Si uno echa a andar por la calle Romero Robledo de Madrid, en la esquina con Martín de los Heros se topará con una rojigualda recién estrenada. Sobre la bandera nacional podrá distinguir dos palabras impresas: Casa Gala. Todo normal, un bar con un fuerte componente patrio. Lo curioso es que el dueño es Salvador Monedero, padre de Juan Carlos, uno de los líderes fundadores de Podemos.

Hace ya varios años que Salvador se convirtió en un personaje célebre por ser el padre franquista y esperanzista de una de las voces más activas de la izquierda radical en España. Salvador no elude las apariciones en prensa. Al contrario, se muestra amable cuando EL ESPAÑOL llama a su puerta.

El establecimiento es pequeño, poco iluminado y con todo lo que debe tener un bar: máquinas tragaperras y de tabaco, televisión con La 1 a todo trapo… Solo faltan 50 platos de café sobre la barra, cada uno con su azucarillo. Pero no hay barra para tanto. Tras ella, hay un hombre de corta estatura, avanzada edad (tiene 88 años) y mirada sincera ataviado con una mascarilla con calaveras mexicanas.

Salvador Monedero en su bar. Jaime Susanna

Salvador accede a la entrevista sin previo aviso. Y aunque tiende a irse por las ramas, contesta con sinceridad y sin complejos todos los temas que se le plantean. ¿El negocio? Mal. ¿España? Aún peor. ¿Sánchez? Mejor ni hablar de él. En resumen, “desde que murió el dictador, se ha ido todo al carajo”, afirma Salvador que, aunque es franquista declarado, no usa eufemismos: llama a Franco dictador y no caudillo.

“44 años han tardado en comerse la herencia que les dejamos, que era una herencia maravillosa. Teníamos una Seat, un Pegaso, un Barreiros, las Minas de Riotinto, los altos hornos de Vizcaya, los astilleros, la empresa-casa de aviones…”, lamenta. “Un país no puede vivir solo de turismo. ¿Qué hacemos ahora? ¿Morirnos de asco?”.

De ‘Espe’ a Vox

Hace unos años Salvador se declaraba muy fan de Esperanza Aguirre, que llegó a hacerle una visita a este bar, tal como consta en las hemerotecas. Desaparecida Espe de la esfera política, Salvador abrazó la causa de Santiago Abascal, como tantos otros españoles desencantados con el Partido Popular y sus corruptelas. Salvador cerraba la lista de Vox al Congreso por Madrid en las elecciones de 2015.

Con este bagaje, no es de extrañar que no pierda ocasión para poner a caldo al Gobierno: “Al señor Sánchez lo que menos le preocupa es España. La gestión de la pandemia ha sido fatal. Mala y tardía”.

—¿Cree que Santiago Abascal lo hubiese hecho mejor?

—Hombre, indiscutiblemente. Porque Santiago tiene una cosa, que era lo mejor que tenía Franco, y es que ama a España por encima de todas las cosas.

—Ya, entiendo lo que dice, ¿pero el amor a España basta para frenar una pandemia?

—No, hombre, y también tiene capacidad para regentar. Cuando Esperanza Aguirre se fijó en él fue por algo.

Santiago Abascal y Salvador Monedero,en 2015.

Salvador se refiere al líder de Vox por su nombre de pila, como si fuera de la familia, cuando, en realidad, su familia está en el otro extremo de la esfera política. “Vox es el único partido que no tiene intereses particulares. No tiene gente enchufada ni en diputaciones ni en alcaldías ni en televisiones. Parte de la labor que Santiago profesa a España y que lo hace contagioso”.

La cara se le ilumina al decir esto último, como alguien que ha recuperado la ilusión por la política, que ya no piensa que todos los partidos son iguales, que todos roban y que a nadie le importa el destino de su país. Ese es el gran éxito de Vox —antes lo fue de Podemos—, recoger el entusiasmo de aquellos que se sienten traicionados por la política tradicional.

Llegaron los travestis

Casa Gala lleva desde antes de la Guerra Civil en esta esquina. Salvador se hizo con el bar en el año 2000. Antes, tenía uno en esta misma calle, pero en la esquina con Ferraz, muy cerca de la sede del partido que despierta sus mayores odios: el PSOE.

Su antiguo local estaba abierto las 24 horas, recuerda. “En el 82 cuando ganó las elecciones Felipe González, decía que los travestis ejercían una mala imagen en María de Molina, entonces los trajo todos al Parque del Oeste. Ahí conocí a La Veneno”.

—¿Conoció a La Veneno?

—Sí

—¿Y qué tal?

—Fatal. Porque todo lo que no es natural, es antinatural… Imagínate, en pleno invierno con una braguita y un sostén en el Parque del Oeste. ¿Cómo aguantaban? Con alcohol y drogas.

La conversación se ve interrumpida solo en dos ocasiones en casi una hora de conversación. En una de esas interrupciones, tras pedir un bocadillo, el cliente se aventura a decir que Salvador “tiene mucha razón en lo que está diciendo, yo estoy totalmente de acuerdo con él”. Esa costumbre tan castiza de meterse en una conversación ajena y dar una opinión que nadie ha pedido.

El negocio vive ahora sus horas bajas, como toda la hostelería española. “Aparte de la pandemia, este barrio no es ni la sombra de lo que era. Para vivir, el mejor de Madrid, pero comercialmente ha bajado mucho. El barrio se ha hecho viejo”.

Botellas de Vega Sicilia del 64, uno de los tesoros de Casa Gala. Jaime Susanna

Chamberí es un barrio caro, inviable para un público joven empobrecido (la tasa de paro de los menores de 25 años en España es del 39,6%, más del doble de la media europea). “Además, Aznar tomó la mala acción de suprimir la mili. Tenía 3.000 soldados en el infante Don Juan y 2.000 aquí [en la sede del Ejército del Aire, muy cercana al bar]”.

Toda esta serie de circunstancias ha hecho que Casa Gala ahora cueste más dinero del que genera. Si Salvador sobrevive es gracias al colchón económico que le procuró el local antiguo abierto 24 horas. De nada ha servido la promoción que ha lanzado pensando en los universitarios: un litro de cerveza por tres euros. "Son tres tercios o cinco botellines, por tres euros". Ni por esas.  

Estamos vetados

Preguntado por el hecho de que Vox tenga vetados a este y otros muchos medios de comunicación de sus actos y su comunicación, Salvador dice lo siguiente: “Yo le diría a los medios de comunicación que, en la vida, todo tiene un por qué. Te voy a poner un ejemplo en mí mismo”.

Cuenta entonces la historia de un periodista que cambió la dedicatoria que le hizo su hijo Juan Carlos en un ejemplar de su libro Curso urgente de política para gente decente. “Puso ‘A mi padre, a pesar de todo”. La dedicatoria real es bien diferente. Eso propició que Salvador vetara a los periodistas durante un tiempo de su bar. “Puse un cartel que decía ‘Hay magníficos periodistas y periodistas del Rincón del Vago’. Y me negué a dar entrevistas”.

Juan Carlos Monedero, uno de los fundadores de Podemos e hijo de Salvador.

“Unos clientes que son abogados del estado me dijeron: ‘Puedes hacerles rectificar, pero no te lo aconsejo, porque te van a hacer la vida imposible’. Por eso, respondiendo a tu pregunta, yo os aconsejaría a todos que os preguntéis por qué”.

La dedicatoria, efectivamente, reza: A mi padre quien, a su manera, yo sé que se siente muy orgulloso.