“Es mucho más complicado que encontrar una aguja en un pajar. No imaginaríais nunca lo difícil que es buscar algo a mil metros de profundidad y lo inhóspito, el lugar tan inhóspito que es el fondo marino”. Quien habla es Fernando Echegoyen, marino, perito náutico, analista de naufragios y una de las máximas autoridades en siniestros marítimos que hay en nuestro país. Su experiencia es un aval para analizar dónde pueden estar Anna, la menor de las niñas de Tenerife, y Tomás Gimeno, su padre, que decidió matar a sus dos hijas en su casa -según cree la juez- tras ser infiel a su mujer, Beatriz, cuando ésta estaba embarazada. 

Tras dos días de parada técnica, el Ángeles Alvariño ha vuelto a encender motores para retomar, una vez más, la búsqueda de la pequeña Anna y de Tomás Gimeno, desaparecidos desde el 27 de abril en aguas tinerfeñas. Han sido tres prórrogas, pero hay fecha oficial y límite para poner fin a la descomunal batida: el jueves. Quedan dos días. Los expertos trabajan a contrarreloj para intentar lograr dar con el paradero de la pequeña. Las expectativas son bajas. El optimismo no impera puesto que el cuerpo de Anna se saliera de la bolsa dificulta todo a nivel técnico. Encontrar a Tomás también se antoja difícil, teniendo en cuenta que el último punto en el que se le geolocaliza se ubica a 20 kilómetros de dónde se halló a Olivia, la menor de 6 años, cuyo cuerpo sin vida sería rescatado el pasado 10 de junio. 

De la mano de Echeyoguen, trazamos ruta para saber qué puede ocurrir hasta el jueves. El experto, comunicador y escritor naval, analiza junto a EL ESPAÑOL todo lo que conlleva esta batida. De arranque, coincide con el cuerpo investigador, que tildan el cierre de la operación como una labor tremendamente difícil. En todos, la realidad se impone con cierto pesimismo. “Va a ser muy complicado encontrar el cuerpo de Anna. Muy complicado. Ojalá me equivoque, pero me temo que va a ser muy difícil”, inicia el experto. “Hablamos del cuerpecito de una niña de un año, que puede pesar ocho o nueve kilos que ha sido sumergido hace 50 días”. 

Tomás Gimeno y su expareja y madre de sus hijas, Beatriz Zimmermann.

Echegoyen domina todo a nivel técnico y el pesimismo está justificado. “La sonda multihaz con la que trabaja este barco apenas discrimina el cuerpo humano.” Con detenimiento, lo explica: “El cuerpo humano está compuesto mayoritariamente por agua y el agua no da señal por la sonda. El cuerpo de Anna, sin lastre, se ve opaco al sonar de barrido lateral. Es invisible a la sonda multihaz. Puede estar allí, igual está a dos cientos metros de distancia, y no se localizaría nunca”.

Echegoyen cuenta con detalle cómo funciona el dispositivo del titán oceánico, “una simple lata de refresco, aunque esté a mil metros, saldría reflejada. Ese metal sí lo detecta. Una vez detectado es cuando se sumerge el submarino, el que subió a superficie a Olivia”. Y añade: “Pero el cuerpo de una bebé, que tras tanto tiempo sumergido en el mar, puede estar muy deteriorado, es casi imposible. Si hubiera quedado enganchado algún plomo, o lastre, sería más fácil”, lamenta el experto marino.

Tras el hallazgo del cuerpo de Olivia el pasado 10 de junio, y una vez anulado el secreto de las actuaciones, la investigación, hecha pública –aunque en parte, pues las diligencias continúan abiertas- revela que Tomás Gimeno arrojó el cuerpo de sus hijas (se hace previsible que el de Anna también) al fondo del mar entre las 21:30 horas y las 23:30 h. Todo apunta, a juzgar por el hallazgo, que Tomás lastró con el ancla dos petates en los que previamente había metido, envueltos en una toalla, el cuerpo sin vida de las pequeñas. También el de Anna. El ancla fue determinante para encontrar a Olivia. También la botella de oxígeno localizada en la zona dos días antes.

“Aquí el quid de la cuestión es que encontraron la botella, y que encontraron el ancla con la que habían lastrado los dos petates. El metal fue determinante con la sonda multihaz. A raíz del lugar donde habían encontrado la botella, centraron la búsqueda y el ancla permitió la localización de la pequeña Olivia”. Liberada del lastre, todo se hace mucho más difícil con la bebé. “Ojalá aparezca el cuerpo de la niña, para que Beatriz puede tener paz. Para que toda España podamos tenerla porque estamos todos conmocionados”, exclama Echegoyen. 

Niñas desaparecidas en Tenerife.

Aunque no ha podido certificarse, todo apunta a que Tomás Gimeno tramó el mismo plan con Anna que con Olivia. Igual de monstruoso. Igual de terrorífico. Sobre la mesa, el hallazgo: dos petates lastrados con un ancla. En uno yacía el cuerpo de Olivia, el otro estaba vacío. “Probablemente Anna se salió de dónde aparentemente la habían metido. Eso puede ser debido, por ejemplo, a que cuando este individuo tiró el petate al mar, había quedado aire dentro de la bolsa de la pequeña Anna y la presión, al descender, la rompió. Rompió la cremallera y el cuerpecito de la cría se salió”. Un fatídico matiz que ha hecho imposible, hasta el momento, localizar a la menor de un año. Los días pasan y la actividad submarina sigue su curso. Se habla de las corrientes marinas, de la fauna acuática, todo suma en contra.

Dónde está Anna

 “En el fondo del mar puede pasar cualquier cosa. Es cierto que la ha podido coger una corriente, se ha podido meter en una grieta… Aunque yo pienso que no está muy lejos del lugar donde localizaron a Olivia”, amplía Echegoyen. Es conocedor de la orografía de las islas, y experto como pocos en naufragios y siniestros náuticos, también en hallazgos, “se ha podido desplazar algo, en cualquier caso se distanciaría poco”.

Hablamos de distancia, a lo ancho, pero también en lo profundo. “El veril de sonda, que es una línea que marca la profundidad que tiene la zona, indica mil metros. Anna ha podido seguir sumergiéndose algo más, pero mínimo, solo si la ha arrastrado alguna corriente y ha ido cuesta abajo. Las Islas Canarias tienen origen volcánico y son unas especies de montañas que salen del fondo del mar, entonces ha podido seguir bajando y podría estar algo más profundo”, señala. “El problema no es tanto a qué distancia esté Anna de su hermana, si no que se ha salido y no tiene nada que alerte al sistema”. El cuerpo, fuera de la bolsa, alejado de las piezas metálicas es invisible a todos.

Tomás, en otro punto

Aunque no está probado que Tomás Gimeno terminara con su vida, una de las hipótesis que se señalan es que el padre de las niñas se suicidara la misma noche del 27 de abril. No es la única. Sobre Gimeno pesa ahora una orden internacional de busca y captura por la presunta comisión de dos delitos agravados de homicidio y uno contra la integridad moral en el ámbito de la violencia de género. Su planificación, su frialdad, y su perfil, le convierten en un ser capaz de todo. También de seguir vivo. En cualquier caso, poner fin a su vida, no fue inminente. Se despidió de su entorno y su última conexión con el móvil fue pasadas las 2:27 h. Entre cinco o seis horas después de haber dado muerte a sus hijas. 

Robot.

No soy experto criminalista, y no tengo autoridad en ello, pero tengo dudas de su paradero. Le veo capaz de todo. Existe la posibilidad de que se haya suicidado en el mar, claro, pero también la duda. Empezando por su Señoría, que ha decretado orden de busca y captura”, plantea Fernando Echegoyen. 

En cualquier caso, para localizar su cuerpo, habría que mirar a otro lado. “El barco de Tomás ha aparecido a 12,6 millas náuticas del punto dónde apareció el cuerpo de la pequeña Olivia. Esto son unos 20 kilómetros de distancia. El barco no ha podido ir derivando tanto”, analiza el experto. “Apareció unas 15 horas después y en ese tiempo el barco no llega ahí solo. Faltan algunas datos por conocer para determinarlo al cien por cien, pero estoy convencido de que Tomás navegó hasta allí”.  

Su opinión no es baladí, Echegoyen ha estudiado y repasado todo con detalle. “No me quita nadie de la cabeza que Tomás llegó navegando. Puede pasar dos cosas: que se suicidara allí, frente al puertito de Güímar, que también hay mucha profundidad… o quién sabe qué”. El experto ubica perfectamente el punto del que habla. Sabe, perfectamente, el punto en el que se encontró su barco a la deriva. Para localizar su cuerpo, habría que modificar el rumbo del Ángeles Alvariño.  “El punto de búsqueda es distinto. A mucha distancia. Hablar de 15 o 20 km en alta mar es hablar de unas superficies submarinas enormes”. Es probable que se haya suicidado, pero tampoco está probado, “fue capaz de matar a dos ángeles, es capaz de cualquier cosa”. 

La proeza de encontrar a Olivia

Atracó en Tenerife desde su base en Vigo el pasado 30 de mayo. Desde entonces, los integrantes que componen su tripulación y los miembros de la UOPJ de la Guardia Civil de Tenerife no han dejado de buscar algún rastro que lleve al paradero de las pequeñas. Aunque el resultado fue trágico, y conmociono a todos, lo que han conseguido no es tarea fácil. Son siete semanas de investigación, pero en alta mar, solo se necesitaron once días de búsqueda. El buque, que por primera vez se utiliza en labores de rastreo en un caso de desaparición de personas, ha sido clave para la resolución de este crimen, ha realizado una proeza sin precedentes.

“El ARA San Juan, el famoso submarino argentino, tardaron un año en encontrarlo a menos profundidad de dónde se encontró el cuerpo de la pequeña Olivia”, recuerda Echegoyen. “Tenemos que sentirnos muy orgullosos de toda la tripulación de ese barco. Encontrar el cuerpo de una niña de seis años, en ese tiempo récord, es algo sin precedentes. Es increíble el trabajo del servicio marítimo de Guardia civil, y del equipo del Instituto Oceanográfico Español, impresionante y en tiempo récord. Ojala aparezca Anna, ojalá para que esa madre tenga paz”.