— ¿Cómo se siente al tener que sacrificar a sus toros?

— En lo emocional es un palo. Los he visto nacer y crecer durante cinco años. Tenía muchas esperanzas puestas en ellos. Pero no he podido cotejarlos ni evaluarlos en la plaza. Es muy jodido saber que tienen como destino una fría sala de despiece de un matadero.

Javier Núñez, ganadero de La Palmosilla (Tarifa, Cádiz), no esconde ni su tristeza ni su decepción. Vendaval, Montuno, Polvorilla, Gana duros o Graduado se han ido sin demostrar su valía en la plaza, entre el bullicio del respetable y las comparsas de olés de la orquesta taurina. “Los he tenido que sacrificar. En total, he enviado 70 al matadero”, esgrime, con pena. No le ha quedado otra: tenía previsto facturar del orden de 360.000 euros esta temporada y, sin embargo, con la cancelación de los festejos taurinos, está abocado a perder dinero. “Nosotros no podemos cerrar ni hacer un ERTE; nuestra actividad sigue porque tenemos que dar de comer a los animales. Sin embargo, nos quedamos con cero ingresos”, explica.

Por eso, muchos astados, durante el próximo mes, seguirán el camino de Vendaval, Montuno y cía. La Asociación Valenciana de Agricultores (AVA) calcula que se podrían sacrificar al menos 6.000 toros bravos este verano si el sector no recibe ninguna ayuda. “No nos salva la temporada, porque por cada res que llevamos al matadero nos dan, como mucho, 500 euros (0,80 el kilo), pero sí nos ayuda a reducir costes”, reconocen a EL ESPAÑOL.

La Palmosilla, esta temporada, iba a lidiar toros en San Fermín o Sevilla. Marcos Moreno EL ESPAÑOL

Aunque, obviamente, la decisión, para todos, es dolorosa. Nadie quiere ver a sus astados, criados y mimados para rendir cuentas en la plaza, morir en una sala de despiece de un matadero municipal. “Allí se les sacrifica con lo que se llama como bala cautiva”, precisa Ximo Gómez, veterinario de los servicios técnicos de Asaja Valencia. Es decir, se aturde al animal a través de una pistola percutora apoyada en la frente del toro y después se procede al desangrado, ya sea de la res brava o de cualquier vacuno –así lo estipula la ley.

Impacto económico

“Esto es una tragedia para todos”, lamenta Javier Núñez, de la ganadería La Palmosilla. Y así es. La Unión de Criadores de Toros de Lidia calcula que la suspensión de la temporada taurina –que se celebra entre marzo y octubre– supondrá una pérdida de más de 77 millones para los ganaderos de bravo españoles (35 millones de toros destinados a las corridas) para un sector que aporta 140 millones de euros anuales en concepto de IVA al Estado.

Traducido en puestos de trabajo, se calcula que 200.000 personas viven en España de la tauromaquia: ganaderos, banderilleros, picadores, toreros… Aunque algunos, como Javier, se han comprometido, de momento, a mantener los empleos. Él, en su ganadería –con origen en 1760 y una tradición de seis generaciones–, da trabajo a seis familias en sus tres fincas: La Palmosilla, de 180 hectáreas, donde tiene 160 vacas; La China, de 560 hectáreas, donde viven el resto de machos y hembras; y la Tahivilla. 



En total, la ganadería tiene 1.140 cabezas de ganado que viven de la facturación de los toros que se lidian entre primavera y verano. “Esta temporada contaba con 72 que iban a Sevilla, Pamplona, Azpeitia (Guipúzcoa), Francia, el Puerto de Santa María, Málaga…”, explica. De entre todos estos, algunos se han salvado. “Los que iban a los Sanfermines tenían cuatro años y pueden seguir siendo útiles”, reconoce. Otros, sin embargo, irán (o han ido ya) a la sala de despiece.

Javier, en su finca de la Tahivilla. Marcos Moreno EL ESPAÑOL

Javier, ante la cancelación de los festejos, ha tenido que reorganizarlo todo. Ha decidido enviar 70 toros al matadero: algunos, de este año; y otros, reservados para la próxima temporada. El criterio, entre otros matices, ha sido la edad: el tope de vida de estos animales para la lidia en la plaza es de seis años. Después, sólo tienen dos salidas: o las calles (encierros, fiestas populares…) o ser sacrificados.

El coste de criar a cada toro asciende a 5.000 euros, según la Unión de Criadores de España. “Sólo el último año nos gastamos 3.200 euros”, añade Javier. Por eso, muchos, ante la perspectiva de no poder contar con los los astados más mayores para la lidia de la próxima temporada, han optado por sacrificarlos. “No nos dan mucho porque los precios de la carne también han caído”, prosigue. El kilo se paga a 0,80 céntimos. Es decir, como mucho, por las reses más pesadas, se obtienen entre 400 y 500 euros de beneficio. Muy poco.

Javier Núñez, en su finca de la Tahivilla. Marcos Moreno EL ESPAÑOL

“Estamos abocados a perder el 90% de nuestra facturación anual”, lamenta Javier. Una cota alta, pero asumible a corto plazo. “Eso sí, dos temporadas no aguantamos”, matiza. “Si esto sigue así en 2021, tenemos que cerrar el chiringuito”, pronostica. Sin exagerar en absoluto. Sólo entre marzo y septiembre, los ganaderos españoles tendrán que optar por sacrificar (o salvar) a los 7.000 astados que estaban destinados a morir en el ruedo.

Esto supone un ‘palo’ para el sector en lo económico, pero también en lo genético. Javier, como el resto de ganaderos, cuando ve que un toro demuestra casta y bravura en la plaza, busca a un hermano de ese toro para convertirlo en semental. Sin embargo, ahora, ante esta crisis, no podrá hacerlo. Se equivocará, sin duda, al enviar a algunos de estos toros al matadero, aunque no le queda otra que hacerlo para sobrevivir a largo plazo.

Encierros

Pero, más allá de la plaza, los ganaderos que destinan sus reses a encierros o fiestas populares también han acusado la cancelación de los festejos. San Fermín, por hablar del ejemplo más paradigmático, genera un impacto de 150 millones de euros. Este año, sin embargo, ese dinero no llegará ni a bares, ni a hoteles, ni a la tauromaquia. Como tampoco lo hará, a su manera, en Valencia, donde, esta temporada, los 6.000 toros bravos destinados a los Bous al carrer pueden ser sacrificados, según datos de la Asociación Valenciana de Agricultores.

Daniel Machancoses es uno de los grandes afectados por la cancelación de los festejos en Valencia, donde hay 133 explotaciones (80 en Castellón, 38 en Valencia y 15 en Alicante), además de 25 centros de concentración de toros de lidia, con una estimación de 10.000 astados en total, la mayoría destinados a los Bous al carrer.

Toros de la ganadería La Palmosilla. Marcos Moreno EL ESPAÑOL

Su ganadería, afincada en Picassent (Valencia), cuenta con 450 reses bravas. “El 60% de todas estas las destinamos al Bous al carrer”, reconoce en conversación con EL ESPAÑOL. O lo que es lo mismo, el 95% de sus ingresos los obtiene de lo que gana en este tradicional festejo popular. “Cada toro bravo, al día, tiene un coste de un euro. Multiplica eso por 450 y echa cuentas”, prosigue.

Por eso, ha decidido sacrificar a 20 toros de lidia (Lujoso, Sevillano, Aragón, Ivanés...) que tenía previsto destinar este verano a festejos populares. “Te da pena porque los ves nacer, crecer, los tienes 14 años en tu casa, los ves correr… y, sin embargo, ahora los ves morir en el matadero”, lamenta. “Pero es lo único que podemos hacer para mantener el negocio. Así nos ahorramos el darles de comer”, finiquita.

Pero no es el único. En la Comunidad Valenciana, otros muchos ganaderos hacen lo propio. “Hay algunos toros de este tipo que corren hasta con 25 años. Pero ahora no queda otra que sacrificarlos. Cada uno, en función de si son más mayores, o menos bravas...”, explica Ximo Gómez, veterinario técnico de Asaja en la Comunidad Valenciana.

Compradores

Pero, frente a ese panorama, unos pocos han decidido invertir. “Casi nadie”, reconocen desde el sector. Pero haberlos haylos, como José María López, cuidador, entrenador y dueño de la ganadería El Uno, famosa –digamos– no sólo por llevar sus toros a los Sanfermines, sino por contar con Messi y Ronaldo, criticados el pasado curso por protagonizar algunos de los encierros más rápidos en Pamplona.

Ganadería Uno incorpora nuevos toros a su camada

Sea como fuere, José María ha decidido darles otra oportunidad a muchos toros de lidia. En concreto, a día de hoy, se ha hecho con “unos 400”, reconoce en conversación con EL ESPAÑOL, entre bueyes, cabestros, reses bravas... ¿La razón? Aprovechar el precio (unos 1.000 euros frente a los más de 4.000 que cuestan normalmente) de cara a estar mejor posicionado la próxima temporada.

— ¿Cómo se ha atrevido?

— Se habla de que se van a sacrificar unos 10.000 toros. Yo los estoy comprando de ganaderías de primera línea, Torrestrella, Monte Alto… y a buenos precios. Creo que es posible que el año que viene falten y pueda aprovechar el tirón.

— ¿Dónde acude a comprarlos?

— Me llaman. Les da pena llevarlos al matadero y me dicen: ‘José María, ven y les echas un ojo’. Y los compro.

José María, ahora mismo, pierde dinero. De hecho, “gasta el doble”. Pero no le importa. Tiene fe en que el sector se recupere de cara a la próxima temporada. “Así puedo aguantar un año, dos como mucho… Si no, los tendré que sacrificar”, reconoce. Aunque espera que no sea así, por el bien de la fiesta ‘nacional’ y de todos los que viven, directa o indirectamente, de la tauromaquia.

José María López, dueño de la Ganadería El Uno junto a unos cabestros. El Uno

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