Cádiz

José Antonio S. S. vivió tan rematadamente deprisa entre los 14 y los 24 años que ahora, con 33, saborea la libertad con la misma ansia que sus tres niños chupetean un helado. 

Primero se enganchó a las drogas y a la calle. Luego, la necesidad de disponer de mucho dinero para seguir consumiendo le hizo meterse en una banda de traficantes de hachís que operaba en la provincia de Cádiz.

Poco a poco, fue escalando en la organización. De simple punto controlando los alrededores de una playa en la que se iba a producir un alijo pasó a descargar los fardos con sus propias manos. Más tarde, acudió a por la mercancía hasta las costas de Marruecos como patrón de lancha.

José Antonio llegó a ganar 18.000 euros en una noche. Pero el dinero se le escurría entre los dedos tan rápido como le entraba en los bolsillos. Se lo fundía en fiestas de cocaína y alcohol. “Alguna duró cuatro días. El final lo ponía el cuerpo, dinero siempre había”, dice. 

Aquella vida sin rozar el pedal de freno lo llevó a prisión en mayo de 2012.

- La hostia fue gorda. Hasta ese momento yo nunca había calibrado las consecuencias de mis actos. Nunca reculé. Me equivocaba, sí, yo me daba cuenta. Sin embargo, no frenaba. Me pulía el dinero. Si a eso le sumas la adrenalina que me generaba verme en ese mundo, el cóctel es completo. 

- De ahí a aterrizar en una celda. Qué contraste, aunque parece una consecuencia lógica de lo que cuentas- le plantea el reportero.

- Entrar en la cárcel es un tema. Por mucho que te cuente, la cárcel hay que vivirla. Igual que de la libertad uno sólo es consciente cuando le ha faltado de verdad, el que te la quiten es lo mismo. Se te mete algo malo en el pecho y no se te va. 

José Antonio estuvo preso entre mayo de 2012 y agosto de 2018. Marcos Moreno

Purgatorio

José Antonio empezó a purgar en prisión en mayo de 2012. Se le detuvo con el barco ya vacío que le había servido para traer mil kilos de hachís desde Marruecos hasta la desembocadura del río Guadalete, en el Puerto de Santa María (Cádiz). El juez lo mandó a prisión. Le imputó por un delito contra la salud pública y otro de pertenencia a organización criminal.

José Antonio ingresó en la cárcel como preventivo. Pero estando allí la justicia le recordó que sobre él pesaban dos condenas menores anteriores, de 2008 y 2011, que tenía que cumplir y que hasta el momento había eludido. El futuro se le nubló de repente. No volvió a salir de la cárcel hasta agosto de 2018. Seis años y tres meses después. 

Durante el tiempo que estuvo preso, la causa por la que ingresó en prisión se fue dilatando durante años. José Antonio, mientras, aprovechó su privación de libertad para formarse y alejarse de las drogas. Se dio a la lectura y a la reflexión. Obtuvo el graduado, consiguió aprobar el examen de acceso a la universidad para mayores de 25 años y se matriculó en el grado de Graduado Social por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). “Recapacité. Me di cuenta de que era muy joven y que al salir quería llevar otra vida”.

En 2016, todavía preso, José Antonio volvió "al fango”. Con la concesión del tercer grado penitenciario, podía trabajar fuera de la cárcel durante el día y pasar en casa los fines de semana. Sólo tenía que dormir de lunes a jueves en un Centro de Inserción Social (CIS). Pero una noche no volvió. Lo hizo la tarde del día siguiente, cuando se arrepintió.

La junta de tratamiento de la prisión le revocó el tercer grado. “Durante un año estuve castigado. Luego se me ofreció unirme a Proyecto Hombre, aunque yo ya había dado mis pasos para dejar las drogas”, recuerda.

José Antonio ingresó en un centro de Proyecto Hombre en Jerez de la Frontera para desintoxicarse. Luego, pasó a un piso con otros drogodependientes. Aunque tenía prohibido mantener relaciones sexuales con otros compañeros de terapia, el chico tuvo sexo con una mujer que también trataba de dejar las drogas. Sus terapeutas se enteraron y de nuevo volvió a prisión. “Me equivoqué. Pero yo ya estaba recuperado”, recuerda. “Lo bueno de aquella terapia yo ya me lo había llevado. Nunca más he vuelto a caer en mis adicciones”.

José Antonio S. S. ha salido de las drogas, se ha formado y ha dejado atrás su vida anterior. Marcos Moreno

Dos peticiones de indulto

José Antonio salió en libertad en agosto de 2018. Había cumplido con aquellas dos primeras condenas. Pero la causa por la que ingresó en la cárcel ni siquiera se había juzgado. El juicio se celebró en febrero de 2019, medio año después de recobrar la libertad. 

La Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Cádiz lo condenó a tres años y 11 meses más de cárcel, una pena que todavía tiene por cumplir. El año pasado, la abogada de José Antonio, Esther Soto, tramitó una petición de indulto para su cliente. En enero de 2021 recibió la respuesta: denegado, pese a que el tribunal que le juzgó se posicionó a favor del perdón en junio de 2020. 

“La concesión de un indulto en tales circunstancias no generaría ningún tipo de alarma social y resultaría equitativo al esfuerzo realizado por Jose Antonio S. S. para su rehabilitación”, dijo el tribunal en el informe presentado al Ejecutivo.

A finales de enero, el pleno del Ayuntamiento de Cádiz, la ciudad natal del exnarco, aprobó por unanimidad de todos los grupos sumarse a una segunda petición de indulto que ya se ha presentado también. Primero pasará por la Audiencia Provincial de Cádiz. Luego, llegará a manos del Gobierno. El Ministerio de Justicia tiene la última palabra.

En 2019, el Ejecutivo gestionó 4.022 peticiones de indulto, de las que sólo otorgó la gracia en 39 casos. Un año antes, aprobó 17 de las 4.382 solicitudes.

Mientras espera respuesta, la condena de José Antonio está en suspenso. “Se me partiría la vida si volviera a prisión. Si la reinserción es el fin último del sistema penitenciario español, yo ya no tengo que pasar por ella de nuevo. Ya aprendí. Y lo hice a base de golpes. No me hacen falta más. Tampoco es culpa mía que la justicia vaya tan lenta”. 

Durante el tiempo que lleva en libertad, José Antonio apenas ha dejado de trabajar: mantenimiento de motores de barco, montaje de andamios… Hace un mes que está en paro. Se vino de Burgos, donde tenía un empleo, para estar cerca de su pareja y sus hijos. También se ha alejado de sus antiguas amistades y se ha refugiado en su familia. "La cárcel ya no me va a ayudar a nada. A nada". 

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