelves a nacer. 

R.– Ese renacer me gusta. Y también me gusta mucho, confieso. Hay un algo del estar quebrada que me ha gustado en la vida cuando ha pasado el cómo utilizar ese dolor y esa tristeza para hacer algo, para encauzarlo en la acción, para hacer algo maravilloso que después te sorprende. Puede ser una canción, una pintura, un proyecto personal… Me ha asombrado el poder de esa tristeza cuando la encauzas en algo positivo. 

P.– Es súper poderosa. 

R.– Sí, sí, sí, es como que la flor rompe la piedra y de repente (simula un golpe fuerte, una explosión). Y ahí estás. 

P.– Hace muchos años grabó un reality show en el que las cámaras la siguieron en el día a día durante un par de meses. En ese momento Carmen, de su banda, la definía así: "Es un desastre. Creo que está en otro mundo y por eso hace las cosas tan bonitas". ¿Cómo lo ve? 

R.– Este… Pues sí. Creo que soy muy de mi mundo, la verdad. Y lo de que soy un desastre, también (ríe). Soy bastante caótica… 

P.– Para las cosas prácticas, ¿no? 

R.– Súper, sí. Me cuestan mucho trabajo. Soy mucho más de mis mundos internos, y ahí sí me hallo. Lo puedo manipular mejor. 

P.– Muchos artistas tienen mala orientación. ¿Le pasa? 

R.– Depende. Si es un lugar al que me interesa llegar, llego. Soy muy mañosa también. Tengo mis mañas para todo, me las ingenio para así llegar. 

P.– Cuenta que no era muy de mostrar su vida. Pero dice que la cosa no salió mal del todo, porque en el reality conoció a su marido. La vida, a veces, ¿no? 

R.– Claro. Soy bien afortunada porque eso sí fue un regalo del universo, un ángel es mi compañero, soy muy afortunada. Ahorita que hablábamos del amor, me considero una mujer muy afortunada por el amor de mi pareja. 

Natalia dice que es bastante caótica y que vive en su mundo. Silvana Trevale Silvana Trevale

P.– Es la cantante latina con más Grammy. Se caracteriza por la fuerza de su voz, pero también por la exploración de sus letras. ¿Se siente desafiada por la Inteligencia Artificial, o por el momento no es una amenaza? 

R.– Como te decía que vivo muy en mi mundo, no es algo que pienso demasiado. Creo que el avance de la tecnología no es algo que podamos luchar, es algo que está ahí. Creo que amigarnos y utilizarlo para bien nos va a ayudar en la evolución humana. Estamos viviendo un avance y una evolución humana gracias a la tecnología. Lo fuerte de la vida es que todo tiene su lado oscuro y su lado luminoso, en todo, ¡en todo! Realmente no me siento amenazada. Si me pones a competir con la IA, ella te va a hacer 100 canciones en segundos, sin embargo eso no me quita el sueño porque cuando hago la música disfruto mucho de la hechura y del proceso. No le voy a poder ganar a la máquina. 

P.– En sentimiento creo que sí. 

R.– Yo lo puedo hacer desde mi lugar, con mis herramientas, y aparte lo disfruto, que esa es la particularidad. Con mis capacidades y mi sistema me gusta pasar el tiempo, es un pasatiempo también, y eso hace la diferencia, que no es sólo la productividad, hay algo más. Las humanidades que se conjuntan en un proyecto, en un arreglo, esa creatividad colectiva, le da un sabor. Eso es único y siempre va a serlo.

P.– Es una artista valiente que le ha cantado a lo que ha considerado justo, como a las víctimas de los feminicidios de Ciudad Juárez. No sé si tiene opinión sobre que en Europa hayamos permitido a Israel participar en Eurovisión. 

R.– En particular a eso, quizás me quedo a la raya, pero en términos generales yo pido mucho por terminar con la violencia. La violencia existe en nuestra humanidad, y por el respeto a la vida. Hay temas que no se resuelven a esta fecha y deberíamos estar ya al otro lado del puente. Son problemas enormes que a uno le quedan… Pienso lo necesario que es que podamos quitar la violencia, pero es un trabajo bien profundo. 

P.– Acaba de aterrizar casi. ¿Qué es Madrid para Natalia Lafourcade? 

R.– Madrid lo considero ya como un lugar que me hace sentir en casa, ya crucé esa línea. Me gusta mucho esta ciudad y me gusta mucho España. Me gusta mucho venir porque me inspira muchas cosas. Me gusta mucho la música, la calle, es una belleza poder caminar Madrid. Y ahora muy contenta de estar aquí, y de saber que vuelvo en verano con la ilusión de esos conciertos. 

P.– ¿Qué tiene en la mesilla de noche? 

R.– Pues suelo tener una bocina (un altavoz) para escuchar música, algún libro, agua, aceites esenciales con aromas de lavanda, que me gustan mucho para la noche, y una pluma quizás, o algo para escribir.