Murcia

Carmen pagaría por poder coger en brazos a su nieto de dos añitos. Pero nunca podrá. A diario depende de su familia hasta para hacerse una coleta por culpa de que los médicos no investigaron el origen de la fractura que sufrió en el cúbito. “He llegado a pensar en suicidarme porque ya no me quedan lágrimas”, confiesa esta vecina de Motril cuyo historial clínico es terrorífico: 29 operaciones y 59 ingresos hospitalarios entre 2006 y 2014. Y todo, rebobinemos, a raíz de una simple lesión ósea. Ni siquiera el ‘doctor milagro’, Pedro Cavadas, pudo revertir el desastre que le hicieron a esta mujer y por el que han condenado al Servicio Andaluz de Salud a indemnizarla con 105.000 euros.

Ese dinero no arregla la condena existencial que sufre Carmen desde 2006. “Todo esto me pasó con 36 años: era una mujer activa y con una vida plena, seis meses antes, mi marido, mis dos hijas y yo, habíamos estrenado nueva casa”. La felicidad desbordaba a esta motrileña hasta que la noche del 13 de febrero de 2006 su vida comenzó a irse al garete: sufrió de manera repentina una lesión ósea. “Me estaba poniendo el pijama cuando noté un crujido y vi que tenía la muñeca desfigurada: esa noche acabé en el Servicio de Urgencias del Hospital Santa Ana de Motril”.

A las dos de la madrugada salió con una escayola porque las radiografías revelaron que tenía roto el cúbito del brazo izquierdo. La lesión que sufrió se denomina en medicina fractura espontánea porque no hay un traumatismo previo, sin embargo, los médicos que la atendieron no analizaron las causas de una rotura así en una paciente joven sin episodios similares. El error fue de bulto y dio el pistoletazo de salida a una serie de despropósitos que prosiguieron con la férula braquiopalmar: “La escayola que me pusieron se movía y le tenía que meter clínex para fijarla”.

Carmen mostrando los injertos de piel y las secuelas en su brazo izquierdo tras uno de sus ingresos hospitalarios. Cedida

Carmen ni se imaginaba que eso solo iba a ser la punta del iceberg del calvario médico que le ha deparado decenas de intervenciones quirúrgicas y una incapacidad del 62% que la obliga a llevar de por vida una ortesis fija (protector de soporte ajustable). “Llevo un fijador para el brazo porque se me va para los lados y se me encaja si trato de moverlo: tengo que comprar sujetadores con cierre delantero, no puedo usar dos cubiertos para comer...”, enumera sobre sus limitaciones diarias porque el brazo izquierdo, de tanta operación, se le ha quedado más corto que el derecho.

A esas secuelas físicas suma el perjuicio estético que le ha ocasionado el haber pasado por un bucle en la mesa de operaciones: luce injertos de piel y once cicatrices surcan parte de su brazo izquierdo, recorren su cuerpo de la axila al pecho, marcan sus caderas, sus gemelos y sus dos piernas desde las rodillas a los tobillos.

“Cuando me vio la perito que hizo mi informe forense dijo que tenía el cuerpo como un mapa porque me han cogido injertos de piel, de hueso, de músculos y de nervios de varias zonas: no me he vuelto a poner un bikini porque estoy traumatizada”.

Y mira que le gustaba a Carmen pasar los días de verano en Almuñécar o Nerja junto a su familia. “Cuando voy a la playa no me quito la blusa”. Las cicatrices han hecho mella en la personalidad de esta motrileña y han sembrado la inseguridad, la frustración y la apatía en una mujer de 51 años que antaño fue un torbellino.

“Yo era una persona alegre y ya no me gusta ni salir de casa”. Ahora acude a la Unidad del Dolor para paliar su malestar físico y a Salud Mental por el cuadro depresivo que le ha provocado tan tortuoso proceso sanitario: “Me miro al espejo y me doy asco”.

El brazo izquierdo de Carmen se ha acortado respecto del derecho debido a todas las operaciones que ha sufrido. Cedida

El rosario quirúrgico



La reciente sentencia que condena al Servicio Andaluz de Salud a indemnizarla no cura el daño emocional ni la discapacidad que sufre Carmen, pero le da la razón en la disputa que inició en 2014 tras ocho años peregrinando por hospitales del sistema público y clínicas privadas. “Me he gastado muchísimo dinero porque pagaba de 150 euros a 600 euros por cada consulta, sin contar el coste que me suponían los desplazamientos y las estancias en Murcia, Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia....”.

El bueno de su marido Jorge, empleado autónomo en un servicio de grúas, se ha gastado un potosí para ayudar a su querida esposa. El origen de todo fue aquella visita de febrero de 2006 al Hospital Santa Ana de Motril. Así lo recoge la sentencia del juzgado de Granada: en Urgencias se le diagnosticó “una fractura proximal de cúbito izquierdo, instaurándose como tratamiento la inmovilización con férula y revisión a los 25 días de la primera asistencia”. Sin embargo, no dejaba de padecer dolores y la extremidad al final la tuvo inmovilizada durante tres largos meses.

De nada sirvió la férula. El 20 de noviembre Carmen pasó por primera vez por el quirófano del Hospital Santa Ana. Le colocaron una placa de titanio para tratar de consolidar la fractura, pero se equivocaron de medida y en vez de retirársela para ajustar la longitud como indica el protocolo, optaron por recortársela directamente sobre la mesa de operaciones: “Advierte que la placa es demasiado larga y opta por cortarla puesta en el brazo, dado que ya tenía todo el injerto hecho y cogida con los tornillos, dejando la parte de la placa cortada más cerca del codo”.

- Carmen: ¿Qué ocurrió después de esa primera intervención quirúrgica?

- Esa placa hizo que se me fracturase también el codo. Me le puso y vio que era más larga que el cúbito, entonces recortó la placa con ella puesta y me hizo la mueca de una llave en el brazo, por eso siempre sangraba. Nunca cicatrizada. De aquella operación partió el error y comenzó toda una odisea para mí.

La sentencia es un rosario de fechas con continuas entradas y salidas al Hospital Santa Ana, pruebas diagnósticas y una constante: su pronóstico no dejaba de empeorar. Ni la fractura de cúbito ni la de codo se cerraban, padecía episodios de fiebre, tumefacción, infecciones causadas por Staphilococcus aureus... Todo ello obligó a los médicos a retirar el fijador y volver a ponerle una férula en el antebrazo.

Hospital Santa Ana de Motril al que acudió Carmen en 2006. Google Maps

En Motril me operaron siete veces y la última vez me dijeron que no sabían cómo arreglarme el codo: así me quedé y tuve que irme al Hospital Virgen de las Nieves de Granada”, resume sin alzar la voz porque está cansada de sufrir.

Eso ocurrió en 2010: Carmen ya sumaba cuatro años lesionada. “Muchas veces me derrumbaba y he tenido que ir al psicólogo”. Sus otros pilares han sido su marido, Jorge, y sus dos hijas: Tania y Ainhoa. “Mi hija pequeña decidió estudiar la carrera de Asuntos Sociales a través de la Universidad Nacional de Educación a Distancia para quedarse conmigo en casa y ayudarme”.

El cambio al centro hospitalario de Granada no trajo mejores noticias para Carmen porque allí le diagnosticaron pseudoartrosis inveterada (fractura no consolidada e infectada de codo) y siringomielia (un quiste dentro de la médula espinal). “La primera invertención que me hicieron en el Hospital Virgen de las Nieves duró catorce horas porque me quitaron parte del hueso de la tibia derecha, músculo y nervios para injertármelos en el brazo”.

Durante un año estuvo bien hasta que otra vez volvió a sufrir una infección como le ocurrió en Motril. “Al final en el Hospital de Granada me operaron 16 veces”. En el brazo izquierdo lucía cada vez más injertos que no remediaban su pronóstico que a fecha 20 de septiembre de 2011 era mareante: “Una infección crónica reagudizada de material de osteosíntesis (placas y tornillos) en brazo izquierdo, diagnóstico secundario siringomielia, tirodectomía subtotal por nódulo tiroideo, fractura de cúbito de hace cinco años, osteosíntesis con infección de material, pseudoartrosis de cúbito....”.

Buscando el milagro Cavadas

“En el equipo de Traumatología del Virgen de las Nieves había una doctora que trabajó en Valencia con el doctor Cavadas y mi médico, Manuel Delgado, a través de ese contacto, le envió mi historial”, subraya esta vecina de Motril como otro de los episodios destacados de su periplo hospitalario por media España. “El doctor Cavadas se interesó por mí en 2012 porque era una paciente joven y mi caso era difícil: el doctor Delgado se ocupó de que la Junta de Andalucía pagase la operación”.

El doctor Pedro Cavadas en El Hormiguero de Antena 3.

Carmen y su esposo, Jorge, comenzaron a desplazarse al Hospital de Manises en Valencia para tratar de que el prestigioso cirujano Pedro Cavadas obrase uno de sus milagros para que se consolidasen las fracturas de cúbico y codo. “Tenía el brazo izquierdo desfigurado”. El objetivo de esas intervenciones era una mejora estética y sobre todo recuperar la mayor movilidad posible. “El doctor Cavadas me operó seis veces: logró que se soldase el cúbito, pero no pudo arreglarme el codo”.

De vuelta a Granada, en una revisión rutinaria con un médico sustituto que nunca la había visto antes y que repasó el historial clínico de Carmen de punta a punta, este facultativo le hizo una pregunta que a la postre aclaró el inexplicable motivo por el que después de cada intervención quirúrgica, ni las placas ni los tornillos consolidaban sus fracturas. Todo lo contrario: eran rechazadas sufría infecciones.

“En 2013 me iban a cortar el brazo: lo llevaba que olía a muerto y estaba verde”, ejemplifica de manera gráfica esta mujer sobre algunos percances que sufrió en sus múltiples procesos post-operatorios.

- Carmen: ¿Qué ocurrió en aquella consulta?

- En esa revisión este médico me preguntó si alguna vez me hicieron las pruebas de la alergia. Le dije que no y fui a hacérmelas. Los resultados confirmaron que era alérgica al titanio, al acero, al niquel, a la plata, al oro... Me iban poniendo placas, tornillos, grapas, fijadores y no sabían que era alérgica a eso, por eso los rechazaba, sufría infecciones y no se curaban mis fracturas. Entonces fue cuando me dijeron que ya no me podía volver a operar más porque mi vida estaba en riesgo: era alérgica a los metales y tenía que hacerme a la idea de que iba a convivir con la ortesis fija en el brazo.

La ortesis fija que Carmen debe llevar en su brazo izquierdo porque no tiene estabilidad. Cedida

El abogado entra en juego

Después de 29 operaciones el matrimonio decidió exigir una compensación al Servicio Andaluz de Salud (SAS). Su abogado, Joaquín Perales, confirma a EL ESPAÑOL que en 2014 se presentó una reclamación patrimonial contra el SAS. Pasaron la friolera de cinco años hasta que el citado organismo se dignó a contestar y lo hizo negándose a pagar un solo euro: “El SAS desestimó la reclamación indicando que no había responsabilidad médica alguna y eso fue corroborado por el consejo consultivo de Andalucía, emitiendo dictamen no vinculante, por eso en 2019 interpusimos demanda”.

La pobre Carmen sufrió una penitencia médica y otra administrativa hasta que vio la luz este martes en el Juzgado de lo Contencioso Administrativo número 1 de Granada. “La lesión sufrida por mi cliente fue una fractura no traumática de cúbito, es decir la sufrió de forma espontánea, y por ello tubo que ser estudiada para determinar su causa, lo que no se hizo hasta casi dos años después”, subraya el prestigioso letrado como uno de los agrumentos que expuso al juez.

La sede de los juzgados de Granada. Google Maps

“En este procedimiento ha sido muy importante la prueba pericial médica solicitada por esta parte”. Y tanto porque partían de un reconocimiento de cero euros y han logrado una indemnización de 105.000 euros. El informe lo firma la directora del Instituto de Medicina Legal de Granada, Emilia Lachica, que ofrece datos demoledores como el tiempo de hospitalización que ha precisado Carmen: “En la obtención de la estabilización lesional han sido necesarios 2.955 días”.

La forense confirma que esta vecina de Motril presenta un cuadro depresivo y se encuentra impedida para cualquier acción que suponga la realización de actividades de precisión o fuerza con el miembro superior izquierdo, tanto en el ámbito laboral como en cualquier otro ambiente: familiar, lúdico, social, deportivo...

El documento pericial concuye que la paciente sufrió una pérdida de oportunidad, es decir, perdió la posibilidad de un diagnóstico precoz y un tratamiento más adecuado porque los médicos que la atendieron en febrero de 2006 no investigaron el origen de la extraña rotura espontánea del cúbico que sufrió cuando se ponía el pijama. “Esa pérdida de oportunidad es lo que correctamente ha estimado la jueza y ha emitido una sentencia que está bastante bien fundamentada”.

El prestigioso abogado Joaquín Perales. Cedida

Zasca judicial

El fallo supone un zasca judicial a la atención médica que recibió Carmen porque habla de “múltiples intervenciones quirúrgicas con resultados desastrosos” y critica la demora de los facultativos en el tratamiento de la paciente: “El primer estudio documental se realiza al tomar una biopsia en el transcurso de la primera intervención quirúrgica del 20 de noviembre 2006, es decir, nueve meses después de haberse producido la fractura. La densitometría es incluso posterior de 17 de abril de 2008. El 19 de mayo de 2008, es cuando se descubre un déficit de vitamina D...”.

Todo ello lleva al juzgado a condenar al Servicio Andaluz de Salud a indemnizar a Carmen. “De conformidad con el informe del médico forense, ha habido una falta de diligencia en la realización de actuaciones desde un momento inicial tendentes a averiguar la etiología de la fractura, ahora bien, así mismo, ha de valorarse que conforme consta en el informe, no puede negarse, ni afirmarse, que haya ocasionado las complicaciones que derivaron en el daño sufrido por la víctima. Por lo expuesto se aprecia una pérdida de oportunidad, por no haber realizado desde un momento inicial, ante una fractura patológica, actuaciones tendentes a averiguar la etiología (causa)”.

Carmen tiene derecho a una indemnización de 105.000 euros, pero no a una pensión no contributiva porque su grado de discapacidad no llega al 65% que es el mínimo exigido. Tal extremo está siendo estudiando por la familia para ver si tienen alguna opción de reclamar que esta mujer pueda cobrar una pensión porque no podrá trabajar jamás y necesita a una persona en casa para que la asista.

He perdido quince años de mi vida, todo esto ha afectado a mi marido y a mis hijas y ni siquiera puedo coger en brazos a mi nieto, pero no tengo derecho a una pensión porque mi discapacidad es del 62%: me he hartado de llorar".

Noticias relacionadas