Murcia

Diego Noguera Ortega tenía un negocio floreciente: una barbería en pleno corazón de Cartagena. El 29 de septiembre de 1919, la gota fría arruinó el sueño de Diego y lo convirtió en uno de los miles de afectados por la Gran Riada de San Miguel que anegó la Región de Murcia. “Lo perdió todo en la inundación, se alistó en la Armada y tras el golpe de estado nunca regresó”. La que habla es Isabel: una auxiliar educativa que solo sabía eso de su bisabuelo, al que conoció por una foto que guarda como oro en paño. Era motivación suficiente como para buscar sin descanso sus restos mortales: “Quiero traerlo de vuelta a su tierra para enterrarlo con su esposa”.

Isabel empezó a buscar a su bisabuelo en 2001 y tardó quince años en localizarlo: estaba en la provincia de Cádiz. “En febrero de 2016 encontré un artículo de Jorge Cepillo, arqueólogo de Amede, donde proponía una intervención en el cementerio de San Fernando porque había una fosa común de la Guerra Civil”, subraya esta vecina de La Unión. “Contacté con Amede, les dije lo que sabía de mi bisabuelo y les pasé su certificado de defunción”.

La Asociación por la Recuperación de la Memoria Democrática, Social y Política de San Fernando (Amede) ha incluido a Diego Noguera Ortega dentro de la lista de murcianos supuestamente enterrados en alguna de las ocho fosas comunes que hay en el patio del cementerio. Amede calcula que en el campo santo de esa ciudad gaditana hay 229 represaliados de todo el país, de los que 17 son de la Región de Murcia. EL ESPAÑOL ha tenido acceso en exclusiva a ese listado.

El cadáver de un represaliado republicano con un disparo en la cabeza dentro de una de las fosas donde exhuman cuerpos los miembros de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Democrática, Social y Política de San Fernando. Amede

“Mi madre se emociona mucho con esto y prefiere no hablar”, detalla Isabel, de 42 años, tras facilitar a este diario una foto con su madre, Pepi, de 75 años, donde muestran una imagen de su añorado antepasado: Diego. Es su abuelo y mi bisabuelo. Ninguna de las dos le pudo conocer por culpa de la guerra.

— Isabel, ¿cómo se busca a un familiar cuando no hay un hilo del que tirar?

— Al principio la búsqueda fue frustrante. Escribí decenas de correos electrónicos, realicé cientos de llamadas, leí muchas publicaciones, contacté con la Asociación de la Memoria Histórica, busqué información en los archivos de Cádiz, en el registro de San Fernando, en el Archivo General de la Guerra Civil de Salamanca, en el Archivo General de la Marina Álvaro de Bazán de Ciudad Real... Parecía que no había existido el Cánovas del Castillo ni sus marineros.

La familia de Diego sabía con seguridad que este barbero formó parte de la tripulación del cañonero guardacostas Cánovas del Castillo, que estuvo al servicio de la II República.

“Mi bisabuelo murió por estar en el lugar y en el sitio equivocados”, reflexiona esta auxiliar educativa de un centro para personas con discapacidad. Y no habla en vano. Las armas de su familiar eran las tijeras, un peine y una navaja de afeitar. A pesar de que en su nómina figura como "criado", fue sometido como un soldado a un Consejo de Guerra.

A Diego le condenaron a muerte por participar en el enfrentamiento entre republicanos y sublevados franquistasocurrido en el Arsenal de la Carraca, justo antes del alzamiento nacional de julio de 1936 (golpe de estado).

El Arsenal de la Carraca en San Fernando donde fueron encarcelados los militares de la II República que habían nacido en la Región de Murcia. Milan

“En mi familia no empezaron a hablar del tema de mi bisabuelo hasta que se creó la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica a finales del 2000”. El relato que escuchó Isabel de su madre, Pepi, era un puzzle al que le faltaban muchas piezas: “Me contó que primero pensaban que lo asesinaron durante el alzamiento nacional, pero mi bisabuela un día se encontró por Cartagena a un marinero del Cánovas del Castillo y le dijo que a su marido lo fusilaron después de estar preso en Cádiz: cuando conocí la historia de mi bisabuelo me animé a buscarlo”.

El certificado de defunción

En 2007, seis años después de iniciar sus pesquisas, Isabel por fin encontró información de interés: “El Ateneo Republicano de La Isla me dijo que consultase el libro de Alicia Domínguez: ‘El verano que trajo un largo invierno’”.

La citada publicación recoge una gran cantidad de información sobre los represaliados en Cádiz, incluyendo episodios como el enfrentamiento del Arsenal de la Carraca en San Fernando donde los buques republicanos Lauría y Cánovas del Castillo plantaron cara al bando franquista. La primera embarcación fue hundida a cañonazos desde tierra y la segunda izó la bandera blanca al ser bombardeada desde el aire.

En el Cánovas del Castillo iba Diego. Como tantos, otros acabó preso en las Cuatro Torres del Arsenal o en la Casería de Ossio. Los dos penales estaban en La Isla (San Fernando) y allí fue condenado a ser fusiado. “A raíz de ese libro conseguí el certificado de defunción de mi bisabuelo: sentí mucha alegría porque tenía otro hilo del que tirar”.

Penal de la Casería de Ossio en San Fernando donde estuvieron presos militares murcianos del bando republicano. Cedida

El certificado detalla que murió el 30 de agosto de 1936 en La Isla de León: “Su cadáver habrá de recibir sepultura en el cementerio de esta ciudad”. Nada de eso: el cuerpo de Diego, de 42 años, terminó dentro de una fosa común. No pudo despedirse de su esposa, Dolores Martínez, ni de sus cuatro retoños: Pepe, Diego, Malo y Lola.

“Todos sus hijos murieron sin saber dónde estaba su padre: yo pensé que lo último que sabría de mi bisabuelo es que estaba en alguna fosa común en San Fernando”. Hasta que un buen día recibió una llamada de Amede informándole de que este barbero cartagenero podría estar entre los 108 cuerpos de represaliados que han exhumado y que yacían bajo tierra en el patio del campo santo.

Isabel y su madre, Pepi, con el retrato de su antepasado Diego Noguera Ortega, natural de Cartagena, barbero en el Cánovas del Castillo. Cedida

“Mi madre, como es su nieta, al ser la familiar más cercana se ha hecho la prueba de ADN”. Pepi cedió una muestra de saliva a través de un hisopo bucal que ha sido enviado a los laboratorios de identificación genética de Granada para cotejar esa información con todos los restos óseos hallados por Amede.

“Tenemos ganas de recibir los resultados: si confirman que es mi bisabuelo, le enterraremos en el cementerio de Los Remedios del Barrio de Santa Lucía de Cartagena con su mujer”.

María, hija de marinero

Eso es lo mismo que María ansía hacer con su padre: dar una digna sepultura a Antonio Inglés Andreu. Este marinero fogonero de la Armada, natural de Cartagena, murió tras recibir dos disparos: en la cabeza y el tórax. A este cartagenero lo fusilaron el 4 de noviembre de 1939, en el Arsenal de la Carraca de San Fernando.

“Tengo 82 años, los mismos que llevo esperando a enterrar a mi padre y sigo sin perder la ilusión”, afirma categórica María, octogenaria, residente en la diputación cartagenera de Canteras. “Me pregunté muchas veces en qué zona de Cádiz estaba su cuerpo”.

María nunca pudo abrazar ni darle un beso ni jugar con su padre: “Lo fusilaron cuando yo era un bebé de cuatro meses, así que nunca pude conocerlo”. Escuchó muchas historias sobre Antonio y todas buenas: “Me contaban que fue un hombre noble, cariñoso y muy estudioso que se alistó en la Marina para trabajar después de hacer la mili porque su padre se quedó ciego”.

Corría enero de 1932 cuando Antonio, con 21 años, comenzó una carrera en la Armada: algo habitual en la ciudad portuaria marcada por su carácter castrense por la presencia del Arsenal.

Antonio se casó con Josefa Contreras Sánchez y tuvo dos hijos preciosos: Pedro y María. Tenía una vida por delante hasta que estalló la Guerra Civil y le pilló en el bando republicano: en el destructor Churruca. Todos estos datos los conoce ahora María gracias a la meritoria labor investigadora de uno de sus hijos: Fulgencio Madrid Inglés.

Celia, Fulgencio, María y Antonio con la foto de su antepasado Antonio Inglés Andreu, marinero fogonero natural de Cartagena. Cedida

“En 2016 hice el Camino de Santiago con mi mujer y mis hijos, tuve tiempo de reflexionar y sentí la necesidad de cerrar ciertas heridas: encontrar a mi abuelo para que mi madre lo pudiese enterrar porque no es justo que estuviese tirado por ahí como un perro”, indica Fulgencio sobre los motivos por los que indagó el paradero de ese marinero que fue su abuelo. “Rellené un formulario para denunciar su desaparición y consulté archivos históricos de Madrid, Málaga, Salamanca...”.

La gran labor de este empleado de Telefónica, de 56 años, le permitió conseguir documentos cruciales para localizar a su antepasado, como las cartas que escribió su abuelo en el campo de concentración de Rota. Allí estaba preso, acusado de participar en el piquete de fusilamiento del capitán de corbeta y segundo comandante del destructor Churruca, Fernando Bustillo y Delgado.

El citado mando militar murió abatido en la cárcel de Málaga el 21 de agosto de 1936 por haberse sublevado contra la II República.

Fulgencio defiende que su antepasado no disparó su arma en aquella ejecución: “A mi abuelo lo mataron y no pegó un solo tiro en toda la Guerra Civil”. Para ello muestra a EL ESPAÑOL algunas de las misivas que escribió al término de la contienda.

En una de esas cartas, fechada el 24 de abril de 1939, Antonio narra la difícil infancia que tuvo desde que perdió a su madre durante el parto de dos de sus hermanos y siendo sólo un crío de 5 años, ya tuvo que empezar a ayudar al cabeza de familia porque era ciego.

“Mi padre se encontraba inútil de la vista, el pobre no podía llevar tanta carga encima, a uno de los pequeños se lo dejé a una familia y a la otra pequeña a mi tía. A mi hermana, de 7 años, la puse con las Hermanas de la Misericordia y yo me fui a la Casa del Niño de Cartagena, por mediación del presidente de esa casa, mi padre se puso a vender iguales. Yo, a la salida de la escuela, me marchaba a su vera para ayudar a mi padre a vender iguales (...)”.

A pesar de tales esfuerzos faltaba dinero para tanto chiquillo y decidió alistarse: no lo hizo por ideales políticos sino por necesidad. "Solicité ingreso en la Marina para ver si con eso podía tener una ayuda mayor (...)”.

Antonio no disfrutó de su niñez porque la vida le obligó a ser un hombre responsable y de familia. Poco importó eso al Departamento Marítimo de Cádiz, que el 2 de junio de 1939 emitió un telegrama con el siguiente informe sobre este preso de Rota: “Marinero fogonero Antonio Inglés Andreu, rojo, extremista, asesino, tomó parte en detenciones de jefes y oficiales del Churruca en el Alzamiento Nacional (...)”.

El telegrama del Departamento de Marina que condenó a muerte a Antonio. Cedida

El contenido de ese telegrama era poco menos que una sentencia de muerte en cuanto se pusiera delante de un Consejo de Guerra. Fulgencio aporta a este diario la declaración firmada de Antonio donde este marinero cartagenero trató de demostrar su inocencia: “No he sido voluntario del piquete de fusilamiento de don Fernando Bustillo”. De hecho, el pobre Antonio declara que “Óscar Collado haciendo uso del arma cobardemente disparó al oficial, le dió en la frente dejándolo muerto, disparando a continuación el maquinista Gallo. Al ver esto me desmayé (...)”.

El relato de Antonio no fue tenido en cuenta por el juez que ordenó su fusilamiento en el Arsenal de la Carraca, a las siete en punto de la mañana de un cuatro de noviembre de 1939. “Mi abuelo tenía 28 años, estuvo en el piquete porque le obligaron sus superiores, me alegro de que todo esto vea la luz”, zanja rotundo Fulgencio.

Un mail esperanzador

Este empleado de Telefónica recibió este jueves un correo electrónico que premia su esfuerzo para localizar a su abuelo: “Debe saber, Fulgencio, que muy posiblemente el cuerpo de Antonio Inglés esté exhumado de la fosa común que Amede está excavando en el cementerio de San Fernando. Si usted está interesado en cotejar su ADN (o el de un familiar lo más cercano posible) con los extraídos de los 108 cuerpos exhumados, puede, si lo desea, ponerse en contacto con amede.secretaria@gmail.com, ellos le dirán los pasos a seguir. Todo el proceso es gratuito”.

María, la hija de Antonio, confirma que está "deseando" recibir el kit de hisopo bucal para someterse al test. “Hace dos años iba viajar a Cádiz después de que mi hijo me confirmase que a mi padre lo fusilaron allí, pero no pude ir porque enfermé, por eso he accedido a hacerme la prueba de ADN: quiero que me devuelvan los restos de mi padre para hacerle una misa en la iglesia de la Virgen de la Soledad de Canteras y llevarlo al panteón familiar”.

El investigador y autor del libro ‘República, Alzamiento y Represión en San Fernando’, Miguel Ángel López, reflexiona que muchos de los exhumados murcianos en las fosas comunes del cementerio de La Isla “son víctimas de la represión de retaguardia, no estuvieron en el frente durante la Guerra Civil, y acabaron muertos como víctimas políticas”. Prueba de ello es que este investigador que colabora con Amede ha corroborado que “algunos represaliados fueron fusilados sin Consejo de Guerra, se les aplicaba directamente la Ley de Guerra y un grupo de falangistas y miembros de la Armaba los sacaban del penal para darles un tiro en un descampado”.

Otras veces les disparaban en la tapia del campo santo o en el Caño de la Jarcia dentro del Arsenal de la Carraca. Tal barberie viene documentada en el Libro Único Secreto: el registro que hicieron los sacerdotes donde anotaron 132 muertes ocurridas en San Fernando y en el Puerto de Santa María.

“Cuando los curas anotaban muerto por Ley de Guerra, eso quería decir que asesinaban a los republicanos con la estética de un fusilamiento, con cura de por medio, pero sin una orden judicial y sin haber sido juzgados previamente”.

El cementerio municipal de San Fernando. Google Maps

Ese es el caso de otro de los murcianos de la lista de los 17: “José Requena Pérez. Oficial de servicios técnicos de la Armada. Masón. De 58 años. Nacido en Cartagena. Domiciliado en San Fernando. Casado con Felisa Muñoz Casado. Muere fusilado por aplicación del bando de guerra (29-08-1936). Enterrado en San Fernando. Confesó antes de morir y se retractó de la masonería”.

El antropólogo y presidente de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Democrática, Social y Política de San Fernando, Javier Pérez, resalta que el proyecto que vienen desarrollando desde 2016 en el cementerio de La Isla no sería posible sin los activistas de la memoria histórica: “Hay un grupo de veinte voluntarios que a diario colabora con nosotros”.

Y el trabajo es duro: “Hay mucho esfuerzo físico, excavando o sacando cubos de arena sin cobrar un euro”. Todo ello después de haber recibido una formación previa donde los voluntarios son instruidos antes de meterse en alguna de las fosas, para que, por ejemplo, sepan cribar tierra y localizar pequeños restos óseos en avanzado estado de descomposición.

“Haga sol, lluvia, o lo que sea, allí estamos trabajando”, subraya el antropólogo que cuenta con un equipo experimentado en excavaciones en Andalucía: el arqueólogo, Jorge Cepillo, la osteoarqueóloga Aida Muñoz, el investigador Miguel Ángel López y las técnicos Susana Rodríguez y María José Rodríguez.

Restos óseos de los cadáveres de varios represaliados que fueron fusilados en San Fernando. Amede

Sin ayudas de la Junta

“Nuestra próxima intervención la tenemos prevista en los pasillos de las manzanas de nichos: allí también queremos excavar”. Los objetivos del proyecto de Amede son localizar, exhumar e identificar a las víctimas del franquismo enterradas en fosas comunes en el cementerio de La Isla. Es la única forma de recuperar su memoria y dignidad, pero para ello hacen falta fondos y la Junta de Andalucía no subvenciona la impagable labor de este colectivo desde 2017.

En la asociación esperan como agua de mayo a que el Ayuntamiento de San Fernando consiga fondos en la convocatoria de ayudas a la que concurre de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP).

Esta semana el titánico trabajo de Amede también ha llevado un hilo de esperanza a los familiares totaneros de Juan Serrano García. “Marinero fogonero del Almirante Valdés. De 26 años. Nacido en Totana. Hijo de Ginés Serra Hernández y Javiera García del Baño. Casado civilmente con Josefa Cánovas Imbernón. Deja una hija de 3 años llamada Francisca. Estuvo en Bizerta. Preso en Cuatro Torres. Sometido a Consejo de Guerra. Pena de muerte. Falleció en San Fernando el día 21-05-1940, a las 6 horas, a consecuencia de heridas por armas de fuego, según certificación facultativa”.

La lista a la que ha accedido EL ESPAÑOL prosigue con más nombres, pero el presidente de Amede se muestra cauto para no desilusionar a los familiares que ansían recuperar los restos mortales de sus seres queridos para enterrarlos con dignidad.

“Los documentos que tenemos apuntan a que esos represaliados están en el cementerio de San Fernando, pero a veces se hacían traslados de los cadáveres de los que no se informaba. Por eso, el cotejo de los 108 cuerpos que hemos exhumado hasta ahora se hace por el método ciego y se comparan las muestras de ADN de todos los fallecidos con todos los familiares que acceden a realizar el test”, razona Pérez.

Los otros nombres

Salvador Martínez Aranda: "Marinero fogonero náufrago del Ferrándiz. Sometido a Consejo de Guerra y condenado a muerte. De 24 años. Natural de Alumbres. Hijo de Juan y Joaquina. Soltero. Falleció en San Fernando el 30-12-1936, de madrugada, a consecuencia de heridas por arma de fuego, según consta en certificación facultativa. Enterrado en el cementerio de San Fernando".

Juan Moya Vera: "Fogonero náufrago del Ferrándiz. Sometido a Consejo de Guerra y condenado a muerte. De 34 años. Natural de Lorca. Hijo de Ángel y Soledad. Casado. Falleció en San Fernando el 30-12-1936, de madrugada, a consecuencia de heridas por arma de fuego, según consta en certificación facultativa. Enterrado en el cementerio de San Fernando".

Juan Torrecilla Legaz: "Fogonero del Cánovas del Castillo. Implicado en los sucesos del Arsenal entre el 21 y 23 de julio. De 45 años, natural de Cartagena. Hijo de Juan y Florentina. Casado. Falleció en San Fernando el 22-07-1936 a consecuencia de herida por arma de fuego según resulta de autopsia. Enterrado en cementerio municipal de San Fernando".

José Viñas Rivero: "Marinero electricista. Náufrago del Ferrándiz. Sometido a Consejo de Guerra y condenado a muerte. De 19 años. Natural de San Pedro del Pinatar. Hijo de Manuel y Manuela. Soltero. Falleció en San Fernando, el 30-12-1936, de madrugada, a consecuencia de heridas por arma de fuego, según consta en certificación facultativa. Enterrado en el cementerio de San Fernando".

Alberto García Martínez: "Cabo fogonero del Almirante Valdés. Estuvo en Bizerta. Sometido a Consejo de Guerra en Cádiz, acusado de delito de rebelión, y condenado a muerte. De 43 años. Nacido en Cartagena (07-05-1897). Hijo de Nicasio y María. Casado con Dionisia Ros Martínez. Dejó dos hijos, María Mercedes, 9 años y Alberto, 17 meses. Falleció el día 18-06-1940, a las 6 horas, a consecuencia de heridas por armas de fuego. Enterrado en el cementerio de San Fernando".

Luis García Martel: "Cabo fogonero. Natural de Cartagena. Muere en San Fernando. Aparece en el BOP de responsabilidades políticas como fallecido".

Tomás Fernández Osete: "Cabo fogonero. Náufrago del Ferrandiz. Sometido a Consejo de Guerra y condenado a muerte. De 46 años. Natural de Cartagena. Hijo de Antonio y Ana María. Casado. Falleció en San Fernando, el 30-12-1936, de madrugada, a consecuencia de heridas por arma de fuego, según consta en certificación facultativa. Enterrado en el cementerio de San Fernando".

Federico Díaz Romera: "Aprendiz de fogonero. Náufrago del Ferrándiz. Sometido a Consejo de Guerra y condenado a muerte. De 21 años. Natural Cartagena. Hijo de Juan e Isabel. Falleció en San Fernando, el 30-12-1936, de madrugada, a consecuencia de heridas por arma de fuego, según consta en certificación facultativa. Enterrado en el cementerio de San Fernando".

Francisco Díaz García: "Cabo artillero. Náufrago del Ferrándiz. Preso en Cuatro Torres. Sometido a Consejo de Guerra y condenado a muerte. De 23 años. Natural de La Unión. Hijo de Juan y Benita. Soltero. Falleció en San Fernando, el 30-12-1936, de madrugada, a consecuencia de heridas por arma de fuego, según consta en certificación facultativa. Enterrado en San Fernando".

Emilio Conesa Romera: "Oficicial de máquinas en el Cervantes. Estuvo en Bizerta. Sometido a Consejo de Guerra y condenado a muerte. Hijo de María y Emilio. «Se unió civilmente con Isabel Martínez Aznar. Tiene una hija que vive con su madre en Valencia. Fue imposible casarle canónicamente a pesar de las facilidades dadas por el comandante de Marina de Valencia». Enterrado en fosa común del cementerio de San Fernando. Posteriormente trasladaron su cuerpo a un nicho y en 1961 fue trasladado a Cartagena".

Guillermo Campoy Zapata: "Maquinista de la Armada en el Sánchez Barcáiztegui. Comunista. Estuvo en Bizerta y campo de concentración de Rota. Sometido a Consejo de Guerra y condenado a muerte. De 27 años. Nacido en Cartagena. Hijo de José y Carmen. Soltero. Falleció en el Arsenal de la Carraca, a las 6.45 horas, del 10-11-1939, a consecuencia de heridas de armas de fuego en pecho y cabeza, según resulta de certificación facultativa. Enterrado en el cementerio de San Fernando".

José Bautista Rubio: "Fogonero referente de la Armada. Estuvo en Bizerta. Sometido a Consejo de Guerra y condenado a muerte. De 36 años. Nacido en Cartagena. Casado con Isabel Baños Sánchez. Deja un huérfano, llamado Manuel. Falleció en el Arsenal de la Carraca, a las 6.45 horas, a consecuencia de heridas por armas de fuego en tórax y cabeza. Enterrado en San Fernando".

Emilio Antón Martín: "Marinero del Sánchez Barcáiztegui. Sometido a Consejo de Guerra y condenado a muerte. De 22 años. Nacido en Cartagena. Hijo de Álvaro y Cándida. Vidriero. Soltero. Falleció en San Fernando, el 8-4-1940, a las 6.30 horas, a consecuencia de heridas por armas de fuego según resulta de certificación facultativa. Enterrado en el cementerio de San Fernando".

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