En cuanto Pablo Díaz cumplió la mayoría de edad, empezó a prepararse para concursar en Pasapalabra. Este joven veía habitualmente el programa con su abuela Conchita y fue ella quien le animó a participar, viendo que el chaval manejaba las palabras con la misma facilidad que las cuatro cuerdas de su violín. Su abuela acertó de pleno: Pablo es uno de los concursantes más prolíficos del concurso televisivo. Lleva 157 programas jugados en tres épocas diferentes y solo tiene 24 años. En la última fase, encadena 84 victorias seguidas, en las que ha desbancado a jugadores mayores que él. Como, por ejemplo, el guardia civil Luis de Lama

Pablo y Luis se enfrentaron en 80 programas, nada menos. La sana rivalidad no ha impedido que entre ambos haya una buena relación. "Es realmente bueno", aseguró Luis sobre Pablo en una entrevista recience con este periódico. "Nos llevamos muy bien. Pero, claro, es mucha la diferencia entre nosotros. Hasta hace poco él estaba cursando un máster de violín. Los días que tenía clases estudiaba seis horas para el programa. Cuando no tenía clases, entre 10 y 12 horas, me contó". 

Pablo corrobora esto. “Yo tenía claro que si no estudiaba específicamente para el programa, no haría nada”, explica el joven concursante a EL ESPAÑOL. “Pasapalabra no es como Saber y Ganar u otros concursos que son más difíciles pero mucho más de cultura general. Pasapalabra es un concurso de chapar, de oposición total. Por eso decidí ponerme a estudiar un año cuando cumplí los 18”. Ese estudio ha dado sus frutos. Pero al tiempo que se prepara el programa, Pablo sigue estudiando el instrumento musical con el que se ha criado: el violín. Esta es la historia de un joven que, si todo sigue igual, va camino de hacer historia en televisión. Por lo pronto, ya tiene más horas de pantalla que muchos famosos y lleva ganados 123.000 euros en el programa de Antena 3. 

11 veces rozando el bote

Pablo es hijo de músicos. Nació en Tenerife y vino con sus padres a Madrid cuando contaba un año de edad. Es el único hijo de dos pianistas que le inculcaron el amor por la música desde pequeño. No se sabe si por genes o por caprichos del destino, tiene oído absoluto, es decir, la capacidad natural de reconocer una nota suelta sin necesidad de referencias. El joven concursante atiende a este periódico por teléfono el mismo día de su cumpleaños. Este viernes 5 de febrero, cuando se emite su programa número 157, Pablo ha cumplido 24 años. Muchas felicidades.

Pero retrocedamos en el tiempo, hasta el 2016, cuando Pablo se presentó a la audición del programa. “Los casting los hacían en el Fnac de Callao, en Madrid. Me hicieron dos roscos escritos y luego un par de roscos orales, frente a la cámara. Cuando yo lo hice [entonces el programa seguía en Telecinco] había que pasar de 20 aciertos para ser seleccionado. En los roscos escritos acerté unas 22 palabras y en el rosco oral, creo que hice 21”.

Pablo Díaz, en el primer rosco que hizo en Pasapalabra. Atresmedia

¿Cómo te preparaste?

Para la primera vez que concursé yo me preparé habiéndome visto todos los roscos antiguos, o una gran parte de ellos. Simplemente iba rosco a rosco y me iba apuntando las palabras más difíciles o que no me salían en seguida. La primera vez que fui a concursar iba con esa preparación. Me fue bastante bien. Y ya después de eso ya empecé con más preparación que pasaba por aprenderse el diccionario de memoria, tal cual. Y luego aprenderse muchas cosas de fuera del diccionario como cosas de geografía, de historia, de música, de cine, de deportes… vamos, de todo lo que te podrían preguntar en un Trivial. Y esa es la preparación con la que estoy yendo ahora, mucho mayor a la de la primera vez que concursé. También hay que decir que el concurso ahora es mucho más difícil.

Pablo sigue estudiando a diario para seguir ganando en Pasapalabra y, algún día, conseguir el preciado bote. Lo ha rozado en una decena de ocasiones. Ha concursado tres veces en el programa. La primera vez estuvo 47 programas y en dos ocasiones se quedó a una palabra del bote. La segunda estuvo solo tres programas pero se quedó a una palabra en uno de ellos. Y de los 84 programas que lleva seguidos en esta tercera participación, se ha quedado ocho veces a una palabra, “si no recuerdo mal”. Si la memoria de Pablo que ya se ha probado prodigiosa no falla, en 11 ocasiones ha conseguido 24 aciertos y se ha quedado a una palabra del bote. Pero cada día que concursa y saca más aciertos que su rival, se desembolsa 1.200 euros. 

¿Llegará el momento en que, por fin, ganes el bote?

Pablo se ríe y responde con la humildad del hombre cauto.

No puedo saber el futuro. Pero, hombre, yo intento estudiar todos los días lo máximo posible para poder conseguirlo. Alguna vez ha pasado que las 25 palabras del rosco las tenía apuntadas. De ir luego a mis apuntes y decir: ‘Ostia, pues las tenía todas’. Pero claro, te tienes que acordar de ellas. Si en algún rosco no tuviera ni una sola palabra en mis apuntes pues te diría que no me lo voy a llevar nunca.

Pablo tiene muy estudiado el rosco, sabe por dónde le pueden pillar y sigue peleando por sortear los retos que plantean algunas definiciones. No son muchas, lo sabe bien: “Normalmente, hay cuatro palabras difíciles, de las cuales, una es repetida de diccionario, otra es de diccionario pero no repetida y las otras dos son de fuera”. De fuera quiere decir que están en la enciclopedia pero no en el diccionario. “Yo que sé, un presidente de Rumanía y una ciudad de 20.000 habitantes de Colombia. A lo mejor no me acuerdo en ese momento pero resulta que las tenía todas apuntadas. En esos momentos, lo que pienso es que tengo que seguir estudiando. Te da ánimos para seguir ahí. Entonces, ¿me llevaré el bote? No se sabe, pero yo lo intento, por lo menos”. El bote ahora está en 1.210.000 euros

La meta: los videojuegos

En paralelo, Pablo no descuida sus estudios musicales. Precisamente, cuando en su primer rosco le preguntaron que qué haría si se lleva el bote dijo que estudiar un máster en composición en Estados Unidos. A sus 24 años, no se plantea dejar de formarse, pese a que lleva toda la vida con un violín bajo el brazo. De hecho, ha tocado varias veces en el propio programa en el que consursa. 

“Quizás ahora lo enfocaría más a estudiar un máster de composición para medios audiovisuales. Ya vería dónde. A mí me gusta mucho la música de cine y, sobre todo, la de videojuegos”.

La industria del videojuego es una de las más potentes en la cultura mundial. No hay más que ver el dineral que mueven los llamados e-sports y personajes como el streamer Ibai Llanos. Los videojuegos han evolucionado a una velocidad de vértigo en las últimas décadas, y esto también se aplica a la música que los acompaña.

“Ahora la música de videojuegos se distingue poco de la del cine. Antes había que hacerla en 8 o 16 bits y sonaba muy a videojuego [imagine la clásica sintonía del Tetris], básicamente por las limitaciones del hardware. Pero ahora que es prácticamente ilimitado, es como componer para cine”. Una buena prueba de ello son bandas sonoras como la del Zelda, Skyrim, Final Fantasy, Red Dead Redemption, Dark Souls…. y un largo etcétera de bandas sonoras de videojuegos que poco tienen que envidiar a los clásicos del mejor cine.

Eso es lo que persigue Pablo y por lo que participa en el programa de Antena 3. “Lo que me daría el bote es una tranquilidad inmensa. No necesitaría trabajar ocho horas al día y podría estar un par de años estudiando sin tener que preocuparme de dónde voy a sacar dinero para comer”.

Mucho por aprender

Aunque Pablo lleva toda la vida formándose como músico, es consciente de que todavía tiene mucho que aprender en el ámbito de la composición y de la producción musical. Ambas disciplinas son un mundo aparte del hecho de tocar bien el violín. Él lo sabe y lo explica muy bien.

“Toda mi carrera musical ha estado muy orientada a la interpretación y, aunque no tengo el título de compositor, también he ahondado mucho en la composición. Pero hay muchos campos de la música que se me escapan totalmente. Por ejemplo, para ser compositor de bandas sonoras necesitas un gran dominio de los DAW [estación de trabajo de audio digital, por sus siglas en inglés], producción musical, sonido… yo de todo eso sé bastante poco”.

Para resumir su actitud frente a la vida, una reflexión para enmarcar: “Uno nunca deja de formarse, ni en 100 vidas. Esto vale para la música como para todo. No tengo perspectivas de que un buen día llegue y diga: ’Vale, ya sé todo lo que tengo que saber’. Eso no va a ocurrir nunca”.

Lo que dice Pablo de sí mismo se corresponde bastante con lo que los demás dicen de él. Su compañero Andrés Navarro, pianista con el que ha trabajado en numerosas ocasiones considera que “es muy buen violinista y, sobre todo, buen músico”.

“Entiende muy bien el carácter de la música. Tiene ideas de compositor y las muestra con mucha convicción. Eso no siempre ocurre, sobre todo cuando tocamos música que se ha compuesto hace 200 años y que las ideas de esos compositores nos quedan lejos”, asegura Andrés a este periódico en una llamada desde Suiza, donde estudia actualmente este joven pianista.

“Una de las cosas que me llamó la atención de Pablo es que trata con mucha convicción lo que toca porque entiende muy bien el carácter de la música. Eso es muy importante para tocar en el escenario. Es como si hablaras de algo de lo que no sabes mucho: el público no prestará la suficiente atención porque no crees en el discurso que estás haciendo. Cuando él toca, se nota que cree auténticamente en lo que está haciendo”.

Pablo y Andrés forman un trío de música de cámara junto al violonchelista Gonçalo Lélis. Se llaman Trío Ramales. Juntos, los tres músicos han llevado su música a muchos rincones de España. Por ejemplo, han participado y cosechado éxitos en tres concursos de música de cámara: en el Concurso el Primer Palau (Barcelona) obtuvieron el segundo premio y el premio de la crítica en 2017; en el Concurso de música de cámara Ecoparque de Trasmiera (Cantabria) consiguieron el primer premio en 2018; y en el Concurso Internacional de Música de Cámara Antón García Abril (Granada), lograron el segundo premio en 2016.

Todo esto lo consiguieron interpretando una obra compuesta por Pablo en 2015: Trío para piano Op 3. Aquí se puede escuchar íntegramente, en el propio canal de YouTube del protagonista de este reportaje.

Andrés resume la historia de esta composición de esta manera: “Nos llegó un día y nos dijo: ‘Pues acabo de terminar el primer trío que he compuesto’. Lo tocamos para la profesora de música de cámara [Escuela Superior de Música Reina Sofía, donde ambos estudiaron] y le gustó mucho. De ahí en adelante, lo hemos tocado en bastantes conciertos, entre ellos, para Radio Nacional, en la Fundación Botín”.

En el tú a tú, Andrés considera que Pablo es “una persona cercana, que se suele preocupar por cómo estás o si tienes algún problema. Muestra empatía por la persona que tiene enfrente. Si es cierto que el tema de Pasapalabra le ocupa mucho tiempo. Pero en general, cuando estás con él, suele mostrar interés por la otra persona”.

“No es una persona excéntrica ni hace cosas raras. Es muy dedicado a sus cosas, aprovecha muy, muy bien el tiempo. En los viajes, por ejemplo, cuando terminábamos de cenar, en vez de venirse a tomar algo después, él se quedaba estudiando para Pasapalabra. Eso es muy suyo”.

¿Y cómo se prepara?

Creo que usa alguna aplicación en la que escribe el significado de las palabras. Luego se las pone de forma aleatoria y contesta.

El cúlmen: Nintendo

La formación musical, sobre todo la más clásica, tiende a formar a músicos para ser solistas, grandes intérpretes y/o virtuosos de su instrumento. Sin embargo, la aspiración de Pablo no es esa. Él prefiere componer o ser profesor a ser el violín solista de una orquesta o un grupo de cámara.

Pablo Díaz actuando con una orquesta. Instagram

Su compañero de faena Andrés verifica esto: “Por lo que yo he hablado con él, su interés no está en un repertorio solista. Yo siempre le he escuchado tener ideas hacia la composición, muy diferente de un perfil solista, aunque sea la formación que ha recibido. Yo no veo el ego del solista en su carácter”. Pablo también lo expresa así: “Nunca ha sido mi aspiración el mundo del solista. Me veo mucho más como profesor y como compositor”.

Pablo es un gran admirador de los compositores de cine como John Williams, autor de las bandas sonoras de Star Wars, Jurassic Park, E.T., Superman... “Para mí es un gran referente. Viniendo del mundo de la música clásica, también me inspiran mucho los compositores más antiguos, como Max Steiner [compositor de Murieron con las botas puestas o Casablanca] o Dimitri Tiomkin [Los cañones de Navarone, 55 días en Pekín]".

Si no llega el día en que Pablo se parezca a ellos, él mirará a la vida con una sonrisa de igual forma. Always look on the bright side of life, que cantaban los Monty Python en La vida de Brian. “Al final lo que importa es ser feliz con tu trabajo y tener capacidad de adaptación para que sea cual sea el trabajo que haces consigas sacar lo mejor de ello y ser feliz con ello”, resume el concursante de Pasapalabra.

¿A qué te gustaría ponerle música?

¿Cómo qué? ¿A una película?

Sí, o a un libro que hayas leído y que te gustaría que se llevase a la pantalla, o a un videojuego o incluso a algún programa de televisión, que los conoces bien.

Hombre, me encantaría ponerle música a un videojuego de Nintendo. Eso sería increíble, porque ha sido mi infancia.