De Isabel Díaz Ayuso prácticamente todo se sabe. Que es periodista, que se crió políticamente al calor de Cristina Cifuentes, aunque su estilo es más parecido al de Esperanza Aguirre. Que es más casadista que el propio Casado. Que se ha convertido en el ariete político contra Pedro Sánchez durante la pandemia. Que mantiene una guerra política con el Ministerio de Sanidad. Que preside la región más afectada de toda Europa por la Covid-19. 

Que lidera un Ejecutivo no muy bien avenido, con los dos partidos que lo integran. Que levanta pasiones y odios a partes iguales. Que no rehúye la confrontación: tanto, que a veces la busca. Que defiende su ideología a capa y espada, eso que le gusta llamar “sin complejos”. Que le apasiona la comunicación política -quienes tratan con ella la tildan de “alumna aventajada”. Que se deja aconsejar por su círculo. O que nació el mismo día y el mismo año que el líder de Podemos, Pablo Iglesias: el 17 de octubre de 1978.

Pero si hay una etapa desconocida en la trayectoria de la política que más titulares acapara, que goza de un estatus mediático por encima de casi cualquier homólogo -quizás, con la excepción, otrora, de Quim Torra-, es aquella en la que emprendió su primera gran aventura. Sus años en el extranjero: su primer contacto con el mundo profesional que la llevó a ejercer en distintas ramas de la comunicación -de una agencia a ser productora de radiofórmula- a uno y otro lado del Atlántico. 

EL ESPAÑOL bucea en el pasado de la líder del Gobierno de la Comunidad de Madrid para desenmarañar los primeros pasos que dirigieron la carrera de la política. Con dos escenarios muy claros: Ecuador e Irlanda.

Una Ayuso veinteañera en una de las imágenes tomadas durante su estancia en Ecuador, junto a unos locales.

"De las mejores experiencias"

Eran los primeros compases del nuevo milenio y el año 2000 ya guardaba una aventura para Ayuso. Su destino fue el país latinoamericano. Allí estuvo viviendo durante unos meses, y también trabajando, en una agencia de márketing. Ella, a su círculo, siempre le comenta que vivió una “de las mejores experiencias de su vida”.

El tiempo que empleó en Ecuador no fue únicamente laboral. Aprovechó sus días para empaparse de la cultura, del paisaje. Visitó, según ha podido saber este periódico, los Andes. También conoció las playas bañadas por el Pacífico, como las ruinas incas o los volcanes. Algo que continúa en su memoria es la flora y la fauna: específicamente, los bosques de rosas, los pájaros de patas azules y las estrellas de mar en las orillas.

Para entonces, esta jovencísima madrileña contaba con 22 años y aún no había metido la nariz en el ámbito político. De hecho, aún ni se había licenciado.

Por eso, siempre tiene un ojo en lo que pueda suceder en el país ecuatoriano. Ya sea en la arena política -un burbujeante escenario, con Lenín Moreno al frente desde hace unos años- o en la social. No es extraña la ocasión, antes de dar el salto a la primerísima línea, en la que hiciera mención en sus redes sociales privadas a alguna catástrofe ocurrida en la zona, como terremotos, solidarizándose con una sociedad que sintió que la acogió al cien por cien.

Fue un par de años más tarde, en 2002, cuando volvió a coger el petate y se lanzó a vivir una nueva aventura. Ya había acabado la etapa universitaria -licenciatura en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid- y aún vivía con sus padres y con su hermano, Tomás, en la capital.

La presidenta en un fotomontaje.

Productora de radiofórmula

La siguiente experiencia no fue en español, como sí sucedió en esa primera ocasión. Tomó rumbo a Irlanda. Concretamente, a su capital, Dublín. Fueron unos meses especiales, en su recuerdo. A su gente más próxima siempre les habla de ellos con una pátina amable, de quien ha vivido algo que le ha hecho cambiar de perspectiva.

En la capital irlandesa estuvo nueve meses. Blandió sus dotes comunicativas y no se escondió en el burladero: consiguió un trabajo en una de las radios más escuchadas de esta parte de las Islas Británicas, una emisora musical parecida a lo que en España serían Los 40 Principales. Ella siempre se ha mostrado como enamorada de las ondas.

En Spin 1038 FM, donde fue productora de octubre de 2002 a junio de 2003, los programas siguen la misma fórmula que en la mencionada emisora española, con listas de éxitos musicales. Sus oyentes son, principalmente, ciudadanos de Dublín, pero también se les sintoniza en Naas, Celbridge, Leixlip, Maynooth, Drogheda o Bray, en las proximidades de la capital.

Para cuando Ayuso comenzó en Spin FM, la emisora tan sólo llevaba unos meses en el aire. Probablemente, fuera allí donde comenzó el idilio de la hoy presidenta de la Comunidad de Madrid con su grupo fetiche -del que tiene su símbolo, una rosa, tatuado-, Depeche Mode, que ya había vivido sus momentos de mayor éxito para entonces.

Isabel Díaz Ayuso en una radio local de Madrid durante la campaña autonómica. Grupo Radio en Vera

Ya en 2004, regresó a España. El siguiente paso fue afiliarse a Nuevas Generaciones, las juventudes del PP. Se inscribió en la sede de su barrio, Chamberí, y formó parte de las filas madrileñas, una sección joven que, por entonces, lideraba Pablo Casado.

De ahí, el ascenso fue siempre de la mano de las siglas populares. Un par de años más tarde, fichó como asesora de la institución que hoy preside. Siempre de la mano de las redes sociales y la comunicación digital, continuó haciendo carrera en el partido.

Ya en la década de 2010 comenzó a engrosar listas para la Asamblea y a ostentar cargos. Finalizó este periodo como presidenta, y con una pandemia. Desde luego, los paisajes idílicos de Ecuador y el ritmo de Dublín deben aparecer, recurrentemente, en su memoria. De dónde vino… y dónde está. Ahora mismo, en el ojo del huracán.

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