En el último mes, España, irremediablemente, ha recuperado costumbres, aunque con matices. Ha vuelto a pasear –eso sí, con mascarilla y guantes–; ha regresado al bar en algunas provincias –con la salvedad de hacerlo al 50%–; y ha intentado, en definitiva, recuperar parte de lo perdido o aplazado. Aquel 15 de marzo, muchos renunciaron a sus rutinas, pero también a sus tratamientos. Algunos, obviamente, dentales. El estado de alarma cerró las clínicas –salvo para atender urgencias– y, ahora, en plena desescalada, con los centros ya abiertos, muchos, inevitablemente, dudan. ¿Voy o no voy al dentista? ¿Puedo contagiarme? “Todos hemos tenido miedo y, aunque el riesgo cero no existe nunca, yo me siento muy seguro con todos los protocolos que hemos implantado”, reconoce Carlos Faraco, un profesional riguroso, de la clínica Faraco Iglesias en la calle Juan Ramón Jiménez, 41, en pleno Chamartín (Madrid) 

En algunos casos, el dolor facilita la decisión –si no hay otra, se acude–, pero no siempre es así. Las clínicas echaron el cierre al decretarse el estado de alarma. Muchas, de hecho, cedieron todo su material (mascarillas y guantes) al personal sanitario de los hospitales. “Sólo hemos abierto para las urgencias. En Madrid, por ejemplo, el 95% de las 3.400 clínicas que hay se acogieron a algún ERTE y ahora, en fase 0, han ido abriendo poco a poco y atendiendo, siempre que sea con cita previa”, cuenta Antonio Montero, presidente del Colegio de Odontólogos y Estomatólogos.

Carlos Faraco, por ejemplo, abrió este lunes y, desde entonces, intenta ponerse al día. “Estamos un poco desbordados porque hay que retomar todos esos tratamientos que teníamos a medias. Con las mismas tarifas, de momento, y listas de espera parecidas a las que dejamos congeladas en marzo”, cuenta. Eso sí, con muchos protocolos nuevos que seguir y automatizar en esta nueva normalidad. “Lo primero fue hacernos un test serológico para ver en qué estado nos encontrábamos. Confirmamos con las pruebas que ninguno de los trabajadores estábamos infectados y que tres de nosotros teníamos anticuerpos”, explica.

Carlos, de la clínica Faraco Iglesias.

A partir de ahí, en Faraco Iglesias adoptaron todos los protocolos recomendados por el Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de Madrid. “Las novedades comienzan al concertar la cita”, avanza Carlos. Las clínicas, 40.000 en España, tienen la obligación de realizar un triaje telefónico para descartar que el paciente tenga coronavirus o que haya tenido relación con un contagiado. Entre las preguntas que se realizan: “¿Tiene (o ha tenido en los últimos 14 días) alguno de estos síntomas: fiebre, tos, dificultad respiratoria, conjuntivitis, diarrea o estado gripal?, ¿ha tenido contacto con pacientes infectados en las últimas cuatro semanas?, ¿ha estado con alguien puesto oficialmente en cuarentena o procedente de regiones altamente epidémicas?, ¿ha estado en algún entorno junto a un número considerable de personas?”.

Epis

Tras descartar que el paciente tiene cualquier síntoma compatible con el coronavirus, la clínica fija la cita y le indica que debe acudir puntual para evitar que se acumulen muchas personas en el centro médico. “Al llegar, se vigila su temperatura con un termómetro infrarrojo y debe limpiarse las manos con gel hidroalcohólico; se le dan unas calzas y, en caso de que tenga que estar en la sala de espera, siempre con aforo limitado y sin revistas o folletos, lo hará guardando la distancia de seguridad”, explica.

Diapositiva del Colegio de Odontólogos.

Pero, más allá de todo eso, en la clínica de Carlos desinfectan pomos, datáfonos con solución hipoclorosa o solución alcohólica al 70-85%… y han instalado purificadores de aire en las zonas no clínicas –además de ventilar al exterior. Eso, claro, utilizando siempre material estirilizado.

Menos pacientes

A todos estos protocolos se le suman otros protocolos de sentido común que siguen tanto en la clínica de Carlos como en muchas otras: “No dejamos que se crucen unos pacientes con otros, hemos creado circuitos para que pasen...”, explica Diana Castell, de Almara dental, que abrió el pasado 11 de mayo en Madrid. “Para nosotros no es nada nuevo. En las clínicas siempre hemos desinfectado todo muy bien para evitar contagios de cualquier tipo. Lo que pasa es que antes utilizábamos bactericidas o virucidas y ahora, además de todo eso, también lejía y alcohol, que sabemos que son eficaces contra el Covid-19”, prosigue.

“Nosotros, por ejemplo, también les pedimos a nuestros pacientes que vengan sin pulseras, sin relojes o libros para leer en la sala de espera. Además, los dividimos por edad. Por ejemplo, los mayores de 65 años vienen desde primera hora de la mañana hasta las 12:30, y después el resto”, explica María Isabel Muñoz, de clínicas Crucesdental, en Puertollano (Ciudad Real). 

Diego Bayoll y Diana Castell, dueños de clínica Almara Dental.

Sin embargo, lo que es común para todas las clínicas es que han tenido que reducir el número de pacientes que atienden durante el día. ¿El motivo? “Tardamos entre 10 y 15 minutos en desinfectar todo una vez que hemos acabado con un paciente”, explican desde Almara, donde llevan sin ‘respirar’ dos semanas. “Tenemos llenas las agendas de un mes a un mes y medio, pero hay más flexibilidad. Vamos priorizando en función de la urgencia y nos adaptamos, porque hay gente que te cancela porque le puede haber surgido un caso de Covid o cualquier otra cosa”, explica.

Ante este panorama, esperan que, poco a poco, el sector vaya recuperando la normalidad. No hay cifras de pérdidas económicas durante el confinamiento en clínicas dentales. De hecho, ninguno de los entrevistados se atreve a dar el dato –aunque todos, obviamente, tenían previstas mayores ganancias antes de decretarse el estado de alarma. A día de hoy, sobreviven con las mismas tarifas. ¿Y en el futuro? “La crisis no la notaremos hasta dentro de tres o cuatro meses”, apostilla Carlos. "Entonces ya se verá", finiquita. 

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