Billy el Niño ya es historia, aunque por siempre quedará su sádica biografía. Murió este jueves víctima del COVID-19. Juan Antonio González Pacheco fue uno de los principales torturadores de los que se sirvió el Franquismo para acabar con cualquier tipo de disidencia.

Falleció sin que España lo extraditara a Argentina, como la jueza María Servini de Cubría solicitó en septiembre de 2013. Junto a la extradición de Billy el Niño, la magistrada solicitó también la del ex guardia civil Jesús Muñecas Aguilar, la del exescolta de Francisco Franco y de la Casa Real Celso Galván Abascal, y la del excomisario José Ignacio Giralte González.

Aquella orden de extradición de Billy el Niño, razonada a lo largo de 204 páginas, se fundamentaba principalmente en el testimonio de 13 de sus víctimas. Desde el también fallecido José María 'Chato' Galante a causa del coronavirus, a Francisca Villar del Saz y Aragonés o Luis Suárez Carreño Lueje, todos pertenecientes a distintos movimientos antifranquistas.

La petición de extradición por parte de la magistrada se dio gracias a la querella presentada el 14 de abril de 2010 por distintas organizaciones humanitarias de Argentina y España junto a Adolfo Pérez Esquivel, Nobel de la Paz de 1980. En ella se reclamaba la apertura de una investigación sobre el “genocidio” y los crímenes de lesa humanidad cometidos contra miles de personas durante la Guerra Civil y la posterior dictadura franquista.

EL ESPAÑOL, en base a aquella petición de extradición firmada por María Servini, recoge fragmentos de seis de las 13 víctimas que señalaron directamente a Juan Antonio González Pacheco, Billy el Niño. En algunos casos se transcriben directamente los testimonios de los querellantes y en otros el propio relato que hace la magistrada tras leer sus declaraciones.

José María Galante Serrano. EFE

1. José María Galante Serrano: interrogatorios 'especiales'

“Que en su segunda detención, producida el 24 de febrero de 1971, en pleno estado de excepción decretado por la dictadura entre diciembre de 1970 y junio de 1971, como consecuencia de la movilización popular contra los consejeros de guerra de Burgos, en los que pedían pena de muerte para nueve militantes de ETA, posteriormente conmutadas por cadena perpetua, lo detuvieron en una casa alquilada en la Plaza de Mondáriz, 15, 2° 3, del Barrio del Pilar de Madrid. Que fue una detención extremadamente violenta, y llegó a la DGS (Dirección General de Seguridad) con la cabeza abierta y sangrando abundantemente por la nariz, lo que no lo libró del clásico pasillo. Que el estado de excepción le permite mantenerlo detenido más allá del plazo legal de 72 horas, estuvo diez días, hasta el 5 de marzo (...) Que en esa ocasión lo torturaron repetidas veces, lo desnudaron (como forma de humillarlo y dejarlo desvalido) y estuvo en la zona de interrogatorios 'especiales' varios días, perdió la noción del tiempo. En el período entre interrogatorios estuvo en un pasillo, esposado a un radiador, y los policías lo golpeaban al pasar. Que lo someten a brutales palizas en las que pierde el conocimiento en muchas ocasiones. Que entre las torturas recuerda ser colgado de las muñecas para, decían, servirles de saco de golpes en sus prácticas de kárate; le aplicaron la 'bañera', consistente en meterle la cabeza en aguas nauseabundas hasta casi ahogarte, permitirle respirar un momento y repetir la operación, y así sucesivamente hasta que perdía el conocimiento; también sufrió la 'barra', le esposaron las muñecas por delante de los tobillos y lo colgaron de una barra por la articulación de las rodillas, de esta forma los glúteos, genitales y plantas de los pies quedan expuestos para ser golpeados con porras o vergajos, el dolor producido por la acumulación de los golpes llega a ser insufrible, fue la tortura de la que más tardó en recuperarse, durante meses orinó sangre y coágulos y desde entonces no pudo correr o moverse como antes. Que en estas prácticas se turnaron bastantes policías, recuerda por su especial ensañamiento a Roberto Conesa, José Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño, y Juan García Gelabert”.

2. Miguel Ángel Gómez Álvarez: "Creí que me mataba"

"Su segunda detención se produjo el 19 de mayo de 1973 en la plaza de España de Madrid. Los policías que realizaron esta detención fueron Antonio Alcalá Galán, Ángel Díaz Ferreiros, Jesús Simón Cristóbal, José Soriano Rubio y Pedro Antonio Campos González. Estos lo patearon en plena calle y lo trasladaron a la Dirección General de Seguridad (DGS), donde lo tuvieron incomunicado varios días y sometido a salvajes torturas. Testimonio personal: “…La DGS estaba llena de detenidos políticos, sobre todo del FRAP, porque en la manifestación del 1° de Mayo que organizaron murió un agente de la BPS. A todas horas se escuchaban gritos y lamentos sistemáticos en las nalgas. Hubo un momento especialmente dramático. Una tarde un grupo de sociales capitaneados por Billy el Niño se amotinaron, entraban en los cuartos de interrogatorio apuntándonos con sus pistolas y gritando que nos iban a matar a todos para vengarse por la muerte de su compañero, que ahora mandaban ellos en la DGS pues según decían habían encerrado al Comisario Jefe, Saturnino Yagüe, en su despacho y podían hacer lo que les diera la gana con nosotros. Billy el Niño me dio la mayor paliza que he recibido en mi vida, creí que efectivamente me iba a matar. Creo que fue esa noche cuando me llevaron a la enfermería, para que el médico me hiciera un reconocimiento, tenía los pies tan inflamados que no podía ni calzarme, tenían que transportarme en volandas, el médico me dio una aspirina y les dijo que no era grave, que podían seguir interrogándome. Al tercer día me obligan a firmar una declaración autoinculpándome de pertenecer a la LCR y participar en manifestaciones organizadas para resistir la intervención de la policía".

El exescolta de Francisco Franco y de la Casa Real Celso Galván Abascal EE

3. Antonia Hernández Cofrades: "Me llevaron del pelo hasta la ventana"

"El 20 de febrero de 1975 la nombrada acudió a una convocatoria a una jornada a nivel nacional contra la carestía de la vida. El colectivo de la Unión de Juventudes Comunistas de Carabanchel tenía previsto llevar a cabo esta protesta en la plaza de Parterre. Asistió acompañada de María Victoria Rumín y Maribel (no sabe su apellido). Que cuando llegaron, la plaza estaba tomada por la Brigada Político-Social. Que se dieron cuenta de inmediato porque los policías saltaron sobre los compañeros que estaban al otro lado del parque que llevaban el material necesario para esta acción, eran Alfredo Rodríguez, Francisca Villar, María Soledad Rodríguez y otros. Intentaron correr pero evidentemente el despliegue de policía era grande. Los estaban esperando. Ya sospechaban, aunque no tuvieron tiempo de confirmarlo, que había un infiltrado en la organización. Que a las mujeres las llevaron hasta el murete del parque donde las golpearon e insultaron hasta que llegó el coche celular. Uno de los policías era Billy el Niño, al que volvieron a ver en la Dirección General de Seguridad (DGS). Que los trasladaron en un vehículo celular, esposados, hasta la comisaría de los Cármenes, donde los metieren en un autocar dirección a la Dirección General de Seguridad. En el trayecto, su compañera María Victoria Rumín simuló un ataque de epilepsia, ella ya había sufrido algún brote anteriormente. A gritos Antonia consiguió que la dejaran ponerse a su lado y preparar una mínima coartada. Que cuando llegaron a la Dirección General de Seguridad, los separaron. A ellas las pasaron a unas estancias donde las desnudaron y registraron completamente. Que no recordaba cuántas horas pararon hasta que la volvieron a subir a la planta de arriba. Que según avanzaba por el pasillo se oían gritos y llantos de otros compañeros a los que, obviamente, estaban torturando. Que la habían metido en una especie de oficina con dos mesas grises, una de ellas tenía una máquina de escribir, que la recuerda porque la imaginó sobre su cabeza en varias ocasiones. Que había dos o tres policías de la Brigada Político-Social, uno de ellos sentado delante de la mencionada máquina y otros entraban y salían profiriendo todo tipo de insultos. Que el más agresivo Billy el Niño, que le había recordado que ya había probado su puño en la detención; que también presumía de la paliza que estaban recibiendo sus compañeros, en concreto Alfredo Rodríguez, a consecuencia de la cual, afirmaba que sabían todo del grupo. Que la llevaron del pelo hasta la ventana, desde donde decían haber tirado a un compañero (Julián Grimau). Que no le pegaron mucho más, aunque le decían que sus compañeros habían hablado, concretamente María Victoria, a la que oía gritar y llorar en el despacho de al lado, mientras ellos presumían de estar dándole una buena paliza. No había hablado en absoluto, como supieron a posteriori. Después la devolvieron al calabozo y la pusieron en libertad a las 72 horas".

4. Francisca Villar del Saz y Aragonés: 

"De la misma [su declaración] se desprende que el 20 de febrero de 1975 la Asociación 'Amas de Casa', a la cual pertenecía, convocó una jornada nacional en contra de la carestía. Que al acercarse los convocantes a la Plaza del Parterre observaron movimientos sospechosos y decidieron abortar la acción y dispersarse. Que cuando salieron de la plaza fueron rodeados por coches de la Policía Armada y de la Policía Secreta. Que a consecuencia del orden público, un grupo de personas fueron detenidas, entre las que se encontraba Francisca Villar. Que en dicha fecha, por la tarde, fue detenida, a la edad de 18 años, junto con Don Alfredo Rodríguez Bonilla, de 17 de años, por la Brigada Político-Social. Que al llegar a la DGS a Alfredo Rodríguez y a ella los separaron del resto y los llevaron a una habitación grande con varias máquinas de escribir, donde apareció un policía muy exaltado gritando a la vez que metía una pistola en su bolsillo o funda, saltando por encima de un pasamanos y gritando: “¿Dónde están los de las bolsas?”. Que en cuanto la identificó visualmente le dijo: “Hija de puta no niegues que son tuyas”. Que identificó a este policía como Billy el Niño. “…Llegaron hasta nosotros en estado altamente violento, nos agarraron del pelo a los dos, en mi caso con mayor intensidad por llevarlo muy muy largo. Nos empujaron zarandearon, y Billy el Niño me empezó a dar golpes con los puños en la cabeza y en la espalda, y me tuve que proteger la cabeza haciéndome más vulnerable por la espalda…”. 

Juan Antonio González Pacheco a su salida de la Audiencia Nacional. EFE

5. Luis Suarez Carreño Lueje: golpes sin dejar rastro

"En el mes de junio de 1973 fue detenido nuevamente, en este caso en su propio domicilio. Que alguien lo delató como militante de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR). Que la policía encontró en su casa bastante documentación y que fue llevado directamente a la Dirección General de Seguridad, donde esta vez fue torturado con más saña e intensidad, debido tanto al hecho de que en este caso la policía tenía indicios de que podía ocupar cargos de responsabilidad en la organización, por la información obtenida de quien lo delató, y que también por sus antecedentes. Que durante los 3 días de interrogatorios fue golpeado sistemáticamente en diferentes partes del cuerpo, con especial ensañamiento en las plantas de los pies, tanto con porras como con periódicos o revistas enrollados. Que los golpes en las plantas, además de ser muy dolorosos, tenían la ventaja [para los torturadores] de que dejaban huellas menos evidentes que en otras partes del cuerpo. Que mas tarde, en la cárcel, pudo confirmarse con otros compañeros que esta era la técnica preferida de tortura que se utilizaba en los interrogatorios de la Brigada Político-Social".

6. Silvia Carretero Moreno: copular con perros

“El 9 de septiembre de 1975 saqué un billete de autobús con destino a Badajoz y otro billete al llegar a esta ciudad con dirección al pueblo de Valencia de Montbuey, pues tenía conocimiento de que en ese pueblo existía un camino a través del campo y las montañas que llevaba a territorio portugués. Caminé alrededor de 2 o 3 horas con una mochila, plano y brújula hasta que me encontré con una pareja de la guardia civil que estaban reconociendo la zona y me dan la orden de alto. Me preguntaron qué hacía por allí sola y respondí que iba a Portugal a comprar jerseys de lana. Me conducen a un cuartito donde las esposas de los guardias civiles me desnudan, me registran todo el cuerpo y paso la noche encerrada en un calabozo. Al día siguiente soy conducida en coche a la Comandancia Central de la Guardia Civil de Badajoz, donde me quitan mi documento de identidad, me interrogan y me enseñan las fotos de mi marido y de otras personas, publicadas en los periódicos, preguntándome si los conocía. Negué conocerlos y la guardia civil echó dichas fotos en la papelera. Me dijeron que no estaba detenida, sino sólo retenida, por lo que pude deambular por la Comandancia. Así empecé a buscar una salida de la comandancia. Al encontrarla, salí a la calle pegándome a la pared y luego de unos metros empecé a correr hasta que encontré un taxi al que paré y le pedí que me llevara a Madrid. A sesenta kilómetros de Badajoz el taxi es detenido por una patrulla de la guardia civil, ya que habían dado la alerta de que había escapado de la Comandancia. De nuevo soy conducida a la Comandancia de la Guardia Civil de Badajoz, donde comienzan a referirme agresiones verbales, tales como "Sabemos que estás embarazada porque tienes los pechos muy grandes, nos importa tres cojones si abortas". En esos momentos me encontraba embarazada de dos meses y medio.Al ver que esas agresiones verbales no daban ningún resultado, me amenazaron con traerme al perro (esa tortura la hacía la Gestapo y consistía en traer a un macho grande hacerle copular con la mujer y cuando estuviera introducida forzar al perro a sacarla arrastrando con ello a todo el útero). Luego me pusieron una soga al cuello y me cortaron algunos mechones de pelo con unas tijeras enormes. Pero como no decía nada me aplicaron la técnica de los palillos en las dos manos. Dicha tortura consiste en utilizar tres palos hexagonales del tamaño de un cigarrillo que van unidos en cada uno de sus extremos con una cuerda. La finalidad es introducir dichos palillos entre los dedos índice, corazón y anular uniéndolos con la mano por debajo. Al estar unidos con cuerda por arriba rompen los dedos de las manos. Esta tortura se me aplicó en las dos manos pero más en la derecha, pues pasados 3 o 4 años dicha mano perdió fuerza y todo objeto que tomaba se me caía. También me pusieron unas esposas y luego me pusieron las manos encima de una mesa y con los puños golpearon para que muescas de las esposas se clavaran al máximo, de tal manera que las manos se me pusieron completamente moradas. Aún hoy, treinta y cinco años después, entre los dedos y en las muñecas se pueden ver las cicatrices de aquellas torturas inferidas.  Me interrogó la policía secreta del régimen de Franco, en concreto, el comisario Conesa y el apodado Billy el Niño, llamado así por la violencia, agresividad y sangre fría con la que torturaba".

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