España no se justifica por tener una lengua, ni por ser una raza, ni por ser un acervo de costumbres, sino que España se justifica por su vocación imperial para unir lenguas, para unir razas, para unir pueblos y para unir costumbres en un destino universal; que España es mucho más que una raza y mucho más que una lengua, porque es algo que se expresa de un modo del que estoy cada vez más satisfecho, porque es una unidad de destino en lo universal.

El nacional sindicalismo es vida. Tanto es vida que estamos dispuestos, como tantos camisas azules, a sembrar con sus propias vidas la voluntad del imperio, una vida para la patria. 

Las primeras líneas con las que comienza este artículo corresponden a un fragmento del discurso que el político, abogado y fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera, pronunció desde el atril del Congreso de los Diputados el 30 de noviembre de 1934

El párrafo siguiente, que tal vez habrá pensado como continuación del primero, corresponde a un discurso reciente. En concreto, el pasado 4 de diciembre en la sede de la Hermandad Nacional de la Vieja Guardia de la Falange, en Madrid. Y su ponente es la que desde luego muchos nunca habrían imaginado: Elisa García Grandes, de 23 años. La hija de la escritora Almudena Grandes y del poeta y director del Instituto Cervantes, Luis García Montero. Un matrimonio histórico de la izquierda, y muy especialmente de Izquierda Unida. La sorpresa ha sido súblime para quienes, 15 días después de que se produjese el acto, han podido ver y escuchar en una conocida plataforma de vídeos a García Grandes impartir una conferencia bajo el título "Nacional Sindicalismo. ¿Por qué en España?".

Elisa García Grandes junto a sus padres y su hermano.

Lo más llamativo, no obstante, es el paralelismo que guardan el hijo del dictador Miguel Primo de Rivera y la hija de Almudena Grandes. No sólo en sus ideas y oratoria, como muestran los fragmentos del inicio de este texto, entre los que hay una distancia temporal de más de 90 años. Y donde la propia Elisa García confiesa tener como "pilar espiritual" al fundador de La Falange. Sino incluso en su infancia. Y es que los dos, a pesar de tener a padres conocidos, en dicha etapa mantuvieron cierta actitud discreta y estudiaron sus carreras procurando no recibir favores familiares. Aunque claro, ahora es inevitable que no se hable de ambos.

El discurso

En la sede de la Falange, presentaron a la ponente a partir de su edad, sus grados de Filosofía e Historia en la Universidad Complutense de Madrid y recalcaron su pasión por la filosofía medieval, la filosofía de la religión y la metafísica. "La interpretación católica de la vida es, en primer lugar, la verdadera; pero es además, históricamente, la Española", subrayaba Primo de Rivera en muchos de sus mítines. 

Poco después de su presentación, Elisa García Grandes comenzó su ponencia citando a autores como Ramiro de Ledesma: “Vamos contra la vieja España con propósitos liberadores, nuestra posición teórica véase y estúdiese en los libros del maestro Ortega y Gasset, donde se encontrará íntegra”. Y dejando claro que, como "falangistas, no somos dados a los argumentos de autoridad, así que por ello prefiero argumentar".  "El espíritu religioso es, como la música falangista, el caldo de cultivo de nuestras acciones y de nuestro horizonte para nuestra revolución", dijo también. 

Elisa es la misma joven que el 5 de septiembre de 2012 tocó al piano una pieza que compuso para su padre, en el Palacio de la Magdalena, en Santander, en el acto de entrega del Premio La Trastienda. La que hemos visto crecer acompañando a sus padres a sus entrevistas y a la que habíamos dado por hecho que sería, al igual que sus padres, de izquierdas. "Se nos ha hecho del Rayo Vallecano, le gustan mucho los ambientes populares, la cultura punki… me parece que se siente red skinhead. Y como dice su madre: nos está haciendo pagar todo lo que nosotros le hicimos sufrir a nuestros padres”, comentó en una entrevista Luis García Montero, haciendo alusión a su hija. 

En 2015 los periodistas mencionaron su primer voto dando por hecho que iría a Izquierda Unida, por empatía familiar, pues García Montero llegó a presentarse a las elecciones autónomicas por dicho partido. Está claro que, en aquella ocasión, la prensa se equivocó. Ocho años después de aquel recital, la hija se subleva y decide que José Antonio Primo de Rivera es ahora su pilar espiritual y su ideario es el de la Falange. Organización a la que, según ha podido saber este diario, la hija de Grandes y Montero estaría afiliada. Defienden una ideología antiparlamentaria, contraria a los partidos políticos y promotora de un Estado totalitario.

"Elisa y yo estamos de acuerdo"

Almudena Grandes y Luis García Montero.

Frente a estos posicionamientos, tanto Montero como Grandes se han situado en las últimas décadas en las grandes causas sociales españolas. Son asistentes a manifestaciones, frecuentes firmantes en proclamas izquierdistas y, por supuesto, se mostraron a favor del 'No a la guerra'. De la novelista y columnista de El País Almudena Grandes destacan sus Episodios de una guerra interminable, seis novelas independientes que narran momentos significativos de la resistencia antifranquista en un periodo comprendido entre 1939 y 1964.

La autora, además, ha expresado muchas veces públicamente su rechazo a todo lo que tenga que ver con el fascismo. "La especialidad del fascismo español es convertir a las víctimas en verdugos", es, por ejemplo, uno de los titulares recientes de la escritora, que reivindica —también a través de sus novelas— el papel literario de la resistencia a la dictadura.

Tras la polémica, los padres no se han pronunciado. Tampoco la protagonista, con la que ha intentado contactar sin éxito este periódico. Sin embargo, García Montero sí lo ha hecho en forma de columna, bajo el nombre de Mi hija Elisa y el hijo del chofer. En el texto, el autor crítica el comportamiento de los medios tras el discurso de su hija pequeña y asegura que en la familia sean cuales sean las ideas que cada uno defienda hay respeto, siempre y cuando no se traten de imponer sobre los demás. 

"Mientras comemos la carne en salsa, dejo que mi hija saque el tema del día, un asunto familiar. Le digo que no se preocupe, que aunque los ataques van contra su padre y su madre, sólo a ella le pueden hacer daño, y si ella está bien podemos hasta reírnos y cantar cualquier himno. Como estamos hoy cuatro en la mesa y con el balcón abierto, no nos va a contaminar la pandemia. Mi hija pregunta por qué hay gente así. Le aconsejo la lectura de un libro de Jordi Amat, El hijo del chófer (Tusquets, 2020). Me levanto, lo busco en la biblioteca y leo: "Cada artículo oculta un parricidio". Cuento la historia del periodista Alfons Quintà y vuelvo a leer: "Dañar. Intoxicar todo lo que pueda. Convertir la realidad en el cenegal donde habita su conciencia. Un libro estupendo", escribe Montero. 

"El mundo que nos ha tocado vivir es así, dice mi hija, un barrizal. Yo le respondo que cada cual tiene y vive su suerte". Después, el autor hace mención a la fe que él y su mujer, pese a lo que ocurra, tienen en sus hijos. "Yo estoy seguro de que Mauro y vosotras, aunque perdamos la cabeza, nos vais a tratar siempre con la dignidad que os merecéis y que Almudena y yo nos merecemos. Es un chiste, aclaro, sobre los que no confían en sus hijos". Y para terminar, incide en la última conversación que tiene con su hija sobre la mesa: "A mi hija Elisa le comento que podemos pedir que se respeten nuestras ideas siempre que no nos empeñemos en imponer nuestras ideas a los demás (...) Elisa y yo estamos de acuerdo". 

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