Billy el Niño ha muerto esta mañana a causa del Covid-19 provocado por el coronavirus. El expolicía, cuyo nombre real es Juan Antonio González Pacheco, ha fallecido a los 73 años en una clínica madrileña, en la que llevaba ingresado varios días.

El que fuera inspector de la Brigada Político Social durante el franquismo fue acusado de torturas a miembros de la oposición a la dictadura en los calabozos de la Dirección General de Seguridad de Madrid. Ahora, décadas después de todo aquello, llevaba una vida apacible en Madrid. A veces incluso asistía a algún acto oficial invitado por algún antiguo colega en el cuerpo. Por lo demás, era un tipo invisible, alguien del que en la Policía Nacional no quieren oír ni hablar.

El ex policía llevaba varios días internado en la clínica San Francisco de Asís hasta que su estado empeoró, contagiado por el virus de la pandemia mundial. Los riñones comenzaron a fallar, y este jueves, en torno a las siete de la mañana, falleció.

Juan Antonio González Pacheco era el símbolo de la represión franquista. La fama que se había agenciado durante la dictadura parecía que empezaba a pasarle factura, décadas después, con sus víctimas todavía esperanzadas de sentarle alguna vez en el banquillo para responder por sus torturas.

En marzo de 2019 el juzgado de instrucción número 49 de Madrid abrió diligencias para investigarle junto con otras cuatro personas por un delito de lesa humanidad. Es la primera investigación que se lleva a cabo después del rechazo judicial de las querellas anteriormente interpuestas.

La prescripción de los delitos le evitó el paso por los juzgados para responder por las palizas y por el trato que ofrecía a aquellos que su brigada secuestraba y torturaba durante días. El Ministerio del Interior, según relatan fuentes de la cartera dirigida por Fernando Grande-Marlaska, explica a EL ESPAÑOL que ya ha sido registrada una proposición de ley en la que se articula la retirada de condecoraciones a cualquier persona de condición policial que desarrollase conductas contrarias a los valores democráticas. Es un asunto que quieren encarar a lo largo de la actual legislatura.

El más temido en los calabozos

González Pacheco nació en 1946 en Aldea del Cano, una pequeña localidad de la provincia de Cáceres, en Extremadura. Ingresó durante la dictadura en el Cuerpo General de Policía, y llegó a ser número dos del comisario Roberto Conesa en la Brigada Político Social.

Pronto fueron conocidas las palizas y los malos tratos sobre los detenidos a los que le tocaba interrogar. Uno de ellos fue el periodista Paco Lobatón, que ha narrado públicamente su terrible experiencia con el agente. En total, hasta el año 2019 un total de 18 víctimas se habían querellado ya contra Billy El Niño. 

A partir de 1977, en pleno proceso de Transición hacia la democracia, Pacheco se convirtió en inspector del Cuerpo Superior de Policía. Una vez desapareció la Brigada Político Social quedó integrado en la nueva Brigada Central de Información. Pasó entonces a desempeñar labores de lucha antiterrorista contra el GRAPO. Se le concedieron en esos años cuatro medallas de plata al Mérito Policial.

Para 1981 su turbio pasado comenzó de nuevo a aflorar. Las torturas que había realizado durante las décadas anteriores volvieron a la palestra debido a las denuncias y a las informaciones sobre él en los medios de comunicación, así que se decidió su traslado a la Comisaría General de Policía Judicial. Al año siguiente abandonaría el Cuerpo Nacional de Policía, y pasaría a trabajar como jefe de seguridad de empresas privadas, cargo que desarrolló hasta su jubilación. 

Desde aquel momento Billy El Niño se convirtió prácticamente en una sombra. Las pocas veces que los medios de comunicación le localizaron para tratar de entrevistarle, el ex policía lograba siempre escabullirse. Nunca respondió ante sus crímenes. 

El 18 de septiembre de 2013 la jueza argentina María Servini dictó una orden internacional de búsqueda y captura contra él y otros cuatro antiguos miembros de la policía franquista. La justicia argentina reclamaba a González Pacheco por un delito de torturas cometido entre los años 1971 y 1975 contra 13 personas. La orden la cursó tras estudiar una querella esbozada por antiguos opositores de la dictadura, también víctimas del agente policial. 

Al año siguiente, la Audiencia Nacional rechazó extraditarle por esos delitos argumentando que los delitos ya habían prescrito. Más querellas contra el ex agente llegaron en los años posteriores, la última de ellas el 7 de marzo del pasado 2019. 

Retirada de medallas

El actual Gobierno se había comprometido a retirarle las medallas con las que había sido condecorado durante su carrera. Algunas de esas medallas acarreaban consigo una pensión con la que el ex agente ha vivido buena parte de su vida. El anterior ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, rechazó la petición de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, pero el cambio de gobierno cambió las tornas. A su llegada, el ejecutivo socialista se había comprometido a estudiar los cauces legislativos para retirarle las condecoraciones.

La dificultad de actuar contra delitos de hace más de 40 años estaba retrasando los trámites. A González Pacheco aquellas medallas se le otorgaron de acuerdo a la Ley Orgánica de 1964 de condecoraciones policiales. Las actuaciones retroactivas contra leyes ya en desuso resultan complicadas de aplicar, y eso supuso también un obstáculo a la hora de arrebatarle las medallas que se le habían concedido en el franquismo.

Billy El Niño era el hombre más temido en los calabozos de la Dirección General de Seguridad, en la Puerta del Sol. Aquella era su guarida, la que empleaban sus servicios durante la dictadura para torturar e interrogar a los detenidos.

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