“El cambio curricular es una misión imperativa. Nos jugamos mucho”, dijo en marzo Isabel Celaá, cuando aún era ministra de Educación. Ahora la ministra es Pilar Alegría y ya se conoce cuál es el borrador del currículo de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO), pero quienes estuvieron descontentos con la Ley Celaá no parecen estar satisfechos con este proyecto. Y, como decía la exministra, España sigue jugándose mucho.

El nuevo currículo llega después de que los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) hayan dejado el sistema educativo en muy mal lugar: el 8,7% de los estudiantes de la ESO repiten. Cuatro veces más de la media de los 38 estados que conforman la OCDE (el 1,9%). Para analizar las soluciones que propone este proyecto, EL ESPAÑOL se ha reunido con Borja Delgado, profesor de Biología y Geología en el IES África, en Fuenlabrada (Madrid).

En cuanto al tema de la repetición de curso –que es uno de los puntos más polémicos del real decreto: será el equipo docente el que considera si el alumno promociona, aunque tenga asignaturas suspensas–, Delgado lo tiene claro: “El alumno tiene derecho a repetir”. En efecto, son muchas las circunstancias que pueden estar involucradas en que un alumno no alcance los objetivos escolares en un determinado curso: sociales, familiares, académicos… Por esta razón, Delgado cree en el derecho a las segundas oportunidades.

Interior de un colegio EL ESPAÑOL

Para Delgado, esta medida tiene la misión de reducir los datos nefastos de abandono y fracaso escolar, pero de una forma muy artificial: “El Gobierno está intentando ponerse una venda en los ojos; me parece una medida muy cortoplacista”. Este profesor tiene claro que dentro de cinco años podrá comprobarse que, efectivamente, el porcentaje de alumnado que habrá acabado la ESO será mucho mayor. Sin embargo, avisa de que “en los últimos años de la ESO, que es la parte estrecha del embudo, se verá que hay muchísimos alumnos que no estarán en condiciones de titular”.

Otra queja de los docentes acerca de esta manera de decidir si el alumno tiene que pasar de curso es que se interpreta como “una dejación de funciones por parte de las autoridades”. Si ya hay colegios donde los profesores se ven sometidos a una presión enorme al acabar el Bachillerato –pues deben decidir si un alumno con algún suspenso puede obtener el título que le permita acceder a los exámenes EBAU–, esto hace indicar que la presión va a aumentar. Delgado lo ve como una trampa: “Necesitamos un marco. ¿Cómo puedo justificar en una inspección educativa que un alumno repita con tres asignaturas suspensas pero que, en otro grupo, un alumno que ha suspendido siete pasa de curso? Es mucha subjetividad”.

Más en contra

No es el único que se muestra en contra de algunos de los preceptos que recoge la nueva ESO. Laura, docente de educación Primaria, también es muy crítica con exigir menos a la hora de repetir. "Estamos haciéndole la cama a los alumnos, crearemos holgazanes del día a día y del futuro. ¿Para qué nos vamos a esforzar en enseñarlas? ¿Para qué se va a pooner un niño a estudiar? Pensará, por qué voy a hacerlo, si total pasaré de curso de todos modos. Se van a agarrar a la ley del mínimo esfuerzo", explica. 

"No creo que se pueda encontrar a muchos profesores que esten a favor de esto", sostiene también Gregorio Marlasca, profesor de francés en un instituto de Ávila. "Son una barbaridad", prosigue, en referencia a la repetición. 

¿Demasiado contenido?

En las 199 páginas que Educación ha enviado a las autonomías y que forman el proyecto, otro de los puntos donde más se incide es en optar por una educación menos enciclopédica y que se centre en competencias esenciales. Es decir, aprender más y memorizar menos. Pero ¿es cierto que hay un volumen de materia tan grande?

Para Borja Delgado, si bien es cierto que hay veces que los contenidos son muy extensos, hay un error de enfoque, ya que la reducción “así porque sí” no es positiva. En su opinión, lo que debería abordarse es una reorganización de los contenidos para evitar la repetición en cursos sucesivos, algo muy habitual: “En Biología y Geología estamos viendo la estructura de las células en los tres cursos de la ESO. Con verlo una vez y si conseguimos que el aprendizaje sea significativo y se mantenga…”, cuenta Borja. 

Delgado cree que, al haber tantos alumnos por aula, es imposible para el profesor certificar que los alumnos afianzan la información. Por eso ocurre la repetición de contenido año tras año: es una medida por acumulación con el razonamiento de que, cuanto más se escuche algo, más probabilidades hay de que se interiorice. Además, recuerda que esto hace que haya muchos contenidos que no se pueden abordar porque no da tiempo. E insiste en que “los contenidos no se hacen en función de los intereses particulares, sino teniendo en cuenta una serie de estándares de aprendizaje que el alumnado tiene que conseguir”.

Aprender, no memorizar

Es una crítica ya recurrente hacia el sistema de enseñanza español: hay demasiada memorización de información. El nuevo proyecto de currículo se adentra, una vez más, en esta cuestión. No obstante, Delgado se muestra incrédulo ante la efectividad de las posibles medidas. “El que redacta el currículo ha descubierto la pólvora”, señala irónicamente "Lo de memorizar menos y aprender más es el concepto de aprendizaje significativo de Ausubel, llevamos haciendo esto en los centros educativos desde hace más de 100 años”.

“Me alegra que descubran a los pedagogos de principios de siglo XX, pero ¿cómo van a lograr eso?”. Para Delgado las claves están bien definidas, faltan acciones concretas. “El papel lo aguanta todo, pueden poner que vamos a caminar sobre un arcoíris, pero ¿pueden hacer que se realice?”. Desde la docencia llevan muchos años, muchos decretos y muchas leyes de educación a las espaldas, esperando que se respondan estas cuestiones.

La ministra de Educación, Pilar Alegría

También se muestra escéptico ante la aplicación real de la perspectiva de género, igualdad y promoción de los derechos LGTBIQ. Hay consenso en que son valores que deben inculcarse en las aulas y necesarios, aunque se pregunta cómo mejorar lo que ya hay. “Este enfoque de transversalidad en todas las materias está muy bien, pero yo trabajo en la Comunidad de Madrid y se trabaja en la igualdad, tolerancia, respeto a la diversidad sexual… desde hace muchos años”, explica Borja Delgado.

Hay perspectivas que pueden resultar más urgentes y novedosas. Es el caso, por ejemplo, de la educación afectivo-sexual, que sexólogas como Loola Pérez llevan mucho tiempo reclamando en los centros educativos para que se impartan de la mano de expertos. Las preocupantes cifras de enfermedades de transmisión sexual en jóvenes de los últimos años demuestran que es una materia a la que no se ha dedicado la atención necesaria, y donde hay mucho por mejorar.

Sin embargo, Delgado observa en este nuevo currículo que se repiten los mismos defectos que con antiguos proyectos de ley: poner con otras palabras cosas que ya se están haciendo. Delgado se refiere a las asignaturas Tecnología y Digitalización, Economía y Emprendimiento, y Educación en Valores Cívicos: “Estas asignaturas ya existen, solo le están cambiando el nombre…”.

Colegio La Miranda (Barcelona)

Delgado explica que ahora existe una asignatura llamada Digitalización, Programación y Robótica, y que robótica ni siquiera se enseña porque no hay medios en las aulas. O que también está la asignatura de Iniciativa a la actividad económica y emprendedora, que vendría a ser lo mismo que la nueva Economía y Emprendimiento. “A mí me gustaría saber qué es lo que van a implicar estos cambios, o si es solo un nombre rimbombante para seguir en la misma situación”, se pregunta.

La solución

Para Delgado, la única solución pasa por algo que ya es una reivindicación histórica de los docentes y a la que el nuevo proyecto parece no atender: trabajar con menos alumnos por aula y en mejores condiciones. “Espero que quien hace las leyes se dé cuenta de esto: necesitamos reducción de alumnos por profesor, no de contenido”, desea Delgado. Todo lo que no sea esto, para él no es más que poner tiritas.

Con esta medida, además, Delgado cree que los contenidos no habría por qué reducirlos, sino que, por el contrario, podrían aumentar: “Al atender a las necesidades específicas de cada alumno podrías asegurarte de que se sabe una cosa y pasar a otra”, explica. En cambio, reducir la materia y quitar la amenaza de la repetición de curso puede tener un efecto indeseado: que el alumno esté desmotivado, no se esfuerce lo suficiente y su formación salga perjudicada.

Delgado pide que se aprenda de los países del entorno que ya hacen esto. En el caso de España, “el año que lo hicimos por la emergencia sanitaria del covid-19 vimos que el porcentaje de suspensos caía drásticamente”, apunta con esperanza. Y acaba con un mensaje claro: “Los estándares de aprendizaje se logran o no se logran; no hay medias tintas”.

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