Chen Xiangwei lo tiene claro: “Nosotros queremos una España unida, como el nombre del bar, y no dividida por colores ni por ideas”. Por eso su nuevo establecimiento se llama Una grande libre. Hace nueve meses que el famoso chino franquista de Usera cambió de local. Ya no está en la calle Antonio López, sino en el 5 de la calle Matilde Gayo. El local cambia, pero la ideología no. Su bar sigue siendo un santuario dedicado a la figura de Francisco Franco y lugar de peregrinaje habitual de quienes exaltan la dictadura. A ese club se han unido en los últimos meses bastantes miembros de un colectivo muy concreto: los policías y guardias civiles.

Es la una y media de la tarde en el madrileño barrio de Usera. Hay pocos clientes en el bar de Chen, pero poco a poco se irá llenando. Atendiendo están él y su mujer, Jin. En la cocina hay una tercera persona, una mujer con marcado acento caribeño a la que Chen llama simple y llanamente “negra”, por su color de piel, claro.

Estos son los personajes. El telón de fondo son banderas nacionales por doquier, ya sea con el águila de San Juan, con el sagrado corazón de Jesús, con el escudo de armas de la legión… hay para elegir. Un busto de Franco en una esquina, un retrato del dictador en la pared, una bandera carlista en la entrada, un buen puñado de rosarios colgados de la pared… hasta el flus flus con el que limpian las mesas tiene la bandera con el pollo.

Los esprays de limpieza de Una grande libre. Jaime Susanna

Chen no elude a la prensa, al contrario. Sus apariciones en los medios de comunicación le han hecho uno de los personajes más célebres del barrio chino por excelencia de Madrid. “Ah, ¿de El Español? Pues toma, para que seas más español todavía”, y le entrega a este periodista una pulsera con la enseña nacional, el águila de San Juan y el nombre del bar.

El hombre accede a una entrevista y, durante el transcurso de la misma, el bar se va llenando de gente. Entre los comensales hay también miembros de cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, pero no con el uniforme habitual, si no con uno bien distinto, como veremos a continuación. Hace unos meses sí que se dejaban ver con su atuendo de faena en el bar, tal y como mostró un usuario en Twitter.

“Mis tíos viven literalmente encima y no son gente sospechosa de ser de extrema izquierda, son gente del PSOE-centro, y nos cuentan que la policía y la guardia civil está todo el día ahí”, aseguraba @_RodriLF_ en su hilo en la red social.

Las perlas de Chen

Una vez sentado —plato de bravas y cerveza mediante— Chen empieza a soltar perlas para enmarcar. Antes siquiera de ser preguntado por su ideología, ya se arranca a despotricar. “Lo único que han hecho los políticos después de Franco es dividir España por izquierda o derecha, mujer u hombre, españoles o catalanes, españoles o vascos. Han dividido a España por todos los lados”.

Chen habla un castellano correcto e inteligible, sin embargo a menudo se come preposiciones, artículos e incluso algún verbo que otro. Sus palabras están transcritas de forma correcta (lo contrario sería un pelín irrespetuoso). El discurso sigue: “La gente está cobrando 1.000 euros, y los políticos 5.000 o 6.000 y se tocan los huevos. ¿Eso es igualdad? Ellos hablan de democracia, pero es una dictadura”.

—Pero aún así prefieres vivir en España a vivir en China.

—Sí, porque el comunismo es mucho peor. Yo vengo de un país comunista donde no puedes hablar, no te puedes quejar, no puedes votar. ¿Por qué los comunistas de aquí no emigran a un país comunista, si el comunismo es tan bueno? Ellos solo quieren joder a los demás. Que los demás trabajen para mantenerlos a ellos. Son unos hijoputas.

Chen a las puertas de su restaurante. Jaime Susanna

Preguntado por lo que se plantea votar el próximo 4 de mayo (tiene nacionalidad y por tanto ese derecho) dice debatirse entre las opciones de derecha. “Estoy entre las dos mujeres, entre Ayuso y Monasterio. Decidiré según vea las encuestas cuál es más útil”. Porque una cosa tiene clara y la recalca hasta la saciedad: “Los comunistas son malos”.

Entra 'La Escopeta'

Mientras Chen prosigue su discurso franquista, un motero hace su entrada en el bar. Lleva un chaleco de cuero con distintos parches. Se puede leer “prospect” en uno de ellos que luce a la altura del pecho. Eso significa que es “novato” en periodo de prueba y que todavía no es miembro oficial de la banda.

Por eso no lleva el parche con la insignia en la espalda, eso está reservado para los que tienen más carretera a sus espaldas. Aquí hay rangos, jerarquías. Hay que ganarselo. Así funcionan las bandas moteras, al más puro estilo Sons of anarchy.

Al rato aparece un veterano y ya entonces queda claro a qué banda pertenecen los moteros: Shot Gun Law Enforcement Motorcycling Club. La traducción literal sería algo así como “La Escopeta, club de moteros del cumplimiento de la ley”. Es una banda de policías, guardias civiles o militares que montan en máquinas tipo chopper. Fue fundado en Italia en 2015 y tiene delegaciones en Portugal, Canadá, Suecia, Estados Unidos, España, Brasil y Suiza, entre otros.

Dos miembros de Shot Gun LEMC en el bar del chino franquista. Jaime Susanna

El logo es una calavera con dos pistolas cruzadas detrás, estilo pirata, y así lo luce el veterano en la espalda de su chaleco. En un momento en que Chen se levanta para atender, el novato va al baño. Al pasar junto a la mesa del reportero, salta la pregunta:

—Perdona, ¿de qué club sois? Vuestros chalecos recuerdan mucho a la serie Hijos de la anarquía.

—¡No, no jodas! Todo lo contrario —contesta amablemente el novato-. Somos una banda de policías y guardias civiles.

Ya sea con un uniforme u otro, está claro que el chino franquista de Usera atrae a las fuerzas del orden. El novato lleva una pulsera de Vox en la muñeca izquierda. Entre eso y el bar en el que come, no hay lugar a dudas de que no es precisamente de izquierdas.

La banda Shot Gun, en cambio, no tiene filiación política oficial. “Shot Gun MC comenzó a compartir valores de ‘hermandad y fraternidad’, junto con el entusiasmo y la pasión por la guía de nuestros rugientes ‘caballos de hierro’, en pleno respeto de todos los valores morales y legales”, asegura la página web del club. “Participamos en eventos de caridad autorizados para recaudar fondos sin estar afiliados o patrocinados por ninguna asociación para evitar tomar actitudes caritativas públicas porque nuestro lema es ‘haz el bien y olvida".

Chen elude un poco la pregunta de si vienen muchos policías a su bar, pese a que en la propìa página de Google Maps se puede ver a agentes de uniforme comiendo. “Mis clientes son muy buenos. Bares como el nuestro hay muy pocos. Yo tengo clientes de todas partes de España. Ahora con el confinamiento solo vienen de Madrid. Nosotros con eso vivimos. Nosotros trabajamos todos los días”.

Interior del bar Una grande libre, en Usera (Madrid). Jaime Susanna

Lo que sí asegura sin rodeos es que “aquí vienen políticos del PP y de Vox, pero no los de arriba. Un poco más los que están en medio”. Parece que termina la frase pero a los dos segundos salta: “¡Pero también tenemos clientes comunistas! Nosotros queremos a toda España. Los pueblos tienen ideas diferentes y eso no es malo. Malos son los políticos, que lo único que hacen es dividir al pueblo. Nosotros queremos una España unida, como el nombre del bar, y no dividida por colores ni por ideas”.

—¿Has recibido agresiones?

—Muchas. En nueve meses hemos tenido pintadas, roturas. Nos han tirado huevos. Tengo el toldo desde hace cinco meses y ya está lleno de quemaduras de cigarros. En cambio, al del moño de Galapagar nadie le ha tirado piedras ni le ha pintado la fachada. Tiene 24 horas de protección.

Dos décadas en España

Chen nació hace 43 años en la provincia de Zhejiang, en China. Está casado y tiene tres hijos de 12, 10 y 6 años con su mujer Jin, que derrocha simpatía atendiendo tras la barra. “Yo llevo en España 20 años y pico. Primero tuve un bar pequeño de barrio, hace 15 años. Mis clientes eran jubilados de 60 u 70 años que muchos ya no viven. Esa gente vivió mucho con Franco. Entonces venían al bar y me contaban su vida y sus historias. Más del 90% de la gente mayor habla muy bien de Franco”.

Diferentes insignias tras la barra del bar. Jaime Susanna

Entre eso y el comunismo que ha vivido, Chen se convirtió en fan absoluto del caudillo. “Había una seguridad que no hay ahora. Nadie te okupaba una casa, la gente no entraba a las casas a robar, un padre trabajador podía mantener a toda la familia. ¿Cuando abres el grifo de dónde viene el agua? De los pantanos de Franco. ¿A dónde va la gente cuando está mala? A la sanidad que hizo Franco, la mejor del mundo. Si un país no quiere a su historia ni a sus héroes, este país no va a tener futuro”.

El único error de Franco lo tiene muy claro: ceder el poder a Juan Carlos. El chino franquista le dedica palabras poco halagüeñas al rey fugado. “Fue un traidor y un cobarde. La monarquía fue contra Franco. Juan Carlos I fue un hijoputa”.

Pese a la preocupación que muestra Chen por el camino que sigue su país de acogida —propia de un nostálgico del régimen— sigue estando enamorado de esta tierra, de sus vinos y del jamón, que le pirra. “España es un país bueno que me da seguridad para vivir. Quiero que mis hijos y mis nietos tengan un futuro. Por eso quiero una España con esperanza y justicia”.

Tras quedarse a gusto ante este periodista prosigue su día soltándole el mitin a otros clientes que le tutean y le llaman por su nombre. Y que tampoco falte una ración de oreja a la plancha para los policías moteros. “Que aproveche”, desea Chen.

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