Se vacunó de AstraZeneca el 7 de abril. Al día siguiente empezó a encontrarse mal, pero siguió acudiendo al cuartel de Aizoáin (Navarra). Una semana más tarde, el jueves 15, los dolores de cabeza y un malestar agudo le hicieron sacar el botiquín. No mejoró. Esa tarde fue a urgencias, en Pamplona, y volvió el 19. Tampoco. A los dos días, el miércoles 21, su mujer se lo encontró en el suelo, inconsciente, y lo llevó una tercera vez. La madrugada del 23 falleció, fruto de un trombo, en la Clínica Universidad de Navarra.

Así fueron los últimos días de Francisco Pérez Benítez (Barcelona, 1985), el cabo Pérez, como le recuerdan sus compañeros en conversación con EL ESPAÑOL. Llevaba en el Ejército de Tierra desde 2011, cuando entró en el Regimiento Cazadores de Montaña “Galicia” nº 64, en Jaca (Huesca). Allí conoció a su mujer, Elizabeth, Beth, con la que se mudó a Navarra en cuanto le cambiaron de destino. En el momento del fatal desenlace, ella estaba embarazada de cinco meses de una niña.

Él acababa de entrar en el Ejército y venía de Tarragona, donde pasó su infancia y adolescencia. Ella, de origen británico, daba clases de inglés y preparaba un grado por la UNED. Se conocieron en 2014, se enamoraron, y el mismo año él consiguió una vacante en el Regimiento de Infantería “América” nº 66, de Cazadores de Montaña, en Aizoáin (Navarra). Ella le siguió dos años después, en 2016.

Francisco Pérez Benítez, el 'cabo Pérez'. E.E.

Se agenciaron un pisito en Berrizoar, a cinco minutos en coche del cuartel, y decidieron formar una familia. El 12 de febrero, con ella embarazada de 22 semanas, se casaron por lo civil, en una ceremonia íntima y discreta. Sus planes, según contó la propia Beth a Diario de Navarra, eran vender la casa y mudarse a otra, con jardín, para criar a la pequeña.

Condecorado

Del cabo Pérez sólo se escuchan buenas palabras. Segundo de tres hermanos, nació en Barcelona el 28 de noviembre de 1985, aunque su infancia y adolescencia las pasó en Tarragona. Allí viven todavía sus padres.

Dicen los que le conocen que tenía “una personalidad tremenda, que iluminaba”. “Era muy compañero de sus compañeros, con mucho talante y humanidad. Lo suyo nos ha tocado de lleno”, confiesa a EL ESPAÑOL un amigo del Regimiento. “Nunca pensamos que ese 0,00034% nos fuese a tocar a nosotros”, dice, en relación a los trombos producidos por la vacuna de AstraZeneca.

Además de la eterna sonrisa que le acompañaba, Pérez se distinguía como “un trabajador incansable”. Había entrado en el Ejército de segundas, tras pasar varios años trabajando en una carpintería de aluminio, hasta que ingresó durante el primer ciclo de 2011, con 25 años recién cumplidos.

La ministra de Defensa, Margarita Robles, visita el acuartelamiento de Aizoáin en memoria del cabo Pérez. EP

En 2018, el mismo año que ascendió a cabo, fue condecorado con la Cruz al Mérito Militar con distintivo blanco, que premia la constancia y el trabajo extraordinario. Siempre sirvió en regimientos de montaña.

Tres visitas a urgencias

El día 7 de abril, en la misma unidad de Aizoáin, le vacunaron con AstraZeneca. A la mañana siguiente ya se sintió mal, pero siguió yendo a trabajar durante una semana más. El 15, una semana después, dijo basta, y los dolores de cabeza “y un malestar agudo” obligaron a echar mano del botiquín del cuartel, tal y como adelantó en su momento la Asociación de Tropa y Marinería Española (ATME).

La ministra de Defensa, Margarita Robles y la presidenta del Gobierno de Navarra, María Chivite, visitan el Regimiento "América" 66, al que pertenecía el cabo Pérez. Pablo Lasaosa El Español

Esa tarde, confirman las mismas fuentes del Ejército de Tierra, acudió por primera vez a urgencias de la Clínica San Miguel, en Pamplona, pero volvió a casa. El 19 fue una segunda vez, y nada tampoco. La última fue en la noche del jueves 21, cuando sufrió un desvanecimiento en su piso. Beth se lo encontró tendido y lo llevó de nuevo al hospital, donde permaneció ingresado hasta la madrugada del viernes al sábado.

Fue trasladado a la Clínica Universidad de Navarra, en la misma capital, donde finalmente falleció. En cuanto saltó la noticia la ministra de Defensa, Margarita Robles, se puso a disposición de los familiares y allegados del cabo, visitandolos este lunes en el mismo cuartel de Aizoáin. Allí confirmó que, como apuntaban todos los informes médicos, la causa de la muerte se debía a la vacuna, aunque incidiendo en la necesidad de seguir con las inoculaciones.

"En los informes médicos que nos han dado parece que no hay ninguna duda que la consecuencia fue la administración de la vacuna. Es verdad que es muy duro y que pasan situaciones como estas, [...] pero la vacuna también es un seguro", aclaró. “Al virus lo tenemos que vencer, y la mejor manera, aunque haya momentos duros y dolorosos, es precisamente el vacunarse".

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